Por @Wicho — 28 de octubre de 2024

La satlélite sobre la Tierra, que ocupa la parte inferior de la imagen, con el espacio al fondo
Impresión artística del Intelsat 33e en órbita y de una pieza – Boeing

Boeing no levanta cabeza. El último ha sido la explosión en órbita geoestacionaria del satélite de telecomunicaciones Intelsat 33e, fabricado por la empresa. Se trata de una órbita popular situada a unos 36.000 kilómetros de altitud –35.786 kilómetros, para ser exactos– para este tipo de satélites ya que les permite permanecer «quietos» sobre un punto geográfico en concreto y así dar cobertura 24/7.

Lanzado el 24 de agosto de 2016 el Intelsat 33e tenía una vida útil prevista de 15 años. Pero problemas con su motor principal tras el lanzamiento y luego un consumo superior al previsto de propelentes por parte de sus motores de maniobra hicieron que el operador rebajara sus expectativas de vida útil en tres años y medio.

Todavía no se sabe qué ha fallado con el satélite, y es posible que aunque Boeing e Intelsat están haciendo un análisis de qué puede haber causado la explosión nunca lleguemos a saberlo. Pero tiene toda la pinta de que habrá sido un fallo en su sistema de propulsión. En cualquier caso lo que está claro es que ha dejado un reguero de varias decenas de restos que se está extendiendo por la órbita geoestacionaria desde su posición original en los 60,1 grados este sobre el Océano Índico, como se puede ver en esta animación:

Según Jonathan McDowell con este van dieciséis eventos en los que se ha producido la rotura de un satélite en órbita geoestacionaria o cerca de ella. No cree que sean un peligro inmediato, pero ciertamente cada vez aumenta el riesgo de que algún resto impacte un satélite en servicio.

El Intelsat 33e estaba basado en el bus 702MP de Boeing, igual que los Intelsat 21, 22, 27, 29e y 35e. De ellos el 27 resultó destruido cuando el cohete Zenit-3SL que lo tenía que haber lanzado cayó al océano menos de un minuto después del despegue. Y el 29e, aunque aún está en órbita, fue declarado como perdido el 18 de abril de 2019 después de que a principios de ese mes el sistema de propulsión desarrollara una fuga. Telescopios terrestres han observado algunos restos a su alrededor. El fallo se ha atribuido bien al impacto de un meteorito bien a un fallo del cableado del satélite.

Yo, de ser Intelsat o alguna de las empresas que tienen un satélite cerca de los Intelsat 21, 22 o 35e no sé si estaría muy tranquilo. Esto tampoco le viene nada bien a la maltrecha imagen de Boeing, que de hecho se dice que está considerando vender algunos de los programas de su división espacial.

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