Por @Wicho — 23 de Mayo de 2023

Foto de producto en la que salen Perseverance e Ingenuity ya montados junto con la caja en la que vendrá el set

Ya es oficial: el 1 de junio sale el set Lego 42158 con el que podrás montar el rover Perseverance de la NASA junto, cómo no, con su intrépido compañero el helicóptero Ingenuity.

Son 1.132 piezas de la serie LEGO Technic que permiten construir un Perseverance con ruedas que giran 360 grados, un brazo robot móvil, y una suspensión articulada. Eso sí, Ingenuity no vuela. Al parecer vendrá también con una app para disfrutar de contenidos sobre Marte.

Ya sabes:

ShutUpAndTakeMyVisa

Serán 95 euros.

(Las quejas a Pablo Ayuso, Google y The Brick Fan).

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Por @Wicho — 23 de Mayo de 2023


Impresión artística del aterrizador lunar de National Team 2 sobre la superficie de la Luna – NASA

Cuando en abril de 2021 la NASA adjudicó a SpaceX la construcción de un aterrizador lunar para el programa Artemisa alegó que sólo tenía dinero para contratar una empresa para hacerlo. A National Team, el equipo liderado por Blue Origin, la empresa de Jeff Bezos, el de Amazon, para cosas del espacio, esto le pareció fatal y acudió a los tribunales. Pero los tribunales le dieron la razón a la agencia y Jeff Bezos se quedó con un palmo de narices. O no.

Porque sin embargo la NASA pidió más dinero al congreso para poder encargar la fabricación de otro aterrizador distinto, dinero que consiguió. Así que sacó a concurso el tema de nuevo –excluyendo expresamente a SpaceX– y para sorpresa de nadie ha sido National Team 2 quien se ha llevado la adjudicación. Son 3.400 millones de dólares a precio cerrado. Si se pasan de presupuesto será la empresa la que tenga que asumir cualquier sobrecoste.

National Team 2 está formado por Blue Origin junto con Lockheed Martin, Boeing, Draper, Astrobotic y Honeybee Robotics; National Team estaba formado por Blue Origin, Lockheed Martin, Northrop Grumman y Draper.

Su aterrizador tendrá que estar listo para ser utilizado en la misión Artemisa V, teóricamente en 2029, aunque yo creo que ya ni en la NASA se creen esas fechas. Antes tendrá que hacer una misión de demostración no tripulada.

Según la agencia para Artemisa V, «el cohete SLS (Space Launch System) de la NASA lanzará cuatro astronautas a la órbita lunar a bordo de la nave Orión. Una vez que Orión se acople a Gateway, dos astronautas se transferirán al sistema de aterrizaje humano de Blue Origin para realizar un viaje de aproximadamente una semana a la región del Polo Sur de la Luna, donde llevarán a cabo actividades científicas y de exploración.»

Dicen también que así, al tener dos aterrizadores distintos, se aseguran un programa más robusto… aunque no dicen nada de que dependen exclusivamente del SLS y la Orión para lanzar las tripulaciones.

Mientras llega el aterrizador de Blue Origin la agencia utilizará el aterrizador de SpaceX para Artemisa III, que es la misión en la que se supone que volveremos a pisar la Luna más de 50 años después de haberla dejado; y una versión mejorada de ese aterrizador para Artemisa IV. SpaceX dispondrá de 1150 millones de dólares adicionales para las mejoras, que se suman a los tres mil millones de la primera adjudicación.

No han dado muchos detalles acerca de la arquitectura que dará soporte al aterrizador, aunque es de suponer que será lanzado por el New Glenn, que aún no está en servicio. Pero no sabemos cuántos lanzamientos serán necesarios para ponerlo primero en órbita terrestre y luego enviarlo hacia la Luna.

Lo que Blue Origin sí ha dicho es que usará hidrógeno y oxígeno líquidos como propelentes, lo que es una opción bastante novedosa. Con la que veremos si no se pillan los dedos. Que para 2029 no falta nada en términos aeroespaciales.

