Por @Alvy — 8 de Mayo de 2022

Impresiona ver estos pequeños drones que vuelan como insectos de un enjambre, en armónica formación. Han salido del laboratorio FAST (Field Autonomous System & compuTing) del instituto de cibersistemas de la Universidad de Zhejiang, China, donde trabajan en crear modelos y comprobar su efectividad en la práctica con aparatos reales. En la EPFL trabajan también en algo parecido.

El secreto es un algoritmo que han desarrollado y presentado en la revista Science Robotics que calcula la trayectoria óptima para cada uno de los drones, tanto en el espacio como en el tiempo, reduciendo la computación a cuestión de segundos. Esta técnica puede calcular en milisegundos hacia dónde debe dirigirse cada componente del enjambre. Pero lo interesante es que la complejidad de la trayectoria sólo crece de forma lineal con el número de «agentes», no como una función exponencial.

Cada uno de los drones va equipado con cuatro rotores y visión estereoscópica, pero no necesitan GPS, ni mapas previos, ni reconocimiento de objetos, ni nada parecido. Pueden volar por sitios como un bosque, en condiciones adversas y con viento extremo, sin mayores problemas, manteniendo la posición. Cuando deben desviarse lo hacen, pero tan pronto pueden recuperan el puesto en la formación. [Nota: alguna de las escenas de los vídeos está acelerada ×2 para que sea más espectacular.]

También son capaces de llevar a cabo una estrategia de seguimiento de objetivos, aunque no puedan «verlos» de manera continua. Lo que hacen en este caso es lo que se denomina «evaluación recíproca intensiva», pasándose información unos a otros. En la demostración se ven escenas realistas con 4 y 10 drones, con objetos que quedan fuera del campo de visión y también con obstáculos diversos, a los que se enfrentan sin problemas. Los pequeños «cazadores voladores» pueden perseguir al «objetivo» mientras se está movimiento y al mismo tiempo evitar obstáculos como los árboles. Brillante.

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