Por @Wicho — 2 de Febrero de 2004

Ellos crearon Internet
Los verdaderos creadores de Internet / Foto: Clark Quinn, Boston, Massachusetts

Este artículo fue publicado originalmente el 1 de diciembre de 1996 en el periódico El Ideal Gallego dentro de una serie de artículos que me valdría ser finalista de la primera edición de los premios de la AUI en la modalidad «Periodista que, durante 1996 más haya aportado más a la difusión sobre Internet y/o Infovía en prensa diaria». Más tarde se publicó como especial en la web de iWorld, la revista de Internet e IDG -donde ya no está disponible- y ligeramente retocado en el libro Ciencia y Tecnología en Iberoamérica editado por la OEI; también aparece en unos cuantos lugares a lo largo y ancho de Internet. En cualquier caso, como durante los años transcurridos desde su publicación original he seguido oyendo y leyendo una y otra vez como se afirma de forma errónea que Internet nació como un proyecto militar estadounidense, hecho que a sus creadores les gustaría ver aclarado, me parece adecuado volver a publicarlo aquí de nuevo.

La idea de Taylor

Aunque se ha repetido hasta la saciedad que Internet tiene su origen en un proyecto militar estadounidense para crear una red de ordenadores que uniera los centros de investigación dedicados a labores de defensa en la década de los 60 en los Estados Unidos y que pudiera seguir funcionando a pesar de que alguno de sus nodos fuera destruido por un hipotético ataque nuclear, los creadores de ARPANET, la red precursora de Internet, no tenían nada parecido en mente y llevan años intentando terminar con esta percepción.

Internet surgió en realidad de la necesidad cada vez más acuciante de poner a disposición de los contratistas de la Oficina para las Tecnologías de Procesado de la Información (IPTO) más y más recursos informáticos. El objetivo de la IPTO era buscar mejores maneras de usar los ordenadores, yendo más allá de su uso inicial como grandes máquinas calculadoras, pero se enfrentaba al serio problema de que cada uno de los principales investigadores y laboratorios que trabajaban para ella parecían querer tener su propio ordenador, lo que no sólo provocaba una duplicación de esfuerzos dentro de la comunidad de investigadores, sino que además era muy caro; los ordenadores en aquella época eran cualquier cosa menos pequeños y baratos.

Robert Taylor, nombrado director de la IPTO en 1966, tuvo una brillante idea basada en las ideas propuestas por J. C. R. Licklider en un artículo llamado Man-Computer Symbiosis (aquí está en formato PDF junto con otro artículo de Licklider llamado The Computer as a Communication Device): ¿Por qué no conectar todos esos ordenadores entre si? Al construir una serie de enlaces electrónicos entre diferentes máquinas, los investigadores que estuvieran haciendo un trabajo similar en diferentes lugares del país podrían compartir recursos y resultados más facilmente y en lugar de gastar el dinero en media docena de caros ordenadores distribuidos por todo el país, la ARPA (Agencia para Proyectos de Investigación Avanzados, agencia de la que dependía la IPTO de Roberts; hoy en día se llama DARPA) podría concentrar sus recursos en un par de lugares instalando allí ordenadores muy potentes a los que todo el mundo tendría acceso mediante estos enlaces.

Con esta idea en mente Taylor se fue a ver a su jefe, Charles Herzfeld, el director de la ARPA, y tras exponer sus ideas le dijo que podrían montar una pequeña red experimental con cuatro nodos al principio y aumentarla hasta aproximadamente una docena para comprobar que la idea podía llevarse a la práctica.

El problema terminal

El Departamento de Defensa, del que a su vez depende la ARPA, era en aquel entonces el más grande comprador de ordenadores del mundo, pero dado que existían muy pocas posibilidades, tanto por las leyes existentes como por las necesidades técnicas a la hora de hacer la compra, de que todos los ordenadores se compraran al mismo fabricante, y dado que los ordenadores de cada fabricante funcionaban de forma distinta a las de los demás, una de las prioridades de este Departamento era la de encontrar una manera de estandarizar la forma de trabajar con todos estos ordenadores para optimizar su uso.

Si la red funciona, le dijo Taylor a Herzfeld, sería posible interconectar ordenadores de diferentes fabricantes, y el problema de escoger un fabricante u otro se vería disminuido, eliminando el problema terminal, que era como Taylor llamaba al tener que usar una terminal y procedimientos diferentes para acceder a cada tipo de ordenador; de hecho, una de las cosas que más frustrante le resultaba a Taylor, porque le parecía extremadamente ineficaz, era tener que tener tres terminales diferentes instalados en su despacho para acceder a otros tantos ordenadores, y que conectarse a cada uno requiriese un procedimiento distinto.

En sólo 20 minutos

A Herzfeld le encantó esa posibilidad, y probablemente esos argumentos hubieran bastado para convencerle, pero es que además otra de las ideas de Taylor era que la red podía ser resistente a fallos, de tal modo que si un ordenador de la red fallaba, los demás podrían seguir trabajando, lo que redundaría en una mayor disponibilidad de los limitados recursos disponibles.

