Por @Alvy — 9 de Mayo de 2014

Todo un personaje John Stapp. Coronel de las fuerzas aéreas norteamericanas, se pasó los años 40 y 50 sirviendo de conejillo de indias sobre los efectos de las fuerzas G – que es la forma en la que se suele medir «intuitivamente» la aceleración, dice su definición.

Entre estas pruebas estaban recibir todo tipo de golpetazos en diversos tipos de caídas, normalmente atado a un asiento como los de pilotaje de los aviones o los coches. Entre las pruebas más espectaculares –se pueden ver en el vídeo– hubo una consistente en pasar en una fracción de segundo de cientos de km/h a cero cuando una lanzadera que se movía a casi la velocidad del sonido se detenía en seco.

Es una pena que no se menciona la fuerza G soportada en esas pruebas, pero debió de ser enorme en muchas de ellas – en la Wikipedia mencionan cifras de 32 y 46 G en algunos casos. Con esas fuerzas hay un riesgo real muy grande de que el cuerpo simplemente reviente, se produzca una parada cardíaca o incluso haya aun desprendimiento de córnea – apropiadamente llaman a esa posición de sentado-mirando-hacia-adelante eyeballs out («globos oculares fuera»).

John Stapp sobrevivió a todo esto y llegó a viejito, especializándose en sus trabajos acerca de los cinturones de seguridad. De esa época proviene su famosa frase, con un dato tan cierto como demoledor:

Mueren más pilotos de avión en accidentes de coche que en tragedias aéreas.

– John Stapp

Gracias a sus trabajos sabemos que un ser humano convenientemente atado con un arnés puede soportar 45 G aunque sea solo durante una fracción de segundo. De hecho el récord del mundo son 82,6 G durante 0,04 segundos, en posesión de Eli Beeding desde 1958 y se cree –pero esto no está comprobado– que en accidentes de diversos tipos ha habido gente que ha sobrevivido a más de 100 y puede que 200 G.

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