Por Nacho Palou — 6 de Julio de 2004
Hace poco quedé con un amigo en el centro de la ciudad. Él dejó el coche en el aparcamiento de El Corte Inglés de Callao a eso de las 13h durante unas tres o cuatro horas. Cuando fuimos a recogerlo metió la tarjeta en la máquina de pago automática y sacó algunas monedas del bolsillo para hacer el pago. La máquina mostró el importe:
A pagar 48.019,50 euros (debajo: 7.989.772 pesetas)
Como parecía una cifra un poco desorbitada (aún para ser un aparcamiento del centro) metimos un billete de 10 euros dando por supuesto que sería suficiente y que aquello era un error de visualización.
A pagar 48.009,50 euros (debajo: 7.988.109 pesetas)
De modo que en efecto la máquina estaba segura de que teníamos que abonar esa cantidad de dinero. Llamamos por el interfono: Hola, es que la máquina me pide 8 millones de pelas.

La señorita nos indicó que fuésemos a la caja central. Al final fue bastante menos (unos 48.015 euros menos ;-) La máquina estaba calculando bien el importe según la fecha de entrada impresa en la tarjeta, que por algún error era aquel día de cuatro años atrás.

No es muy lógico que la máquina calcule, visualice y pretenda cobrar un importe de decenas de miles de euros cuando quien la programó sabe que las cantidades que va a manejar serán normalmente de unos pocos euros, aunque sean decenas o incluso centenas. Con un poco de sentido común y una líneas de código adicionales es trivial detectar un resultado anómalo que probablemente será erróneo -y por tanto cancelar la operación y mostrar al usuario un mensaje que le dirija directamente a la caja central.
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