Por @Wicho

Hace apenas unos minutos la Crew Dragon Freedom amerizaba en el Golfo de México con la tripulación Crew 9 a bordo. Esta incluye a Butch Wilmore y Sunita Williams, los dos astronautas de la NASA que nunca estuvieron varados en la EEI, digan lo que digan Elon Musk, Donald Trump e innumerables medios que no se enteran o no quieren enterarse, y a Nick Hague, también de la NASA y a Alexandr Gorbunov, de Roscosmos.

Wilmore y Williams llevan a bordo de la Estación desde que llegaron a ella el 6 de junio a bordo de la Starliner Calypso de Boeing. Es cierto que era para una misión de ocho días que se fue prorrogando por problemas con el sistema de propulsión de su cápsula hasta que la NASA decidió que la Calypso volvería vacía a casa, con lo que al final han estado casi diez meses a bordo. Pero siempre tuvieron medios para volver a casa.

Incluso cuando la Freedom aún no había llegado a la EEI, pues podían haber utilizado la Calypso en caso de emergencia muy grave. E incluso en los días que pasaron entre que se fue la Calypso y llegó la Freedom, pues había pensada una forma en la que hubieran podido volver a casa en la Endeavour de la Crew 8.

Los cuatro astronautas de la tripulación Crew 9 aún sentados en el interior de la cápsula
Wilmore, Gornunov, Hague y Williams poco después del amerizaje que puso fin a su misión – NASA/Keegan Barber

La decisión de la NASA de que la Calypso volviera vacía hizo que la Freedom despegara hacia la EEI el 28 de septiembre de 2024, llegando a ella el día 30, con tan sólo Nick Hague de la NASA y Alexander Gorbunov de Roscosmos a bordo, se tomó el verano pasado. Meses antes de las elecciones que ganó Trump y antes de que pudiera decidir nada el respecto. Así que las que se quedaron tiradas en realidad fueron las astronautas de la NASA Zena Cardman y Stephanie Wilson, que tuvieron que ceder sus plazas a Wilmore y Williams.

Y de las afirmaciones de Musk de que ofereció lanzar una misión especial para traer de vuelta a Williams y Wilmore, no hay prueba alguna más que su palabra. Que ya sabemos como cotiza. Hasta hubo astronautas que le recordaron que estaba mintiendo y eso le hizo cogerse una rabieta propia de un niño pequeño —otra más— en la que terminó por llamar completamente retrasado a un astronauta de la Agencia Espacial Europea.

Hague y Gorbunov estuvieron 171 días, cuatro horas, 39 minutos y unos segundos en vuelo, mientras que Williams y Wilmore estuvieron 286 días, siete horas, y casi cinco minutos en el espacio. Que sí, que es «un poco más» que los ocho días inicialmente previstos. Pero insisto: ninguno de esos días, digan lo que digan Musk y Trump, varados, retenidos, atrapados, abandonados, o nada parecido.

Dejan atrás –pero tampoco varada– a la tripulación Crew 10, recién llegada a la EEI, que será la que asuma ahora las tareas que estaban llevando a cabo a bordo los recién amerizados.

De lo que no ha dicho nada la NASA ni con el retorno de Williams y Wilmore ni con nada es del futuro de la Starliner, algo sobre lo que no está mostrando nada de transparencia pero que es fundamental de cara a la programación del envío de futuras tripulaciones a la EEI.

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Por @Alvy

El subrayado como vestigio de las máquinas de escribir

Dicen en Butterick’s Practical Typography que el subrayado es un vestigio de la era de las máquinas de escribir. Como antiguamente las máquinas mecánicas no podían cambiar de tipo de letra, no había negrita ni cursiva, así que la única forma de resaltar algo era volver atrás y teclear guiones bajos a modo de subrayado. (¿Será ese también el origen del _ guión bajo? Mmmm…

Sirva esto como excusa para recomendar este estupendo libro que puede leerse online. No solo eso, además excelentemente maquetado con textos e imágenes explicativos: los símbolos tipográficos, el formato del texto, algunas recomendaciones… No hay que olvidar que aunque hace alguna que otra mención a los navegadores web está más bien pensado para la tipografía de materiales impresos como libros, periódicos o folletos. Por eso también hay que tomarse las recomendaciones desde esa perspectiva.

En los navegadores web tenemos más suerte, porque se pueden usar varias opciones como text-decoration: underline; y luego variar el estilo, color, grosor, etc. con más parámetros e incluso combinaciones como text-decoration-style: solid / double / dotted / dashed y otras.

Como el libro es gratis admite donaciones o también que le compres alguna tipografía al autor si te saca de un apuro o te enseña más que los profesores de clase.

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Por @Wicho

Portada del libro con una foto en blanco y negro en la que un grupo de pilotos posa frente al un Hurricane, aunque el autor, más o menos en el centro del grupo, sale coloreadoGun Button to Fire: A Hurricane Pilot's Dramatic Story of the Battle of Britain. Por Tom Neil. Amberley Publishing (15 de marzo de 2012). 320 páginas.

Un encuentro fortuito con un miembro en formación de la RAF cuando tenía doce años convenció al autor de que él también quería entrar en la fuerza aérea y, de hecho, ser piloto. Aunque sus padres no estaban muy de acuerdo y le buscaron trabajo en un banco.

