Por @Alvy — 24 de Septiembre de 2014

Think Like a Freak

Mary es una niña que se fue a la playa con su madre y su hermano, en el coche familiar rojo. En la playa nadaron, tomaron unos helados y jugaron con la arena. Luego se comieron unos bocadillos. Y colorín colorado, el cuento se ha acabado.

(Léelo despacio y recuérdalo. Al final hay pregunta al respecto.)

He comprado Think Like a Freak (v. Kindle) por la poderosa razón de que es del dúo Steven D. Levitt + Stephen J. Dubner y forma parte de su «saga» Freakonomics. En este caso el volumen está dedicado a otra forma más matemática-económica de ver el mundo y a la forma en que analizamos problemas, datos y situaciones cotidianas. Esto incluye desde una lectura de un texto a un truco de magia para niños o un diagnóstico médico.

Dubner y Levitt (sobre todo Dubner) también tienen desde hace tiempo una delicia de podcast: Freakonomics Radio [iTunes] que mantienen gracias a donaciones de los oyentes.

Un programa que extrajeron del libro se titulaba Las tres palabras más difíciles del inglés. Tres palabras que resultan ser:

No lo sé

¿Qué quiere decir esto? Es la respuesta más inteligente en ciertas ocasiones, pero una que usamos muy, muy poco dado que todo el mundo se considera experto en aquello que hace y evita responderlo como si «no saber algo» fuera una debilidad - cuando muchas veces es una gran ventaja.

(Sobre el cuento: ¿escucharon la radio mientras iban en el coche?)

En el programa se plantean diversos argumentos y estudios, incluyendo a adultos y niños. Ante la frase del cuento infantil del principio todos -especialmente los niños- responden las preguntas fáciles como ¿De qué color era el coche? ¿Cuántos hermanos hay en la familia? Pero, curiosamente, se esfuerzan aun más en responder preguntas ambiguas o sin respuesta clara como ¿Tomaron los niños limonada? (No. O quizá) o ¿Escucharon la radio mientras iban en el coche? (¡Sí! ¿Acaso no lo hace todo el mundo en el coche, aunque no lo diga el texto?) Eso sí: pocas veces se oirá un «no lo sé» ante estas preguntas.

La prueba definitiva de lo mucho que evitamos el «no lo sé» incluso de pequeños son las enrevesadas explicaciones que los niños dan para preguntas absolutamente imposibles como ¿Pesa más el amarillo o el rojo? o ¿Qué han comido para desayunar tus pies? Todo vale, excepto reconocer que no sabemos algo. No hay «no lo se».

En muchas situaciones, incluso en grupos de trabajo y empresas, comenzar respondiendo un «no lo sabemos» ante un problema puede llevar hasta una solución al mismo mediante la exploración de soluciones colaterales, viéndolo de otra forma o entendiendo dónde están los puntos débiles o fuertes de una situación.

¿Es bueno el libro? Acabo de comprarlo y no lo sé. Pero el anticipo ha sido muy interesante.

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