Por @Alvy — 3 de Enero de 2012

Este artículo se publicó originalmente en Cooking Ideas, un blog de Vodafone donde colaboramos semanalmente con el objetivo de crear historias que «alimenten la mente de ideas».

Estuve viendo los tres episodios de Black Mirror (2011) después de que la calificaran como la serie británica del momento, una de las mejores de 2011 y de que recibiera calificativos como un retrato indispensable de nuestra sociedad. ¿De qué trata? Una forma de resumirlo sería el impacto de las tecnologías en nuestras vidas: a todos los lectores de Cooking Ideas a los que les interesen esos temas les encantará verla.

Black Mirror es una mini-serie de tres episodios, creados por Charlie Brooker (Zeppotron) para Endemol, que se ha emitido en Channel 4 de la BBC británica a finales de año. Como toda serie británica que se precie tiene ese toque peculiar que la distingue de las producciones de Hollywood: actores desconocidos, un aspecto más europeo… Sin embargo, no puede decirse que hayan escatimado en medios: los tres episodios tienen un desarrollo de efectos visuales espléndido y supongo que nada barato: son como estirar uno de esos vídeos de tecnología que nos gustan tanto hasta los 45 minutos, con detalles que inundan cada escena.

Los tres episodios no tienen nada en común en cuanto a las historias que narran; simplemente están todos ellos situados en un futuro más o menos cercano en el que la tecnología y las redes sociales se han fundido con nuestras vidas de forma inexorable. Se podrían ver incluso ignorando las historias y centrándose en los detallitos «a los diseñadores les encantará hacer esto» porque cada aspecto visual está realmente cuidado.

En el tercer episodio, Tu historia al completo, por ejemplo, los personajes llevan implantes que graban todo lo que ven y oyen durante el día: basta apretar en un mando a distancia para «rebobinar» la secuencia y repasar lo que sucedió durante el día, o lo que ocurrió semanas o años antes, con todo detalle. Naturalmente, esta memoria perfecta «incluyendo el zoom visual, la posibilidad de borrar recuerdos, etcétera» conforman parte de la trama. En otro episodio, cada personaje vive pendiente de lo que sucede en las redes sociales: páginas en Facebook, vídeos que aparecen en YouTube… hasta se convierten en improvisados sondeos políticos con cierta influencia sobre las acciones de los gobernantes.

Lo mejor es que las historias «que recuerdan a veces un poco a En los límites de la realidad« están llenas de pequeños detalles geniales: en uno de ellos, se ve cómo los padres comprueban el archivo de recuerdos grabado por su bebé… lo cual da mucho que pensar sobre cómo se gestionarán cuestiones de tanta privacidad con los menores en el futuro; en otro, los participantes en una especie de show de talentos deben vivir en un entorno en el que además de «actuar» no pueden evitar ver anuncios publicitarios de ninguna forma, so pena de perder «puntos» en la competición.

Lo mejor de Black Mirror es que los tres episodios pueden verse de forma independiente y cada uno da lugar a un montón de interpretaciones, dilemas morales y cuestiones sobre las que se puede hablar y discutir hasta el infinito. ¿Hasta qué punto se deben los políticos al pueblo? ¿Qué hacer si se nos presenta un dilema que será juzgado por millones de personas en directo y al instante? ¿Hasta qué punto debemos modificar nuestro comportamiento para satisfacer a los demás? ¿Querríamos poder recordar todo lo que vemos u oímos? ¿Querríamos no disponer del «superpoder» de la memoria perfecta cuando todos los demás la tienen en su cabeza?

A mi me gustaron especialmente el tercer episodio (Tu historia al completo), y el primero (El himno nacional), donde el protagonista se enfrenta a un tremendo dilema. El segundo episodio en cambio (15 millones de méritos) me dejó un tanto indiferente, aunque vi que apasionó a Berto Romero, que de esto entiende un rato. Lo mejor, en cualquier caso, es sacar un rato para ver la serie, bien de un tirón, bien en un par de días, y charlar sobre ella con los amigos.

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