El turbocargador, abreviado «turbo», fue inventado por Alfred Büchi en 1905. Su finalidad es la de forzar la entrada del aire en los cilindros de los motores de combustión, lo que se conoce como sobrealimentación. El turbocargador no es el único sistema de sobrealimentación, pero sí es el más habitualmente utilizado.
Su funcionamiento se basa en dos turbinas colocadas en un mismo eje: la de un extremo es movida por los gases de escape que salen del motor en funcionamiento, haciendo que la del otro extremo del eje también gire. Esta segunda está dispuesta de tal modo que funciona como un compresor de aire, produciendo una diferencia de presión que aspira el aire de la admisión y tira de él con más fuerza, forzando la entrada de más aire en los cilindros.
Opcionalmente, en su camino desde el turbo hasta el motor el aire se puede enfriar haciéndolo pasar por un intercooler o intercambiador de calor; el aire frío es más denso, lo que significa que hay más aire por unidad de volumen. Esto mejora el encendido de la mezcla y aumenta la potencia.
El uso cada vez más extendido de los turbocompresores tiene mucho que ver con la reducción en el consumo y por extensión en las emisiones contaminantes de los motores de combustión: cuanto más aire entre en el motor más rica será la mezcla y menos combustible será necesario quemar. Y la forma de meter más aire es apretándolo tanto como sea posible con sistemas de sobrealimentación, como el turbocompresor. Esto también permite utilizar motores más pequeños sin renunciar a prestaciones y potencia.
YouTube también es posible encontrar algún vídeo de cómo funciona un turbocompresor en español, aunque esta animación es la que mejor explica su funcionamiento de forma simplificada.
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Cómo se fabrica un turbocargador, en el programa How It's Made (en inglés).