Por Nacho Palou — 8 de Agosto de 2002

Estás sentado en el restaurante y por fin te traen el plato pedido: filete con patatas fritas. Vuelve el camarero a la mesa y te deja un bote de ketchup con el cual te dispones a regar generosamente las patatas fritas que esperan ser engullidas. Quitas el tapón, vuelcas el bote sobre ellas y... nada. Aquello no cae, el ketchup es un pegote sólido al fondo, y ni siquiera hace ademán de ir a escurrirse hacia la boca del bote. Imposible alcanzarlo con la cuchara. Lo mueves, lo agitas un poco, arriba, abajo, a los lados y...

Enhorabuena, ahora tienes medio bote de ketchup sobre apenas un par de patatas y salpicaduras de tomate por todo el plato, mantel, filtete y (mierda!) incluso en la camiseta y en el sitio-menos-oportuno de los pantalones. Y te preguntas ¿por qué?

Vale, pues la respuesta es de esas de "hay una buena y una mala noticia". La buena es que no eres el único al que le ha ocurrido eso y es un fenómeno común y conocido, y la mala es que no se sabe exactamente la razón por la que ocurre. Algunos líquidos (además del ketchup: sangre, pintura, emulsiones de película y algunos plásticos --entre otros fluidos complejos) tienen como propiedad característica la repentina pérdida de densidad, pudiendo en un instante pasar de ser espesos como la miel a líquidos como el agua cuando se mueven o agitan.

Fuente: A Shear Mystery, por Patrick L. Barry

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