Por Microsiervos — 22 de Enero de 2024


Lanzamiento del Sputnik 1

David González Bárcena es graduado en Ingeniería Aeroespacial por la Universidad de León con un Máster Universitario en Sistemas Espaciales y un Doctorado en Ingeniería Aeronáutica por la Universidad Politécnica de Madrid. Actualmente es Profesor Ayudante Doctor en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Aeronáutica y del Espacio en la Universidad Politécnica de Madrid donde imparte clases de Termodinámica Aplicada, Transferencia de Calor y Control Térmico Espacial. Simultáneamente, trabaja como Ingeniero Térmico Espacial e investigador en el Instituto Universitario de Microgravedad «Ignacio da Riva.» Esta anotación es una muestra divulgativa de en qué consiste su trabajo.

Por David González Bárcena

Casi siete décadas han transcurrido desde que, en 1957, la Unión Soviética lanzó el Sputnik 1, convirtiéndose éste en el primer satélite artificial en orbitar la Tierra. Sin embargo, este hito solo fue el inicio de una emocionante carrera en la conquista del espacio que se prolongó durante aproximadamente veinte años en el contexto de la Guerra Fría. En este período, los avances tecnológicos se sucedieron constantemente, dando lugar a los primeros satélites de comunicaciones, sondas espaciales, misiones tripuladas, paseos espaciales y, por supuesto, la histórica llegada del ser humano a la Luna.

En 1969, Estados Unidos cosechó uno de los grandes logros de esta carrera. Neil Armstrong y Buzz Aldrin se convirtieron en los primeros seres humanos en caminar sobre la superficie de la Luna durante la misión Apolo 11. Esta hazaña se repitió en cinco ocasiones más en los tres años posteriores, culminando en 1972 con la misión Apolo 17. Tres años después, la carrera espacial concluyó con la misión Apolo-Soyuz, marcando el inicio de una era de cooperación internacional que ha prevalecido hasta la fecha.


Impresión artística de las naves del proyecto Apolo-Soyuz a punto de acoplarse en órbita – NASA/Robert McCall

Después de la trascendental llegada del hombre a la Luna, surge la pregunta: ¿por qué no hemos regresado en todos estos años? La respuesta no radica tanto en lo que ha ocurrido, sino más bien en lo que no ha sucedido. La Carrera Espacial tuvo su origen en la Guerra Fría, en un contexto de intensa polarización ideológica donde el comunismo y el capitalismo competían por alzarse como modelos de referencia a nivel global. La conquista del espacio se convirtió en un escaparate para obtener prestigio y poder entre las principales potencias de aquella época.

No obstante, no debemos olvidar el conflicto bélico que dejábamos atrás: la Segunda Guerra Mundial. Tras el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, el arsenal nuclear se convirtió en la máxima preocupación de ambas naciones. El desarrollo de los primeros misiles intercontinentales eliminó la brecha oceánica entre Washington y Moscú, y el éxito prematuro de la URSS en las primeras fases de la conquista del espacio puso a Estados Unidos en una posición comprometida, obligándolo a invertir miles de millones de dólares para competir en una carrera en la que empezaban con desventaja.

Los avances de esa época están indudablemente vinculados a la considerable inversión realizada, una inversión que hoy en día sería simplemente inasumible con fines exclusivamente científicos. Entonces, ¿qué ha motivado nuevamente a la humanidad a regresar a la Luna después de más de 50 años? Nos encontramos en un contexto distinto al de la Guerra Fría, y resulta insuficiente atribuir el retorno a la Luna simplemente a una cuestión de prestigio.

Recursos naturales

Uno de los desafíos a los que se enfrenta la sociedad contemporánea está vinculado al agotamiento de los recursos naturales, una problemática que podría hallar solución en el espacio. La extracción de materias primas, como el titanio (ampliamente utilizado en la industria aeroespacial) o el silicio (fundamental para la fabricación de semiconductores en electrónica), se presenta como uno de los principales incentivos para regresar a la Luna. Además, el futuro de la energía eléctrica parece depender del desarrollo de la fusión nuclear, donde el helio-3 podría desempeñar un papel fundamental. El principal problema con este elemento radica en que su obtención en la Tierra resulta complicada, mientras que se estima que la Luna podría albergar millones de toneladas tras sus primeras capas superficiales.

