Por @Wicho — 25 de Enero de 2012

Vacunación

El sarampión mata, sobre todo a niños pequeños; es capaz de desencadenar una infección tan grave que destroza el cerebro.

Aunque la Organización Mundial de la Salud esperaba haber erradicado el sarampión de Europa en 2010 la triste realidad es que muy al contrario su tasa de incidencia está aumentando.

Esto es debido sobre todo el aumento del número de padres que «por ignorancia, esnobismo o por lo que sea» deciden no vacunar a sus hijos, poniendo en peligro no sólo su vida sino la de los que los rodean, pues la presencia de personas menos protegidas –o no protegidas en absoluto– en un colectivo hace aumentar exponencialmente el riesgo de que otras se contagien. Y lo mismo está sucediendo o puede llegar a suceder con otras enfermedades como la poliomelitis.

Los viajes internacionales, la desafortunada gestión del asunto de la gripe A, pero, sobre todo, el famoso estudio que luego resulto ser más falso que un billete de tres euros de Andrew Wakefield que decía haber descubierto una relación entre las vacunas y el autismo, son los causantes principales.

Los expertos, comprensiblemente preocupados por esto, piden incluso que se sancione a los padres que deciden no vacunar a sus hijos, como por ejemplo ya sucede en Australia, donde se les retira los beneficios fiscales a aquellos padres que no cumplan con los calendarios de vacunación establecidos.

Un tema inexplicablemente polémico cuando no debería serlo, pues las vacunas han demostrado más que sobradamente su eficacia.

Más información en «Mi niño no se vacuna» y en Si yo fuera padre.

{Foto: UNICEF/Paula Bronstein (CC) UNICEF Sverige @ Flickr}

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