Por @Alvy — 3 de Mayo de 2022

Rodeada de gigantescos monitores de culo gigante propios de la época, la presentadora de Tomorrow’s World cuenta en este minireportaje qué era y qué se podía esperar de la Superautopista de la información allá por 1994, hace más de 25 años. Este sonoro y futurista conceto de principios de los años 90 se atribuyó a Al Gore, vicepresidente de los Estados Unidos en la época de Bill Clinton; a veces se denomina superautopista, a veces simplemente autopista y, ya por los chistes, a veces fue reducido incluso a humilde autovía.

Como puede verse a pesar de la exaltación con la que la presentadora enseña las posibilidades de ese mundo futuro, ese maravilloso «lugar» es poco más que una incipiente Web hiperenlazada acompañada de los servicios típicos de internet como el correo electrónico («¡Puedo escribir a Bill Clinton! Pero no a John Major, porque no tiene módem…»), las tiendas (¿por qué siempre las primeras son las de flores?) o la incluso la televisión interactiva.

Y aunque a Netflix ni se lo esperaba, porque tal y como recuerda la presentadora «la Superautopista es todavía muy lenta si se viaja por las líneas telefónicas de cobre» en el mundo futuro en el que las conexiones fueran de fibra óptica se podrían transmitir imágenes e incluso vídeo de calidad. De hecho hace una acertada demostración de programa de televisión interactivo en el que se pueden ver películas y documentales a la carta e incluso hacer clic sobre el traje de un presentador para entrar en la tienda a comprarlo (como hoy en día en Instagram y otras apps).

Otra cosa que se deja entrever y que resulta muy curiosa es toda la relativa a las problemáticas de licencias y derechos: la BBC británica, por ejemplo, no tenía autorización para los servicios de televisión por cable, pero no había en principio limitaciones sobre qué se podía transmitir por la línea telefónica o de fibra «mientras se permitiera a otras empresas hacer lo mismo». También es divertida la mención a que tras realizar la compra en una tienda online «obviamente hay que dar la tarjeta de crédito para pagar», como si fuera algo ineludible, pasando por alto la posible existencia de otras formas de pago, del dinero electrónico y todo lo que vendría después.

Por si alguien no se ha fijado, en el minireportaje de cuatro minutos se aprecia el efecto vendeburras con ocho menciones al término «superautopista de la información», algo así como las veces que hoy en día podemos escuchar «metaverso» en cualquier noticia aunque no tenga mucho que ver con el tema. Quizá es por esa sensación de déjà vu con esos universos virtuales que parecen estar todavía en pañales, al menos comparados con lo que nos intentan vender por todas partes. La historia parece que se repite.

¡Ah! Y tampoco predijo la existencia de los camioneros en la superautopista. Señal de que también hay muchos efectos colaterales que se pasan por alto.

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