Por @Alvy — 9 de Diciembre de 2023

La vida antes de los enchufes o cómo manejarse «a pelo» con la electricidad hacia 1900

A finales del siglo XIX la electricidad llegó a la población general gracias a los desarrollos de Nikola Tesla y Thomas A. Edison, algo que se conoce como la famosa Guerra de las corrientes. Junto con grandes inversores como George Westinghouse y J.P. Morgan desarrollaron las plantas de generación de electricidad y su distribución a través de redes hasta los hogares.

En algún libro que ahora no recuerdo leí hace años sobre lo salvaje que era aquella época del uso de algo «nuevo y desconocido» en los hogares. Con voltajes de 110V en Estados Unidos (que era al que funcionaban las bombillas de filamentos) y de 220V en Europa, en los hogares se manejaban unos 10-15 amperios de intensidad. Suficientes para dar un buen zurriagazo a quien no manejara la instalación con cuidado.

Una era de «terror eléctrico»

Uno de los problemas era la falta de estandarización. Para empezar, los enchufes tal y como los conocemos no se habían inventado, de modo que lo normal era conectar los cables directamente a la instalación, con el riesgo que eso suponía. En algún sitio he leído que podía haber un «problemas de polaridad», pero esto sería solo en instalaciones de corriente continua (DC) cuando lo habitual era la corriente alterna de Tesla (AC) mucho más eficiente. En cualquier caso dicen que en esas instalaciones quien no se fijara bien básicamente tenía una probabilidad de «chispazo» del 50%. ¡Ouch!

Otro problema se debía a que la electricidad se usó entre 1880 y 1900 en los hogares era principalmente para las bombillas, muchas de las cuales ya iban «a rosca», conectadas con su rosca Edison que ha perdurado hasta nuestros días. Pero luego fueron inventándose los electrodomésticos: tostadoras de pan (1893), lavadoras y aspiradoras (1908), planchas y similares. Y no había conectores estándar. Así que imagina conectar una tostadora con sus cables pelados a las clavijas de la instalación eléctrica para preparar el desayuno.

Lavadora Thor (1920) (CC) WikimediaMás sangrante era el caso de las lavadoras, que tenían grandes motores y había que enchufar y desenchufar también «a pelo». Para más inri en aquella época ese trabajo no era algo que hiciera la señora de la casa, sino principalmente las sirvientas, que solían enfrentarse peor a los peligros y acababan sufriendo los latigazos de corriente y los cortocircuitos en sótanos o cobertizos con instalaciones en pésimas condiciones. En el libro que mencioné al principio explicaban que muchas vivían aterrorizadas al tener que manejar los maléficos aparatos eléctricos y temían por su vida.

Enchufes para un futuro mejor

El inglés Thomas Tayler Smith patentó en 1882 un enchufe de dos patillas similar al actual, y de aquella década se conocen más inventos similares que por desgracia no se estandarizaron. Harvey Hubbell inventó en Estados Unidos un enchufe muy seguro en 1904, que tenía el aspecto de lo que hoy sería un casquillo de bombilla en el que se encajaba un cable con dos patillas, como los enchufes actuales. Usando porcelana como material aislante, proporcionó mucha más seguridad tanto a nivel personal como para evitar chispas e incendios.

Los diseños de patillas planas de Hubbell se convirtieron en el estándar NEMA 1-15 (americano). Debido a la falta de estandarización, cada país y región siguió su camino, normalmente por la influencia de países vecinos, cuestiones coloniales o las relaciones comerciales de importación/exportación. Y así, hasta nuestros días, en los que todavía no existe el enchufe universal.

La otra parte del problema fue conseguir que los fabricantes y la población general usaran los enchufes. Teniendo en cuenta que hasta los años 1930 en occidente todavía había grandes grupos de gente en zonas rurales que no tenían acceso a la electricidad, se puede entender la complicación. Pero por suerte el ver lo que suponía la mayor seguridad y el hecho de que se pudieran evitar chispas, incendios y males mayores ayudó bastante. Lo que antes era un lujo pasó a ser una necesidad de uso común y la vida cotidiana paso a ser algo mucho mejor.

