Por @Wicho — 8 de enero de 2018

La torre de refrigeración de la planta de gas de Meppen-Hüntel, convertida hace años en una especie de parque temático en el que puedes conducir todo tipo de vehículos, está decorada con el que es el mapamundi en proyección cilíndrica más grande del mundo. Es una obra del suizo Christoph Rihs pintada en 1994.

Como hemos comentado muchas veces cualquier mapa que intente representar nuestro planeta o parte de este es un poco un engaño pues es matemáticamente imposible representar exactamente la superficie de una esfera en un plano sin distorsión, así que todos implican alguna distorsión.

Pero eso no los hace menos fascinantes, y haber descubierto el mapa del vídeo me sirve como disculpa para recomendar la visita a Cartografías de lo desconocido. Mapas en la BNE, una exposición que estará en la Biblioteca Nacional de España en Madrid hasta el 28 de enero 2018.

El escritor Robert Louis Stevenson dijo en cierta ocasión que había oído hablar de unos hombres extraños a quienes no les interesaban los mapas, pero que no creía en su existencia. Sin duda, los mapas son objetos fascinantes. Su magnetismo es universal. Su atractivo procede de la ilusión que generan, de su gran poder evocador: la soledad de una isla remota, el acceso a una región desconocida, la visión panorámica y omnisciente. Para un príncipe un mapa es un archivo de sus posesiones, para un naturalista un calendario de futuros hallazgos, para cualquiera la promesa de un viaje pendiente. Los mapas nos enseñan lo que desconocemos o nos ayudan a ver lo que creíamos saber. Son obras de arte e instrumentos científicos. Tienen algo de pintura, algo de fotografía y algo de geometría. Sirven para orientarse y a menudo para perderse.

(La torre la descubrí vía Massimo).

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