Esta pasada madrugada la nave de carga Tianzhou 9 se acoplaba de forma automática al puerto posterior del modulo Tianhe de la Estación Espacial China (CSS por sus siglas en inglés) tras un vuelo de tan sólo tres horas y 18 minutos.
Como en todos los lanzamientos anteriores del modelo la nave despegó desde el Centro de Lanzamiento de Satélites de Wenchang a bordo de un cohete Larga Marcha 7.
Despegue de la misión – CMSA (Agencia Espacial Tripulada de China)
Lleva a bordo casi 6.500 kg de suministros, entre ellos propelentes, experimentos científicos, artículos de primera necesidad y equipos para hacer ejercicio para la tripulación, y dos nuevos trajes espaciales Feitian mejorados capaces de 20 usos en cuatro años de servicio frente a los 15 usos en tres años de los anteriores.
A pesar de su número este es el octavo en acoplarse a la CSS, ya que el Tianzhou 1 fue una misión de prueba al laboratorio espacial Tiangong–2, con el que se atracó hasta tres veces para comprobar tanto los sistemas de guiado como los de transferencia de combustible.
Con un peso al lanzamiento de 13.000 kilos, de los que 6.500 son de carga útil, incluyendo hasta 2.000 kg de combustible y unas medidas de 10,6 metros de largo y 3,35 metros de ancho, el Tianzhou (Nave Celestial) es, por así decirlo, la versión china de las cápsulas de carga Progress, aunque en realidad su diseño está basado en las estaciones Almaz.
La tripulación de la Shenzhou 20 se encargará de ir retirando la carga útil del interior del Tianzhou 9 y de sustituirla por materiales de desecho y ya no necesarios a bordo de la estación para que se desintegren en la atmósfera junto con la cápsula de carga en una reentrada controlada al fin de su misión.
Hoy se cumplen diez años del sobrevuelo de Plutón por parte de la sonda New Horizons de la NASA. Cuando la lanzamos era la primera sonda al último planeta. Sólo que por el camino Plutón fue degradado de planeta a planeta enano. Pero aún así nos descubrió un mundo lleno de complejidad y detalles.
Plutón en alta resolución y a todo color – NASA/JHUAPL/SwRI
Y es que tras quince meses de descarga de datos aprendimos que
La complejidad de Plutón y sus satélites es mucho mayor de lo que esperábamos.
La cantidad de actividad actual en la superficie de Plutón y lo jóvenes que son algunas de sus superficies son simplemente sorprendente.
Las brumas en su atmósfera y que esta se escape al espacio a un ritmo menor que el previsto ha puesto patas arriba los modelos que manejaban los científicos hasta el sobrevuelo.
El enorme cinturón tectónico del ecuador de Caronte sugiere que en el pasado lejano un océano de agua se congeló en su interior; otros datos aportados por la New Horizons indican que Plutón podría tener un océano de agua interno en la actualidad.
Todas las lunas de Plutón a las que hemos podido poner edad gracias a los cráteres de su superficie muestran la misma edad, lo que sugiere que se formaron al mismo tiempo en una colisión entre Plutón y otro planeta del cinturón de Kuiper hace mucho tiempo.
La mancha roja que cubre el polo norte de Caronte es algo que no habíamos visto nunca en el sistema solar y puede ser el resultado de gases de la atmósfera de Plutón que escaparon de ésta y que se depositaron en la superficie de Caronte.
El glaciar de nitrógeno con forma de corazón de la superficie de Plutón, informalmente bautizado Sputnik Planum, es el glaciar más grande que conocemos en el sistema solar, con 1000 kilómetros de ancho.
Plutón parece experimentar grandes cambios en su presión atmosférica y hay señales de que en el pasado probablemente había líquidos en su superficie, algo que sólo hemos visto hasta ahora en la Tierra, Marte y Titán.
El que la New Horizons no haya encontrado ninguna luna más aparte de las cinco ya conocidas en órbita alrededor de Plutón ha sido toda una sorpresa.
La atmósfera de Plutón es azul.
La New Horizons no llevaba combustible a bordo como para entrar en órbita alrededor de Plutón, así que tras pasar a una distancia mínima de 12.500 km de su superficie siguió su camino hacia los confines del sistema solar.
Pero como todos los sistemas de a bordo seguían funcionando su trayectoria fue convenientemente modificada para que sobrevolara Arrokoth en el cinturón de Kuiper, del que también envió copiosos datos.
Y como allí tampoco se pudo parar hoy en día está ya casi al doble de distancia que Plutón mientras sigue utilizando sus instrumentos para explorar las zonas más remotas del Sistema Solar.
Desde el control de la misión estiman que su generador térmico de radioisótopos debería permitirle seguir en funcionamiento hasta la década de los 2030. E incluso dicen que podrían sobrevolar algún otro astro si aparece alguno «a tiro».
Lo malo es que la administración Trump quiere cargarse la misión. Entre muchas otras.