Le preguntó a Taylor si sería difícil de hacer, a lo que éste contestó que no, que en realidad ya sabían como hacerlo. "Estupenda idea" dijo Herzfeld, y asígnó un millón de dólares al proyecto.

Se cuenta que Taylor debió batir un record de velocidad a la hora de conseguir dinero para su proyecto, pues aunque en aquel entonces se decía que por lo general sólo se necesitaba media hora para aconseguir financiación de la ARPA si se tenía una buena idea, él la consiguió en sólo veinte minutos, todo un récord por su parte y, sin duda, una de las inversiones más acertadas y rentables por parte de la ARPA en toda su historia.

El probable origen de la confusión

La idea de que ARPANET surgió como un proyecto militar para proteger la seguridad nacional frente a un ataque nuclear parece tener su origen en dos hechos muy concretos cuya importancia se ha ido exagerando con el tiempo y que han eclipsado las intenciones reales de sus creadores.

El primero de ellos es que ARPANET fue creada y puesta en marcha por una agencia del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, aunque en aquella época la ARPA, fiel todavía al concepto original que llevó al presidente Eisenhower a su creación, se dedicaba a financiar investigaciones académicas de cualquier tipo con el objetivo de asegurarse de que los Estados Unidos no se quedaran atrás en el desarrollo tecnológico, independientemente de la posible aplicación militar de lo que se investigaba.

El otro factor que contribuyó a la creación de esta leyenda acerca del origen de ARPANET fue que sus creadores incorporaron en el diseño, con el objeto de hacerlo más resistente a posibles fallos de los ordenadores o de las líneas de comunicación que lo integraban, las ideas de Leonard Kleinrock acerca de conmutación de paquetes publicadas en su libro de 1964 titulado Communication Nets.

En esta área también trabajaban Paul Baran y Donald Davies, quienes llegaron independientemente a conclusiones similares a las de Kleinrock, lo que sirvió para confirmar lo acertado de la decisión del equipo de ARPANET de utilizar las ideas de Kleinrock cuando en 1968 se reunieron para comparar los resultados de las tres líneas de investigación.

El problema está en que Baran, un ingeniero eléctrico que trabajaba para la RAND Corporation, había estudiado estos temas motivado en efecto en gran medida por la gran tensión existente entre los Estados Unidos y la Unión Soviética en los años 60 y al temor que ésta conllevaba de que un ataque nuclear pudiera destruir las estructuras de comando y control del ejército, mientras que Davies, un científico británico que trabajaba en el National Physical Laboratory, había llegado a sus conclusiones en busca de una red de comunicaciones pública más rápida y flexible que las existentes, aspecto que interesaba bastante más a los creadores de ARPANET que la posibilidad de la red de sobrevivir a una guerra nuclear.

De hecho, en la entrada correspondiente al mes de marzo de 1964 de la cronología de Internet que mantiene Larry Roberts se puede leer:

First Paper on Secure Packetized Voice, Paul Baran, "On Distributed Communications Networks", IEEE Transactions on Systems. It is from this paper that the rumor was started that the Internet was created by the military to withstand nuclear war. This is totally false. Even though this Rand work was based on this premise, the ARPANET and the Internet stemmed from the MIT work of Licklider, Kleinrock and Roberts, and had no relation to Baran's work.

Desafortunadamente, la idea de la destrucción nuclear vende más, y es la que se sigue perpetuado a pesar de todos los esfuerzos de Taylor, Kleinrock y compañía.

Si te interesa saber más acerca del verdadero origen de Internet y del grupo de ingenieros e investigadores que la crearon, y el inglés no es problema, seguro que Where Wizards Stay Up Late: The Origins Of The Internet, de Katie Hafner y Matthew Lyon, no te decepciona.

{Actualización: Marzo de 2005 / 2015.)

{Foto (c) Clark Quinn, Boston, Massachusetts. En 1994, para conmemorar los 25 años transcurridos desde la creación de ARPANET la empresa Bolt Beranek and Newman, a la que la ARPA contrató para poner en marcha esta red, reunió en su sede de Boston a la mayoría de los que formaron parte del grupo que puso todo en marcha. Estos son: De izquierda a derecha, primera fila: Bob Taylor (1), Vint Cerf (2), Frank Heart (3); segunda fila: Larry Roberts (4), Len Kleinrock (5), Bob Kahn (6); tercera fila: Wes Clark (7), Doug Engelbart (8), Barry Wessler (9); cuarta fila: Dave Walden (10), Severo Ornstein (11), Truett Thach (12), Roger Scantlebury (13), Charlie Herzfeld (14); quinta fila: Ben Barker (15), Jon Postel (16), Steve Crocker (17); última fila: Bill Naylor (18), Roland Bryan (19); en esta página hay una breve reseña biográfica de cada uno de ellos.}

Compartir en Flipboard Publicar / Tuitear