Por Nacho Palou — 17 de Junio de 2016

La Kawasaki Ninja ZX-6R de 2006 es una motocicleta brutal: con 600 cc, 130 CV de potencia y 200 Kg de peso le bastan poco más de 3 segundos para acelerar desde parado hasta los 100 km/h y algo más de 10 segundos para alcanzar los 200 km/h. De hecho, la Ninja es una de las motocicletas de serie más rápidas en aceleración.

Al otro lado un Tesla S, probablemente un P90D, el modelo más potente con batería de 90 kWh y el modo de aceleración salvaje que lo lanza desde parado y hasta los 100 km/h en menos de 3 segundos. Al tercer bocinazo comienza el momento conducción descerebrada y la motocicleta, sencillamente, no tiene nada que hacer: el Tesla S sale zumbando y la Kawasaki muerde el polvo. Tres veces.

Aquí hay dos cuestiones: por un lado, según apuntan algunos, la actitud del motorista es muy pasiva. Inicia la aceleración en una marcha muy alta y es bastante comedido con las aceleraciones. De hecho esa Kawasaki entrega toda su fuerza a partir de 11 o 12.000 revoluciones, así que si empieza la aceleración desde unas 3000 rpm es que claramente no está en la marcha correcta.

Precisamente esa es la ventaja del Tesla S y de los coches eléctricos en general: toda la potencia está disponible desde prácticamente el mismo instante en el que el motor empieza a girar. No es necesario «revolucionarlo» ni cambiar de marcha —los coches eléctricos no tienen marchas.

Así, un coche eléctrico aparentemente tranquilo como un BMW i3 deja atrás, al menos en los primeros metros, a casi todos los demás coches y motocicletas. También cuando «los demás coches» son un BMW M3, un McLaren 650S o un Lamborghini Aventador.

En el modo de aceleración salvaje el Tesla S P90D libera más de 760 CV de potencia. Eso sí, esos acelerones probablemente le recortaron 30 o 40 km de autonomía.

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