Por @Wicho — 22 de Enero de 2019

Impresión artística de Dragonfly «aciendo la cencia» en Titán

En 2016 la NASA solicitó nuevas propuestas de misiones para el programa New Frontiers, el mismo que nos ha dado la New Horizons, Juno u Osiris-Rex. De las 12 propuestas recibidas en abril de 2017 la agencia se ha quedado con dos, Caesar y Dragonfly. Una de las dos será la cuarta del programa.

Caesar, la pobre, es una misión para tomar muestras para traerlas de vuelta a Tierra del cometa 67P/Churyumov–Gerasimenko, que igual te suena más como Chury, pues en efecto fue el cometa que estudiaron Rosetta y Philae. Y digo pobre porque no es que me parezca una misión trivial ni sin interés, pero es que en mi opinión palidece frente a la otra.

Y es que el equipo de Dragonfly –Libélula– propone enviar un «dron» con ocho rotores –cada uno de un metro– a la superficie de Titán. Los científicos piensan que esta luna de Saturno se parece mucho ahora mismo a la Tierra primigenia. Y no sabemos cómo en la tierra pasamos de química a biología, un proceso que podría estar teniendo lugar en Titán ahora, así que estudiar las condiciones actuales de Titán nos podría llevar a entender mejor el origen vida.

Pero para mi espaciotrastorno incluso los posibles resultados científicos de la misión palidecen ante la idea de colocar una aeronave en una luna del sistema solar. Suena a ciencia ficción total, aunque es más ciencia –y tecnología– de lo que pueda parecer. Con una atmósfera 4,4 veces más densa que la de la Tierra y un séptimo de su gravedad las condiciones son óptimas para hacer volar una aeronave allí. Sería capaz de desplazarse decenas de kilómetros en cada vuelo, con lo que a lo largo de su vida útil podríamos inspeccionar un montón de sitios distintos.

Su investigadora principal, Elizabeth «Zibi» Turtle, lo cuenta en esta charla:

Eso sí, dada la cantidad de nubes que hay en Titán y su distancia al Sol la misión tendría que usar un generador termoeléctrico de radioisótopos similar al de Curiosity. Durante el día «titaniano» –que dura ocho días terrestrres– Dragonfly volaría de sitio a sitio, o incluso permanecería en vuelo estático para tomar medidas con sus instrumentos y hacer observaciones con sus cámaras. Con los datos recogidos además de «acer la cencia» el equipo de la misión programará nuevos destinos a los que volar.

Durante la noche, además de recargar las baterías, seguiría recogiendo muestras –para eso llevará sendos taladros en sus dos patines– y analizándolas, llevaría a cabo estudios sismológicos, y monitorizaría las condiciones meteorológicas, además de obtener imágenes microscópicas locales usando iluminación LED.

Todo esto tendría que hacerlo en automático, por supuesto, ya que Saturno está tan lejos de nosotros que cualquier comando que se le envíe a Dragonfly tarda horas en llegar allí. Pero ya tenemos bastante experiencia en diseñar sondas y rovers semiautónomos que no lo hacen nada mal.

La NASA ha anunciado que escogerá la ganadora en julio de 2019 con el objetivo de lanzarla en 2024 ó 2025, aunque casi con toda seguridad la fecha de lanzamiento no se mantendrá.

Si la NASA opta por el camino fácil se quedará con Caesar. Pero si realmente hace honor al nombre del programa Dragonfly es una misión que hará cosas que nunca hemos hecho antes, por mucho que se base en tecnologías ya probabas. Y eso, por definición, es lo que debe hacer cualquiera que explore nuevos horizontes.

{Imagen: Johns Hopkins APL}

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