Es evidente que la minería espacial podría convertirse en una práctica común en un futuro cercano, pero esta no es la única razón para regresar a la Luna. Nuestro satélite, al carecer de atmósfera, se presenta como una opción preferente para convertirse en un punto de partida para la exploración de otros planetas del Sistema Solar, como Marte. El establecimiento de una base Lunar permanente con presencia humana puede despejar muchas de las incógnitas que rodean a la posibilidad de viajar al planeta rojo. Además, actualmente, no se contempla la posibilidad de realizar lanzamientos tripulados directos a Marte desde la superficie terrestre. Parece casi seguro que será necesario realizar repostajes fuera de la atmósfera, y en este contexto, la Luna podría desempeñar un papel fundamental.

De este modo, al igual que en siglos anteriores la conquista de territorios en la Tierra, motivada por la explotación de recursos, derivó en grandes guerras y conflictos internacionales, en la actualidad, con el tablero repartido, parece obvio que la disputa se centra en una tercera dimensión: el espacio. Pese a que el tratado de la ONU sobre el uso del espacio exterior establece que ningún país podrá reclamar la nacionalidad de ningún territorio en la Luna, está claro que el primero en llegar tendrá preferencia sobre los demás.

Es así como el foco principal se ha centrado, de manera no casual, en los polos de la Luna. ¿Qué hay allí que haya despertado tanto interés? La respuesta es sencilla: agua. Con la mente puesta en establecer una base permanente en la Luna, la presencia de agua, en este caso en forma de hielo, se hace primordial. Esta agua permitiría la obtención de hidrógeno, utilizable como combustible, y de oxígeno, esencial para la supervivencia de los astronautas en la Luna.

Otra vez a la carrera


Impresión artística de una misión tripulada china a la superficie de la Luna – CASC

¿Cuáles son los principales participantes en esta nueva competencia espacial? Por ahora Estados Unidos, en un marco de cooperación internacional, se ha propuesto regresar a la Luna antes del final de la década. El administrador de la NASA, Bill Nelson comentaba lo siguiente en su reciente visita a España: «Estamos inmersos en una nueva carrera espacial. Si tenemos suerte, seremos los primeros en alunizar posiblemente en 2025 o 2026. La tripulación incluirá a la primera mujer en pisar la Luna y al próximo hombre.» Sin embargo, el anuncio del retraso de las misiones Artemis II y Artemis III por parte de la NASA el pasado 10 de enero ha intensificado la incertidumbre sobre quién logrará regresar primero.

En el otro extremo del escenario, como ocurrió durante la Guerra Fría, se encuentra la otra gran potencia mundial, en este caso, China. Esta nación, como la segunda economía del mundo, ha expresado su intención de alunizar en el polo Sur de la Luna para 2030, un plan que ha generado desacuerdo por parte de Estados Unidos. Bill Nelson también comentó al respecto: «Queremos preservar las potenciales fuentes de agua para la comunidad internacional e impedir que China llegue y diga que es suya.» En respuesta a los acuerdos establecidos entre Estados Unidos y algunos de sus principales socios, como la Unión Europea y Canadá, China ha anunciado su colaboración con Rusia en los próximos años.

Para cuando China lanzó su primer satélite al espacio en 1970, Estados Unidos ya había puesto un pie en la Luna. No fue hasta 2003 cuando esta potencia emergente envió su primer astronauta al espacio. Desde entonces, China ha experimentado un impresionante avance en el desarrollo de tecnología espacial. En 2019, lograron un gran hito en la exploración lunar al ser los primeros en aterrizar con la sonda espacial Chang'e 4 en la cara oculta de la Luna. La posterior misión Chang'e 5 consiguió traer de vuelta a la Tierra aproximadamente 2 kg de regolito lunar. Además, con la Estación Espacial Internacional en desmantelamiento, el desarrollo de la Estación Espacial Tiangong podría convertir a China en la única con presencia humana permanente en órbita terrestre para el año 2030.

Con este panorama, sin duda, se reanuda una carrera espacial que parece convertirse en un campo de batalla para establecer un equilibrio de poder entre las principales potencias. Aún no está claro quién será el primero en regresar a la Luna, pero sin duda la competencia está en pleno apogeo. La exploración espacial se presenta como un desafío que va más allá de lo científico y técnico, convirtiéndose nuevamente en un reflejo de la competencia geopolítica global.

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