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Por @Wicho — 23 de Mayo de 2023

Portada del libro con la imagen –un tanto espoilerosa– de un médico de la peste negraEl libro del día del juicio final (Historiadores de Oxford 1). Por Connie Willis. B de Bolsillo (13 de julio de 2023). 784 páginas. Traducción de Rafael Marín Trechera.

A mediados del siglo XXI quienes se dedican a estudiar la historia están de enhorabuena porque pueden viajar en el tiempo para estudiar los hechos históricos que les interesan. Además el mecanismo que les permite esos viajes tiene una especie de protecciones internas que impide que creen paradojas temporales, lo que facilita las cosas. Pero aún así hay épocas que se consideran demasiado peligrosas como para enviar a nadie a ellas, como por ejemplo la Inglaterra del siglo XIV.

Sin embargo justo antes de las Navidades de 2054 el profesor Gilchrist, que está actuando como decano en funciones de la Facultad de Historia de la Universidad de Oxford, decide que va a enviar a una aprendiz de primer año a 1320, levantando el bloqueo que estaba en vigor para esa época, con la idea de ganar méritos en su carrera profesional.

El profesor James Dunworthy, sin embargo, se opone, no sólo porque sigue considerando esa época extremadamente peligrosa, sino porque además está unos 300 años más atrás del salto más largo que se haya hecho hasta entonces. Y porque cree que Gilchrist no ha preparado adecuadamente el salto ni entiende realmente lo que supone.

Pero aún así Gilchrist se sale con la suya y Kivrin Engle es enviada a 1320. Al menos en teoría.

Porque poco después de haberla enviado el técnico que manejaba la red –el dispositivo que usan para los viajes en el tiempo– le dice a Dunworthy que algo ha fallado. Que hay un problema muy serio. Pero antes de poder explicarse se desmaya víctima de una nueva variante de gripe que va a atacar Oxford esos días de tal modo que la ciudad va a quedar en cuarentena hasta después de Año Nuevo.

A partir de ahí la novela se divide en dos narrativas: una que transcurre en Oxford entre finales de 2054 y principios de 2055 y otra que transcurre en la Inglaterra del siglo XIV a la que ha llegado Kivrin. La de nuestro futuro se centra en los esfuerzos de Dunworthy por averiguar qué ha pasado y poder ayudar a Kivrin a pesar del brote de gripe; la del siglo XIV, sin querer hacer espoileres –aunque a la editorial ya le vale con la portada– habla de lo que se encuentra Kivrin cuando llega allí.

Eso sí, estoy convencido de que la autora de algún modo viaja en el tiempo por la forma en la que describe las reacciones de la gente al brote de gripe de Oxford. En el universo de la novela una pandemia a mediados de la década de los 2010 mató 65 millones de personas y en un momento dado uno de los personajes dice:

«No estoy acostumbrada a que me quiten así mis libertades civiles. En Estados Unidos, a nadie se le ocurriría decirte adónde puedes o no puedes ir». Y más de treinta millones de estadounidenses murieron durante la pandemia como resultado de ese tipo de pensamiento.

Esas reacciones se ven también influidas por vídeos conspiranoicos que publican algunas personas, aunque no los suben a YouTube porque aunque en el universo de los Historiadores se puede viajar en el tiempo ni Internet ni los teléfonos móviles han sido inventados. Pero sí unos dispositivos similares a las tablets –o a los PDA de antaño– capaces de imprimir cosas en papel.

Esta novela, publicada originalmente en 1992, ganó en su momento los premios Hugo, Locus y Nebula a la mejor novela. Pero a mí, aunque entretenida, se me ha hecho excesivamente larga. Quizás de las casi 800 páginas que tiene la autora podría haberse ahorrado tranquilamente un tercio y no habría pasado nada. Así que quizás acabe leyendo las otras tres novelas que forman parte de la saga –de ahí lo de Historiadores de Oxford 1– pero dejando tiempo para meter otras lecturas por medio.

