
Explorando algunos enlaces antiguos me topé con la descripción y gran historia del Inventio Fortunata, un libro que data probablemente del siglo XIV pero que se perdió con los tiempos y del que no existe ningún ejemplar. En él aparece la zona del Polo Norte, algo inexplorado hasta entonces, de una forma un tanto peculiar: como una gran montaña de piedra magnética, rodeada por olas, remolinos y cuatro grandes mares. Adentrándome en el tema, he encontrado referencias al Globo de Behaim (1492-1494), que se considera históricamente la primera representación esférica de la Tierra.
Un libro con una historia peculiar
En casi todos los sitios que encontré se cuenta más o menos lo mismo sobre el Inventio Fortunata. Se atribuye a un fraile inglés de Oxford del siglo XIV, probablemente en tiempos de Eduardo III, del que se dice que viajó a la zona polar hacia 1360. Recopiló sus apuntes en forma de libro para relatar al Rey sus descubrimiento, pero hacia 1490 ya se habían perdido todas las copias. Muchos lo apodan «el libro que se inventó el Polo Norte» porque obviamente el viajero no llegó hasta muchas de aquellas zonas ni la presentación resultaba fiel a la realidad (ni la «gran montaña magnética» existe, obviamente). Existe la posibilidad de que se inspirara en Plinio, Ptolomeo y algunos relatos medievales.
(…) En medio de los cuatro continentes hay un remolino en el que se vierten los cuatro mares que dividen el Norte. Y el agua gira a su alrededor y desciende hacia el interior de la Tierra, como si se vertiera a través de un embudo de filtración. Tiene una anchura de 4 grados a cada lado del Polo, es decir, unos 8 grados en total. Excepto que justo debajo del Polo hay una roca desnuda en medio del mar. Su circunferencia es de casi 33 millas francesas, y está compuesta por completo de piedra magnética. Y es tan alta como las nubes (…) se puede ver todo alrededor de ella; es negra y reluciente. Y nada crece sobre ella, pues no hay en ella ni un puñado de tierra.

Septentrionalium Terrarum descriptio. Un mapa del Polo Norte / Gerardus Mercator / 1577
Lo interesante es que luego aparecen personajes como el explorador Jacobus Cnoyen, que conocía el libro y había creado sus propias reproducciones en base al original. Mucho después del descubrimiento de América, la idea de aquel Polo Norte llegó hasta los tiempos del cartógrafo Mercator, quien se movía en los mismos círculos de saberes geográficos y que en 1577 (1623 según otras fuentes) todavía completaba regiones desconocidas de sus mapas con los relatos que habían llegado a lo largo de la Historia, a falta de algo mejor.
El primer globo terráqueo
Siguiendo enlaces y buscando algo más de información me topé entonces con el Globo de Behaim (o Erdapfel, «manzana de la Tierra») fabricado por Martin Behaim entre 1492-1494 (1490 según otras fuentes). A pesar de que en 1492 Colón había descubierto las Américas, todavía no había vuelto, así que los continentes americanos no aparecen, ni el Norte ni el Sur. Tampoco se había descubierto Australia. Eso sí, se considera que es el primer globo terráqueo de la historia.
El globo de Behaim incluye más de 2.000 topónimos de Europa, África y Asia, incluyendo Japón. Sin embargo, la circunferencia terrestre se calcula como solo de 29.000 km, frente a los 40.000 km reales, al «faltar» América, Australia y el Pacífico. Faltaban décadas para que con la vuelta al mundo de Magallanes (1519-1522) se confirmara de manera definitiva la esfericidad del planeta y se pudiera medir con mayor precisión. Otra curiosidad es que este globo no fue obra solo de Behaim: también hubo partes importantes como el núcleo, armazón y la pintura de Glockengießer, Kolberger y Glockendon, además del texto de Petrus Gagenhart.
El globo no está en muy buen estado, pero al menos se digitalizó en 1992 y 2011, por lo que puede verse físicamente en el Museo Nacional Germánico de Núremberg pero también descargarse para ver con más detalle en 28 fotografías de alta resolución.
Hay más información sobre el globo en Cartographica Helvetica, Historisches Lexikon Bayerns, Bayern-online erleben y en la Web de la Unesco.
El misterioso relato del monje y el globo de Behaim están en cierto modo conectados: aunque el manuscrito original del Inventio Fortunata se perdió hacia 1490, su eco perduró (hay a quien incluso le resuena a cosmología budista). El caso es que Cnoyen copió fragmentos que luego usó el Mercator en una carta a John Dee, y esa descripción fantástica inspiró su mapamundi de 1569. Durante los siglos XVI y XVII, el imaginario de un Polo dividido en cuatro tierras y un vórtice central de agua y remolinos persistió en la cartografía europea. La montaña negra del Polo norte se convirtió en la Insula Magnetum para Mercator. El Globo de Behaim se considera al menos la plasmación visual más influyente del mundo perdido del Inventio Fortunata… hasta que las expediciones reales al Ártico demostraron lo contrario.
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Bonus: aprovecho para recomendar fervientemente The Terror, una serie dramática de época, con terror y aventuras que sitúa a varios navíos en el hielo del Ártico, allá por 1847, en una expedición en busca del Paso del Noroeste entre el Atlántico, el Ártico y el Pacífico.

