Por @Wicho — 13 de Enero de 2005

Black Box: The Air-Crash Detectives-Why Air Safety Is No Accident. Nicholas Faith. Motorbooks International, 1 de febrero de 1997. Inglés. [ver similares]

Siempre se dice que el avión es el medio más seguro de transporte, pero si esto es así no es por casualidad sino por las estrictas normas que regulan el funcionamiento de las compañías aéreas, tanto en cuanto al personal como a las máquinas.

Estas normas, de todos modos, no siempre cubren todos los posibles aspectos y en más de una ocasión algo en lo que nadie había pensado causa un accidente o incidente.

Este libro, que acompaña a una serie de Channel Four del mismo título, cuenta, a partir de ejemplos concretos, como después de cada accidente los investigadores de la agencia correspondiente (fundamentalmente la NTSB en este caso) se emplean a fondo para averiguar sus causas y proponer remedios y modificaciones en los aviones de ser necesario, recomendaciones que no siempre son aceptados por motivos económicos y/o políticos.

También cuenta como en algunas ocasiones no son sólo las soluciones técnicas las que aumentan la seguridad sino los factores humanos, como por ejemplo ocurrió con el accidente del vuelo 232 de United Airlines el 19 de julio de 1989, cuando debido a un fallo de uno de los motores del DC-10 que realizaba este vuelo el avión se quedó sin sistemas hidráulicos y por tanto sin control de dirección o altura, a pesar de lo cual la tripulación, con un excelente trabajo de equipo y la ayuda de un piloto de la compañía que viajaba como pasajero, consiguió realizar un aterrizaje forzoso en Sioux City del que salieron con vida más de la mitad de las personas que iban a bordo.

Debido a lo corto que es el libro, no entra en muchos detalles acerca de ninguno de los casos que trata, pero es una lectura interesante para los aficionados al mundo de la aviación y un curioso vistazo al trabajo de los investigadores de accidentes.

De todos modos para mi lo mejor del libro es que lo compré hace años durante un viaje de trabajo a Amsterdam justo el día en el que volábamos de vuelta (ya es la segunda o tercera vez que lo leo) y lo vine leyendo en el avión... lo que puso muy nervioso a mi jefe.

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