Por @Alvy — 3 de Febrero de 2021

En uno de nuestros canales favoritos, Kurzgesagt, han dedicado uno de sus divulgativos pero a la vez profundos vídeos a los peligros mortíferos de la energía nuclear. Justo estos días estuve escribiendo al respecto, y al repasar el libro La energía nuclear salvará al mundo me llamó la atención cómo sigue siendo uno los temas más controvertidos y a la vez incomprendidos de todo lo relacionado con los usos de la energía nuclear.

Hay gente que a día de hoy todavía tiene miedo a los accidentes nucleares. Pero no es un miedo racional, sino del mismo modo que quien tiene miedo a los accidentes de avión: de forma completamente irracional. Esto se utiliza como argumento en contra del uso de las centrales nucleares. Pero a diferencia de lo que ocurre en el transporte aéreo –que socialmente está más que aceptado y quienes reniegan de él son los «raritos»– aquí se critica sin una base científica y técnica: el miedo a «lo nuclear» o a la muerte a causa de un accidente mueve en ocasiones las políticas de grandes grupos, organizaciones e incluso gobiernos y países.

Las cifras son bastante claras y en el vídeo –que está muy documentado y lleno de referencia a fuentes– se resumen más o menos como ya hiciera @OperadorNuclear –el autor del libro– en sus hilos de Twitter o en un estupendo artículo suyo sobre seguridad nuclear que publicamos hace un par de años.

Kurzgesagt se concentra en dos de los tres peores accidentes de la historia de las centrales nucleares (el de Three Mile Island es anterior y no tuvo víctimas) y da las siguientes cifras sobre las consecuencias de los desastres de Chernobil y Fukushima, los dos que alcanzaron un 7 sobre 7 en la escala de desastres:

  • En Chernobil (1986) se considera que hubo 31 muertes directas tras el accidente. Los Verdes Europeos han calculado que habrá unas 60.000 víctimas indirectas («muertes prematuras») hasta 2065. La OMS en cambio calcula un dato mucho más bajo: unas 4.000 muertes indirectas.
  • En Fukushima (2011) las cifras son más claras: tan sólo hubo una muerte directa (reconocida «administrativamente»; OperadorNuclear recuerda siempre que ni siquiera con evidencia científica de ello). El resto de víctimas de aquel accidente se debieron al tsunami y a causas indirectas en la evacuación de la zona, principalmente por estrés, que afectó principalmente a ancianos. A más largo plazo –décadas– se han calculado hasta 1.000 futuras víctimas, por aumento de incidencia de cánceres, etcétera.

Esta sería la parte en la que los accidentes nucleares serían comparables a los accidentes de avión: pocos, muy espectaculares, pero no tan peligrosos como la gente cree ni como vemos en las series y películas. ¿Por qué me gusta esa comparación? Las centrales nucleares se utilizan para generar energía, y si la comparamos con otras fuentes y métodos de generación de energía es cuando las cifras de los accidentes son más claras. No sólo ya en cuanto a accidentes durante la construcción y mantenimiento de presas hidroeléctricas, aerogeneradores y similares –que también– sino incluso de forma indirecta. Un solo ejemplo del vídeo:

  • En el accidente del colapso de la Presa de Banquiao (China, 1975) que se utilizaba como estación hidroeléctrica, el número de muertes directas se calculó entre 85.000 y 240.000 personas, tanto debido a las inundaciones como a las epidemias y hambrunas posteriores en la zona (cerca de 6,8 millones de viviendas afectadas).

Los combustibles fósiles, que son la alternativa a las energías limpias/renovables y a la nuclear sabemos que producen unos 4 millones de víctimas al año, debido a las emisiones contaminantes y a su influencia en cánceres de pulmón, enfermedades de corazón y demás. Pero estas muertes son tan graduales que nuestros cerebros tienen dificultades para asimilarlo y comparar. Exactamente igual que cuando se compara el goteo de las víctimas de accidente de automóviles semana a semana con las de los ocasionales accidentes de avión.

Los diversos métodos de producción de energía tienen distinto peso como responsables de distintos porcentajes de la energía que consumimos: todavía hay demasiado uso de combustibles fósiles y poco de energía hidráulica, nuclear, eólica, fotovoltaica y otras, que son más limpias. Pero esto es fácil de ajustar para una comparación justa –algo que hacen en Kurzgesagt– y equivaldría a comparar las muertes por accidentes en cada medio de transporte teniendo en cuenta los kilómetros recorridos, no los números absolutos; algo así como «muertes/km recorrido».

Kurzgesagt / Energy Deaths

Si se hace el cálculo ajustando el número de «muertes por unidad de energía producida» y se calcula para 1 TWh, que es lo que consume una ciudad de 27.000 habitantes europea promedio, el resultado es claro. Con la combinación actual típica –aunque varía de unos países a otros– de más o menos 60-80% fósiles + 20-40% hidroeléctrica/nuclear/limpias, al cabo de 50 años se habrían producido 1.230 muertes por combustibles fósiles (principalmente carbón), 1 por solar, 1 por hidroeléctrica, 2 por eólica y 3,5 muertes en accidentes nucleares (y aquí se toma el caso más pesimista) por cada TWh. Así que incluso con ese ajuste a muertes/TWh la energía nuclear estaría entre las más seguras, siendo 400 veces más segura que los combustibles fósiles de los que todavía dependemos.

Hay otro factor que no se puede obviar: los residuos. Qué hacer con los residuos de las diferentes fuentes de energía es una importante cuestión, tanto que da para dedicar otros vídeos, artículos e incluso libros. Sabemos que los residuos radiactivos nucleares tienen una vida medio-larga y hay que guardarlos de forma segura en almacenes temporales o permanentes. Pero también sabemos que esos almacenes a día de hoy son infinitamente más seguros –como también explican en Kurzgesagt– que «lanzarlos al aire y dejarlos circular por la atmósfera» que es precisamente lo que estamos haciendo hoy en día con los residuos de las emisiones contamiantes en la mayor parte del mundo.

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