Por @Alvy — 29 de Junio de 2021

Kramnik (CC) Jürg Vollmer

Los juegos y deportes tienen sus reglas, pero a medida que pasa el tiempo suelen evolucionar –incluso los más antiguos– y es por lo que cada año hay nuevas normas en el fútbol, la Fórmula 1 o el atletismo, a veces con más enjundia que otras. Estos cambios a hacerlos más ágiles, interesantes y atractivos, por ejemplo de cara a las retransmisiones multitudinarias o los avances técnicos. ¿Podría el ajedrez, el juego por excelencia, ver cambios de este estilo?

Aunque ya tiene un tiempo vi ahora una referencia de Julián Estévez a una variante propuesta para el ajedrez por el GM Vladímir Krámnik: el No-Castling Chess o «ajedrez sin enroque». Es una entrevista larga y profunda, sobre la motivación y las consecuencias, donde hay varios puntos interesantes. Respecto al cambio en sí:

  • Es tan simple como que el enroque no está permitido.
  • Esto requiere replantearse las estrategias: conocer las aperturas clásicas deja de ser una ventaja: es más difícil «conectar las torres», cubrir al rey y los peones laterales recobran importancia.
  • Incluso aunque la FIDE no admitiera el cambio, cualquiera podría practicarlo: bastaría un «pacto de caballeros» antes de sentarse en la mesa: «jugaremos sin enroque»; y empezar la partida.

Otra de las cosas interesantes es que Krámnik estuvo trabajando con diversos expertos en inteligencia artificial para probar el software de ajedrez con estas nuevas reglas: las IA de ajedrez como Deep Fritz, DeepMind, Alpha-Zero pueden adaptarse sin problemas (la reglas les resultan un tanto indiferentes) y como entrenan jugando contra si mismas millones y millones de veces pueden proporcionar estadísticas sobre la «igualdad» del juego, si las partidas son más cortas o largas, más emocionantes o menos, etcétera. El resultado era prometedor.

La mayor ventaja del ajedrez sin enroque es precisamente su simplicidad: fácil de entender, fácil de poner en marcha y nadie puede impedirlo si hay interés suficiente. No es como añadir el VAR al fútbol, cambiar la forma de medir el salto de longitud –de las cuales el mítico Ramón Trecet es su mayor adalid– o cambiar las puntuaciones de la gimnasia artística.

Otras propuestas histórias de cambios en el ajedrez, como el Ajedrez aleatorio de Fischer –donde la posición de algunas de las piezas al comienzo de la partida es aleatoria, con ciertas limitaciones– resultarían mucho más complicadas. Esta en cambio elimina el único movimiento un tanto «antinatural» del juego (el único en el que se mueven dos piezas a la vez, que puede depender de cómo haya ido la partida hasta entonces, etcétera) y requiere desarrollar de nuevo la habilidad de jugar con las piezas y reconocer nuevos patrones, no tanto memorizar aperturas. Es una mejora tan bella como simple.

{Foto (CC) Jürg Vollmer @ Flickr}

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