Por @Alvy — 27 de Octubre de 2002

God's Debris de Scott AdamsGod's Debris. Scott Adams. 2002. Version en castellano: Los escombros de Dios.

Resulta que Nacho me prestó Los Escombros de Dios, que es la versión en castellano de God's Debris y como es un pequeño libro de esos que te lees en un par de horas, lo devoré ávidamente (más tarde me hice con una versión original en inglés). Aunque parezca mucho decir para un libro tan pequeño, lo importante es que te deja pensando sobre un montón de cosas profundas una vez que te lo acabas: lógica, religión, ciencia, psicología... tal vez por eso el autor lo denomina «un experimento mental». Felicidades a Scott Adams por salirse de Dilbert y enseñarnos su punto de vista sobre otros temas.

Actualización (agosto 2006): Estuve releyendo la versión en inglés, intentando seguir el consejo del autor para seguir el juego de su experimento mental que autocalifica como provocativo pero poco científico, por el uso que hace de uno de los principales lemas de los escépticos: «La explicación más simple suele ser la correcta». Adams propone que muchas veces lo más simple suena correcto pero no siempre lo es, y que un buen ejercicio es leer el libro «intentando imaginar dónde está el fallo en las explicaciones más simples». Y la verdad es que hay un montón. Aun así sigue siendo una lectura curiosa, pero nada que te cambie la vida, a menos que seas profundamente influenciable. Aprovecho para rescatar un resumen de uno de los capítulos que me pareció bastante llamativo:

Muy poca gente cree realmente en Dios. Cuatro mil millones dicen que creen en algún dios, pero muy pocos son creyentes realmente. Si la gente realmente creyera en Dios, dedicarían cada minuto de sus vidas en favor de esa creencia. Los ricos darían sus bienes a los necesitados. Todo el mundo se volvería loco para determinar cuál de las religiones es realmente la verdadera. Nadie estaría satisfecho sabiendo que tal vez hubieran elegido la religión incorrecta, arriesgándose a la condena eterna, o a una mala reencarnación o cualquier otra impensable consecuencia. La gente dedicaría sus vidas a convertir a los otros a su religión. Creer en Dios demandaría un cien por cien de devoción obsesiva, que influenciaría cada momento de su vida en la tierra.

Pero esos cuatro mil millones de supuestos creyentes no viven sus vidas de ese modo, excepto unos pocos. La mayor parte creen en la utilidad de sus creencias –un concepto de utilidad bastante práctico– pero no creen realmente (…) Creer no es creer que Dios existe y entonces continuar pecando y amasando tu fortuna mientras los demás se mueren de hambre. Cuando creer no controla tus decisiones más importantes, es únicamente creer en la utilidad de creer (…)

La gente dice que cree en Dios, pero literalmente no creen. Sólo actúan como si hubiera cierto beneficio en ceer. Crean una ilusión para sí mismos porque eso les hace felices (…) A cierto nivel, todos sospechan que los demás no creen su propia religión más de lo que ellos mismos creen en la suya (…) y también que las probabilidades de haber elegido la religión correcta –si es que tal cosa existe– son prácticamente nulas.

Este otro relativo a las opiniones y discusiones también me pareció brillante.

Compartir en Flipboard Publicar / Tuitear