Acabo de descubrir los bucles de inducción antisubmarinos, unos dispositivos que apenas con nada más que unos cables y un voltímetro eran capaces de detectar la presencia de submarinos sumergidos.
Fueron una invención del físico Alexander Crichton Mitchell, quien tuvo la idea de que, en virtud de la ley de inducción electromagnética de Faraday, que básicamente dice que si mueves un imán cerca de unos cables en estos se generará un voltaje, un submarino, con todo el metal que lleva, haría lo mismo al pasar cerca de unos cables tendidos sobre el fondo marino.
Unas pruebas levadas a cabo en agosto de 1915 en el fiordo de Forth demostraron que el paso de un submarino por un cable formaba un bucle de inducción que provocaba una tensión de aproximadamente un milivoltio, detectable por un galvanómetro lo suficientemente sensible.
Así que cuando el Almirantazgo cayó en la cuenta de lo que tenían entre manos fueron instalando varios de estos bucles en distintos lugares a partir de la primavera de 1918. La idea era proteger los accesos a puertos y bases navales con ellos. O colocarlos en sitios más o menos estrechos por los que se podía intentar colar un submarino.
Una instalación típica tenía un par de bucles de unos 180 metros de ancho y hasta unos 4.500 metros de longitud conocidos como el bucle externo y el bucle interno colocados lado a lado para dibujar –más o menos– la forma de un campo de fútbol. Aunque nada impedía instalar varios bucles para cubrir zonas más grandes de las que podía cubrir uno solo.
Estaban conectados a una caseta en tierra en la que había una resistencia variable que permitía ajustar el voltaje generado en uno de los bucles para que fuera igual al del otro. Y pronto, además, por amplificadores de válvulas que permitían aumentar el escaso voltaje inducido para que fuera más fácil de detectar.
Los dos bucles permitían detectar la dirección de movimiento del submarino, ya que primero uno y luego otro generaban el voltaje inducido que marcaba el galvanómetro de cada uno. Además, cuando el submarino pasaba por el punto en el que los dos bucles estaban juntos el voltaje generado era el doble, ya que había el doble de cable excitado, así que era posible saber cuándo pasaba por ese punto.
Los cables eran en realidad muy similares a los cables de comunicaciones submarinos, con varias hebras de hilo de cobre en el centro cubiertas por varias capas de aislante y materiales de protección, de las que la más exterior solían ser hilos de hierro que rodeaban todo el conjunto.
Al producirse una detección, y una vez determinado que no se trataba de un submarino amigo –que, por otra parte, pasaría sin sumergirse, así que no solía haber muchas dudas– se podían enviar embarcaciones con cargas de profundidad para intentar cazarlo. O, en algunas instalaciones como la de la base de Scapa Flow, se podían activar minas de forma remota. De hecho el submarino alemán UB-116 resultó dañado por una de esas minas y luego hundido por cargas de profundidad tras ser detectado por un bucle de inducción. Fue el último submarino alemán hundido por los aliados antes de que se firmara el armisticio.
Los bucles se siguieron utilizando hasta algo después de la Segunda Guerra Mundial. Pero hace mucho que han caído en desuso, sustituidos por detectores de anomalías magnéticas (MAD por sus siglas en inglés) montados en aviones o helicópteros. Estos dispositivos lo que hacen es, como su propio nombre indica, detectar las variaciones en el campo magnético de la Tierra que provocan los metales ferromagnéticos del submarino. Tienen la enorme ventaja de que te los puedes llevar a dónde crees que puede estar el submarino en lugar de tener que esperar a que el submarino pase por dónde tú crees que va a pasar.
Aunque su espíritu vive, por ejemplo, en los detectores de metales que se usan para detectar minas antipersonales enterradas u objetos perdidos en una playa; o en los arcos detectores de metales de los aeropuertos y similares.
Lo que se puede ver todavía son restos de muchas de estas instalaciones, ya sean las casetas de control o los cables propiamente dichos, que en muchas playas están perfectamente a la vista sobre la arena, como se puede ver en el vídeo de arriba.
Aunque suene paradójico, las herramientas de desarrollo mediante IA hacen creer a los programadores que trabajan más rápido, pero en realidad van más despacio. Esto se desprende de las investigaciones de un grupo de programadores sin ánimo de lucro, que bajo el nombre METR tiene formas de medir el rendimiento real mediante diversas pruebas.
Mientras que los programadores a los que les facilitaron herramientas IA pensaban que serían un 24 por ciento más rápidos, en realidad se retrasaron un 20 por ciento respecto a los tiempos medios en realizar las tareas. Principalmente usaron Cursor Pro con Claude 3.5/3.7 Sonnet.
Este no es el único estudio al respecto; uno de Qodo y algún otro vienen a indicar más o menos lo mismo: que incluso aunque después de haber terminado piensan que son más rápidos, los programadores que usan herramientas IA acaban siendo más lentos.