Pero como compromiso en cuanto tuvo edad se alistó en la Reserva Voluntaria de la RAF, lo que simultaneaba con su trabajo en el banco. Hizo su primer vuelo el 22 de octubre de 1938 en una Gipsy Moth y para el 20 de abril de 1939 le dieron la suelta en una Tiger Moth.

El uno de septiembre, con la invasión de Polonia por parte de Alemania, fue llamado a filas y enviado a un escuadrón de formación, de dónde, una vez graduado, fue enviado al 249 Escuadrón, un escuadrón en formación al que se incorporó el 15 de mayo. En él voló Spitfires hasta el 11 de junio, cuando fueron reequipados con Hurricanes, el avión que salvó a Gran Bretaña y que además hizo muchas cosas más, a partir del día 12.

Él y sus compañeros no lo sabían pero eso les daba aproximadamente un mes para adaptarse a sus nuevos aviones antes de que comenzara la Batalla de Inglaterra, sin duda una de las más importantes de la Segunda Guerra Mundial, ya que impidió que Alemania invadiera Gran Bretaña, cambiando el curso del conflicto.

Este libro son sus memorias desde que empezó su entrenamiento hasta el 31 de diciembre de 1940, así que cubre todo el periodo de la Batalla de Inglaterra y parte del de la campaña de bombardeos masivos por parte de la Luftwaffe.

Durante este periodo voló 141 misiones en las que su único contratiempo serio fue el siete de noviembre cuando una colisión con el avión de un compañero le obligó a saltar en paracaídas.

Pero el libro, escrito a partir de sus recuerdos y de la copiosa correspondencia que mantuvo con sus padres, no habla sólo de combates aéreos, que por supuesto, y de lo que hacían bien, mal o regular durante ellos, sino que también habla de cómo se sentían al tener que disparar –y en ocasiones matar– a otras personas y de cómo gestionaban la muerte de sus compañeros.

Incluye un montón de fotografías y un epílogo escrito en 2010, año en el que fue publicado el libro en el que Neil cuenta qué fue de los compañeros que dejaron más huella en él durante aquel periodo.

Una autobiografía cruda y descarnada a la vez que a ratos inocente porque apenas había cumplido 20 años. Muy interesante.

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Por @Alvy

El mayor robo de criptodivisas de la historia (AI) ChatGPT / DALL-E

Hace unas semanas se produjo otro hackeo multimillonario en el mundo de las criptomonedas. Esta vez, las enhorabuenas a los premiados (o los avergonzados, según cómo se mire) se las llevó Bybit, una casa de cambio (exchange) de criptomonedas que perdió 1.500 millones de dólares en Ethereum en un ataque digno de película de espías, pero sin James Bond para arreglarlo al final.

Tras cometerse y reconocerse el robo como tal se apuntó rápidamente a un grupo de cibercriminales: crackers autodenominados Lazarus Group, vinculados a Corea del Norte, país que, al parecer, ha diversificado su modelo de negocio: menos exportación de minerales, más atracos digitales.

Para cometer el crimen explotaron fallos de seguridad en la plataforma, desplegaron malware personalizado y muy fino, fino, filipino y aplicaron el viejo truco del phishing, ese clásico infalible que sigue funcionando porque la gente sigue haciendo clic donde no debe. Y seguro que alguna dosis de admin/admin hubo por ahí, que eso nunca falla.

Pero la cosa no se quedó en el robo. Semanas después ya se sabía que 1.400 de los 1.500 millones de dólares ya habían sido blanqueados utilizando mezcladores de criptomonedas y un laberinto de transacciones digno de un thriller financiero. A estas alturas las autoridades han logrado recuperar… bueno, prácticamente nada, lo que confirma que robar criptos sigue siendo más «rentable» que intentar invertir en ellas. (Pero recordad niños: el crimen no compensa.)

Para rematar el despropósito, las autoridades sospechan que el dinero robado ha acabado financiando programas militares y nucleares de Corea del Norte. Este incidente deja en evidencia (una vez más) que la seguridad en las exchanges sigue teniendo más agujeros que un colador (el que guardas bajo el colchón, a la antigua usanza, vamos). Se han hecho mejoras, sí, pero los crackers siguen jugando en otra liga.

El dilema para Ethereum

El robo en Bybit sólo fue de Ethereum, lo que revivió el dilema del hackeo de The DAO de 2016, algo que es potencialmente posible en esta criptomoneda: revertir las transacciones criminales para recuperar los fondos o preservar la inmutabilidad de Ethereum. En aquel momento la comunidad optó por un hard fork para revertirlo al estado original y devolver el dinero robado. Esta vez no se ha revertido, para no socavar la confianza en la criptomoneda y abrir la puerta a futuras manipulaciones.

Bybit ha tenido que asumir el dinero como pérdidas, pero se ha lanzado fieramente contra los cibercriminales, en la web LazarusBounty.com, donde han puesto literalmente precio a su cabeza: hay recompensas y se informa puntualmente de los avances.

Así que aquí estamos: otro crackeo histórico, otro recordatorio de que en el mundo cripto no hay garantías. Es otra oportunidad para que la industria reaccione… O al menos para que lo intente. Si algo han demostrado Bitcoin y otras criptomonedas es su capacidad de adaptación y mejora constante. Puede que hoy celebren los crackers, pero a largo plazo, los avances en seguridad y regulación serán los que marquen la diferencia.

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