Por @Alvy — 10 de Mayo de 2017

En Nautilus publicaron una curiosa reflexión sobre un tema que hemos tratado alguna vez por aquí, el de los sesgos cognitivos, de los que se conocen unos 200 (mencionan la cifra de 50 en el artículo). Se puede leer completo aquí: Why You’re Biased About Being Biased.

El transfondo son ese tipo de situaciones que no funcionan racionalmente en nuestra cabeza e incluyen «cuestiones que olvidamos pese a las evidencias», «cosas que damos por supuestas», «detalles que añadimos aunque no se especifiquen», etcétera. Van desde la negación de las leyes de la probabilidad, los sesgos sobre los riesgos y las paradojas de la contabilidad mental hasta otros con nombres más divertidos como el efecto Ikea o el efecto Google.

Lo que me pareció curioso es el meta-nivel que pueden llegar a alcanzar los sesgos, en concreto que tengamos un sesgo cognitivo sobre nuestros sesgos congnitivos, algo que en cierto modo «riza el rizo»:

Los sesgos cognitivos nos afectan incluso si sabemos de ellos, porque funcionan de forma inconsciente. Juzgamos si tenemos un sesgo examinando nuestros pensamientos, pero como creemos que nuestros pensamientos son racionales, solemos pensar que no tenemos sesgos, aunque sí que los tengamos (…) Aunque nos damos cuenta rápidamente de los sesgos en los demás, tenemos problema identificándolos en nosotros mismos.

Cuanto más nos autoconvencemos de que no tenemos ciertos sesgos, más los mostramos. Si por ejemplo alguien piensa que es buena persona puede que intente dejar de ser mejor persona y más probable será que se comporte indecentemente (…) Si nos consideramos personas concienciadas sobre la seguridad es más probable que asumamos ciertos riesgos fuera de lo común (…) En general si creemos que no tenemos sesgos nos estamos dando permiso a nosotros mismos para estar sesgados.

Vaya cacao mental. Pero así funcionamos.

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