Por @Alvy — 26 de enero de 2012

Newsroom del Daily Telegraph (CC) David Sim @ Flickr

Este artículo se publicó originalmente en Cooking Ideas, un blog de Vodafone donde colaboramos semanalmente con el objetivo de crear historias que «alimenten la mente de ideas».

Si hay una imagen mítica para ilustrar el concepto que muchos tenemos de «oficina» esa sería sin duda la de los cubículos de los protagonistas de Trabajo basura (1999), de cualquiera de las versiones de The Office (2001) o, por qué no, el peculiar mundo de Dilbert. En las últimas décadas ha cambiado mucho esa filosofía tradicional: antes se alejaba y «protegía» a los jefes en sus despachos del resto de la «plebe», e incluso se organizaban los rangos por plantas; hoy en día todo suele ser algo más moderno e igualitario e incluso muchos responsables de empresas se sientan con sus congéneres en la planta general. El open plan en el diseño de interiores coincidió –más o menos– con la llegada masiva de Internet a las empresas, pero más allá todavía quedaba mucho terreno por explorar.

Hoy en día cualquiera que tenga un portátil y un «pincho USB» de conexión 3G prácticamente tiene una oficina. En mis encuentros con gente de todo tipo de empresas he visto un amplio rango de «soluciones»: desde mares de cubículos en oficinas obsoletas que parecen salidas directamente de una escena de El apartamento a responsables de pequeñas empresas que trabajan en casa y que cuando les preguntas por su despacho te dicen: «este es mi portátil, este es mi sofá… Y desde ahí trabajo». Incluso pude conocer hace poco a alguien de IBM cuya experiencia en teletrabajar y evangelizar las redes sociales es tal que ha ido ejerciendo sus funciones por varios países y ahora vive en las islas Canarias pero trabaja «en todas partes»; para hacerlo más difícil todavía, sin correo electrónico.

Hay un montón de cuestiones interesantes relacionadas con todo esto de las oficinas, las relaciones físicas y personales y el trabajo desde casa. Como suele suceder, no hay nada absolutamente universal y definitivo, pero sí un montón de pistas que invitan a pensar sobre esta realidad cotidiana.

Conference Room (CC) Marcin Wichary @ Flickr

Desde hace mucho tiempo, las empresas son conscientes de que ir a trabajar no debe ser como «ir a galeras». Los viejos diseños de interminables filas y cubículos carentes de personalidad –tan perfectamente idealizados en la Aseguradora Permanente Crimson de El sentido de la vida (1983)– están ya obsoletos. Quien más quien menos puede contratar u organizar con algún diseñador un diseño algo más informal y agradable para el sitio donde mucha gente va a pasar la mayor parte del día. «Un trabajador feliz es un trabajador productivo», esa es la idea.

La movilidad ha hecho que el concepto de «puesto de trabajo» sea adaptable y cambiante. En muchas oficinas hay zonas no reservadas para nadie en particular: el primero que llega elige sitio. Esto es especialmente relevante cuando se trata de sitios por los que circulan consultores, empleados de otras sedes o personal de trabajo temporal. Todo lo que se necesita es un portátil, un enchufe y tal vez un teléfono fijo. El diseño de mobiliario de hecho ha cambiado bastante para ofrecer cajoneras con ruedas, mesas con soportes de monitor móviles y demás. Y el Wi-Fi es toda una bendición para trabajar en estos espacios. Incluso si hace falta verse «cara a cara» mucha gente considera que un rato de conexión con Skype es más que suficiente; es una opción gratuita que se ha convertido por mérito propio en sinónimo de «la videoconferencia de andar por casa».

En algunas oficinas la movilidad es tan grande que se han empezado a poner de moda los puestos de trabajo «de pie», con mesas elevadas, donde basta llegar y abrir el portátil para trabajar un rato – a veces incluso en un entorno que parece casi más un cibercafé que una oficina. Hay quien asegura que es una postura estupenda para la espalda, e incluso para «quemar calorías», pero esto varía mucho de persona en persona, así que lo más recomendable es probarlo.

El teletrabajo va calando poco a poco en las empresas. Por lo general las experiencias son buenas para empresas y trabajadores: para empezar el ahorro para ambos es significativo en tiempo, transporte y coste del espacio físico de una oficina, ya sea alquilada o comprada. Por lo general, además, aumenta la productividad y mejora la vida laboral y la conciliación con la vida personal. Y, aunque todavía quede mucho por recorrer, en general un porcentaje de las plantillas actuales es «población flotante» que si no tiene la necesidad imperiosa de estar personalmente en el lugar de trabajo puede hacerlo desde cualquier otro sitio.

Las oficinas tienden a tener más espacios de reunión que lugares fijos. Teniendo en cuenta que la oficina se convierte en un lugar necesario tan solo para intercambiar puntualmente información e ideas en persona más que para el «hecho» de trabajar, es normal que sus diseños tiendan a potenciar las salas de conferencias y reuniones. Incluso algunas están concebidas con espacio para el ocio y fomentar la creatividad. Aunque no todo el mundo va a trabajar en una «oficina de los sueños» estilo Googleplex, quien más quien menos tiene un área de esparcimiento junto a las máquinas de vending y la cafetera.
¿Viviremos mejor en un mundo sin cubículos? Por un lado es todo una avance que las oficinas sean menos grises y estén más humanizadas, pero es en el teletrabajo lo que realmente puede suponer un cambio de otra magnitud para la mayor parte de la gente. La capacidad que proporciona la tecnología para repartir el tiempo a placer a lo largo del día, estar siempre informado y organizarse las tareas es algo con lo que la mayor parte de la gente no contaba hasta hace relativamente poco. Es el trabajo por objetivos frente al trabajo por horas. Para muchos, incluso un teléfono inteligente o un tablet con conexión 3G son armas tecnológicas suficientes como para considerar un Starbucks o la terraza del bar de su barrio «su oficina» sin mayores problemas.

Aun así, hay todavía muchas pruebas que deben superar quienes deciden abrazar la nueva tecnología para huir de las aglomeraciones de las oficinas tradicionales. Todos los teletrabajadores coinciden en que la autodisciplina y la fuerza de voluntad son algo fundamental, que no puede reemplazarse con gadgets y conexiones. También muchos de ellos echan de menos los chismes y cotilleos del día a día, de los que quedan excluidos por trabajar fuera de la oficina. Una opción es reemplazarlo por una vida activa en las redes sociales, que están actuando muchas veces como sustitutas de la máquina de agua o la cafetería de la empresa. Mantener ese contacto es fundamental para no «volverse loco y caer en el aislamiento», una situación por desgracia también habitual entre los que no han podido adaptarse bien al teletrabajo.

{Foto: Newsroom del Daily Telegraph (CC) David Sim, Conference Room (CC) Marcin Wichary @ Flickr}

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