B de Bolsillo está reeditando la serie en español; el enlace de arriba va a la edición de bolsillo, que saldrá el 13 de julio. Pero si lees inglés y ardes en deseos de leerla, la edición en inglés para Kindle sale por poco más de un euro.

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Los enlaces a Amazon llevan nuestro código de asociado, así que si compras la novela, ya sea en español o en inglés, o alguna otra cosa tras haberlos seguido es posible que cobremos algo en forma de comisión. Pero si lo compras en tu librería local también nos parecerá estupendo.

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Por @Wicho — 22 de Mayo de 2023

El disco en mi manoCuando me voy de viaje y me llevo la cámara tengo la costumbre de copiar las tarjetas al final del día en el disco interno del ordenador. Pero desde que mac OS utiliza el formato APFS saber cuánto espacio hay libre en el disco es casi imposible. Así que decidí que para no andar con agobios me iba a comprar un disco externo para estos menesteres. Y el agraciado ha sido un SSD SanDisk de 1TB con conexión USB-C 3.2 con el que estoy encantado.

Opté por un SSD porque para andar todo el día metido en mi mochila me parecía mejor opción que un disco tradicional. Además, este en concreto está protegido contra caídas de hasta dos metros y tiene protección IP55 contra agua y polvo.

Otra consideración es que el precio de los SSD ha bajado mucho en los últimos tiempos, con lo que es comparable con el de los discos externos USB de toda la vida: el modelo que compré –1 TB y 520 MB/s de velocidad de transferencia– ahora mismo sale por 89 euros en Amazon.

Hay otros modelos dentro de la gama con más capacidad y velocidad de transferencia, pero pensé que para lo que yo lo quería esa opción era suficiente, ya que no se trata de grabar ni editar vídeo directamente en él; como mucho procesar alguna foto por la noche en el hotel, y para eso los 520 MB/s me resultan más que suficientes.

En la práctica lo de los 520 MB/s quiere decir que mi MacBook Air es capaz de copiar una tarjeta SanDisk Extreme de 32 GB y 120 MB/s llena de archivos RAW de 27,1 MB al disco en algo menos de cuatro minutos y medio. Eso sí, para eso tengo que usar un lector de tarjetas USB 3, ya que mi cámara sólo es USB 2. Si trabajas con muchos archivos pequeños o con unos pocos muy grandes la velocidad puede variar en función de lo que se líe el sistema operativo al moverlos. Pero me parece una velocidad más que aceptable para copiar tarjetas al final del día, que es mi uso principal. Aunque también me sirve para mover datos a mis copias de seguridad remotas.

También necesitarás un cable capaz de dar la velocidad que puede dar el disco o los puertos USB de tu ordenador o dispositivo con el que vayas a usarlo; no todos los cables USB-C son iguales. Aunque lo parezcan. En este sentido en la caja del disco viene un cable USB-A a USB-C de unos quince centímetros; si tu cacharro sólo tiene USB-C tendrás que hacerte con el cable adecuado o con un adaptador.

El disco viene formateado en ex-FAT y así lo he dejado para maximizar su compatibilidad con otros dispositivos aparte de mi portátil, pero no hay ningún problema en darle otro formato si así lo prefieres o necesitas.

Además de funcionar bien el disco es minúsculo y muy ligero: mide 9,68×4,7×0,99 centímetros y pesa sólo 40,82 gramos. Aunque hay que verlo y sentirlo en la mano para realmente darse cuenta de lo que significa eso. Se puede esconder detrás de mi iPhone 8 o de prácticamente cualquier móvil del mercado actual sin que lo veas.

Si tuviera que ponerle un pero es que no tiene ningún LED que indique que está conectado a nada ni que está haciendo cosas; lo eché de menos un día que el disco no montaba, aunque al final resultó ser porque estaba usando un cable que había pasado a mejor vida.

Pero vamos, que estoy encantado con la compra.

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El enlace a Amazon lleva nuestro código de asociado, así que si compras el disco o alguna otra cosa tras haberlo seguido es posible que cobremos algo en forma de comisión.

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