Tenía sesenta y uno. A lo largo de los años había golpeado mi cabeza una y otra vez contra el techo de cristal y ahora tenía otra cosa que jugaba en mi contra además de mi género – mi edad. Nadie sabía quien era, la historia se había olvidado de las contribuciones de las mujeres del ENIAC.
Reclutada entre las computadoras que calculaban trayectorias de obuses para el Ejército de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial junto con Fran Bilas, Ruth Lichterman, Kay McNulty, Betty Snyder y Marlyn Wescoff, Jean Jennings Bartik fue la única de las programadoras originales del ENIAC en dejar escritas sus memorias.
En Pioneer Programmer cubre desde su infancia en una granja en Missouri hasta su último trabajo en el campo de la informática, pasando por los increíbles años que pasó en el meollo de la revolución que iba a suponer la informática mientras trabajaba en el ENIAC, el que según como lo mires se puede considerar el primer ordenador moderno de la historia, y más tarde en el BINAC y el UNIVAC.
Este libro me parece una lectura interesantísima por varios motivos.
Primero, por la parte en la que cuenta como seis mujeres consiguieron convertirse en las primeras programadoras de la historia –con el permiso de Ada Lovelace–. Sin ningún manual –que aún no estaba escrito– ellas tuvieron que ingeniárselas para desarrollar los procedimientos necesarios para traducir las operaciones matemáticas que se querían hacer con el ENIAC a los esquemas de cableado y de posición de sus distintos interruptores que equivalían a programarlo, pues el ENIAC en su primera versión se programaba físicamente, conectando unas unidades con otras en el orden adecuado y configurando cuando tenían que recibir o enviar datos.
Segundo, por el esfuerzo que hace por dejar claro que John Von Neumann se apropió de las ideas de John Mauchly y de John Presper Eckert en su First Draft of a Report on the EDVAC, con la ayuda inestimable y ciega de Herman Goldstine y por el esfuerzo que hace para dejar claro que, al menos en su opinión, la sentencia del juez Earl R. Larson que en 1973 invalidaba la patente sobre el ordenador programable que tenían hasta entonces Mauchly y Eckert es una enorme injusticia. Si la historia hubiera sido justa Eckert y Mauchly habrían tenido la oportunidad de hacerse ricos con su invento o, como poco, la arquitectura Von Neumann sería conocida como arquitectura Eckert-Mauchly. Grace Murray Hopper tampoco le caía muy bien, por cierto, aunque por otros motivos.
Y tercero, pero no menos, importante, por el relato que hace de las veces que su condición de mujer jugó contra ella, lo que incluye cosas como el que el día en el que el ENIAC se presentó en público ni ella ni ninguna de sus compañeras fueron invitadas a la celebración posterior a pesar del papel fundamental que jugaron para ponerlo en marcha. De hecho ni fueron mencionadas durante la presentación. También tuvo que ver como una y otra vez las empresas en las que estaba ponían un sueldo más alto a hombres que hacían el mismo trabajo que ella –lo que a veces pudo solucionar y a veces no– o como se la saltaban a la hora de conceder ascensos porque no estaba previsto que mujeres ocuparan cargos directivos.
De hecho dice que si los responsables del ENIAC se hubieran dado cuenta de lo importante que es la programación para los ordenadores y lo compleja que resultó ser la tarea quizás se lo habrían pensado antes de darles un papel tan importante a un grupo de mujeres.
El libro tiene además unas cuantas fotografías de la colección personal de Jean que no se encuentran fácilmente por Internet, incluyendo un par de ejemplos de lo más parecido que hay a una foto de grupo de las chicas del ENIAC. Aunque para mí la imagen más impactante del libro es probablemente la de la última versión del currículum de Jean, en la que se ve como en sus últimos años en activo terminó trabajando como agente inmobiliario una vez que la historia se hubo olvidado de ella.
La historia de Jean y sus compañeras tiene un final agridulce, pues si bien para los actos del 40 y del 50 aniversario de la entrada en funcionamiento del ENIAC el papel de Jean y sus compañeras empezó a ser reconocido fue demasiado poco demasiado tarde y hoy en día vuelven a ser casi unas perfectas desconocidas.
Así que recomiendo encarecidamente la lectura de este libro a cualquiera que esté interesado en la historia dela informática, pues es lo más parecido que hay a una crónica del nacimiento del ENIAC escrita por alguien que estuvo allí. Pero también lo recomiendo quizás aún más encarecidamente por lo que supone de reflexión acerca de los problemas que tenían –y siguen teniendo– las mujeres en ciencia y tecnología, lo que no es una percepción. Incluye además un montón de referencias a material extra por si quieres profundizar en lo que se cuenta en él.