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Por @Wicho — 9 de Diciembre de 2023

Hace unas horas LandSpace ha lanzado su cohete Zhuque-2 propulsado por oxígeno y metano líquidos (metalox) por tercera vez. Era el tercer lanzamiento de un Zhuque-2. Y ha sido el primero de la historia en conseguir poner en órbita una carga útil, en este caso los satélites Honghu, Honghu-2 y Tianyi-33.

El primer lanzamiento de un Zhuque-2, en diciembre de 2022, fracasó por un fallo en los motores de maniobra de la segunda etapa. Y con él se perdió el satélite Zhixing 1B. El segundo fue el 12 de julio de 2023, y aunque terminó con éxito, en esta ocasión no llevaba ninguna carga útil por si acaso.

Así que finalmente LandSpace no sólo ha sido la primera empresa en poner un cohete metalox en órbita sino que también ha sido la primera en conseguir hacerlo operativo, adelantando a toda su competencia, en especial SpaceX con el Starship y United Launch Alliance con el Vulcan. El Starship acaba de hacer su segundo lanzamiento a mediados de noviembre, que en el que aunque ha mejorado considerablemente los resultados del primero, no ha conseguido poner en trayectoria suborbital la segunda etapa, que era el objetivo primario. El Vulcan, por su parte, está estos días haciendo su primer ensayo de carga de propelentes para un posible primer lanzamiento el 24 de diciembre.

También dejan atrás a Relativity Space, que el 23 de marzo de este mismo año lanzó su Terran 1, que no consiguió entrar en órbita, y que desde entonces ha dicho que no o lanzará más para centrarse en el desarrollo del Terran-R.

LandSpace, por su parte, está trabajando ya en el Zhuque-3, una versión mejorada del Zhuque-2 que se puede describir perfectamente como un Falcon 9 con motores metalox. Esperan tenerlo en servicio en 2025.

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Por @Wicho — 9 de Diciembre de 2023


El cometa Halley fotografiado desde la Tierra durante su visita de 1986 – NASA/W. Liller - NSSDC's Photo Gallery (NASA)

A la hora en la que se publica esta anotación, las 2:01 de la mañana, hora peninsular española (UTC +1) del 9 de diciembre de 2023, el cometa Halley está pasando por el afelio de su órbita. Ese es el punto en el que más lejos estará del Sol en su órbita actual. Y eso quiere decir que desde este momento comienza de nuevo a aproximarse a nosotros. Aunque el perihelio, el punto de máxima aproximación al Sol, no se producirá hasta el 28 de julio de 2061… así que no sé yo a quienes nos pillará por aquí.

El Halley es uno de los cometas más brillantes que nos visita, y es el único de periodo corto –76 años en términos cósmicos es corto– visible a simple vista así que su paso por los cielos de nuestro planeta están documentados desde hace mucho tiempo. Desde el 239 a. C., de hecho. Aunque recibe su nombre de Edmund Halley, que fue quien calculó su órbita a partir de las observaciones de su visita de 1682.

En su visita más reciente, la de 1986, enviamos una verdadera flotilla de sondas espaciales a visitarlo, que de hecho fue conocida como la «Flotilla Halley.» Entre ellas estaba la sonda Giotto de la Agencia Espacial Europea, que en la noche del 13 al 14 de marzo de 1986 hizo su máxima aproximación al cometa, llegando a tan sólo 596 kilómetros de su núcleo.


El núcleo del Halley visto por la Halley Multicolour Camera (HMC) de la sonda Giotto de la Agencia Espacial Europea (ESA) – ESA/MPAe Lindau

Es de suponer que para la próxima visita enviemos sondas aún más sofisticadas; no hay que olvidar que desde entonces hemos sido capaz de visitar varios cometas más e incluso de poner la sonda Rosetta en órbita alrededor de 67p/Churyumov-Gerasimenko y el aterrizador Philae sobre su superficie en una de las misiones espaciales más espectaculares de los últimos años.

Y con toda seguridad el cometa será fotografiado desde Tierra con equipos mucho más sofisticados que los disponibles en 1986 y, sobre todo, asequibles por muchas más personas.

Pero, sobre todo, dará de nuevo un espectáculo que se podrá disfrutar a simple vista.

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Por @Wicho — 7 de Diciembre de 2023


La cápsula en tierra junto con el paracaídas principal – NASA/Keegan Barber

El pasado 24 de septiembre la cápsula de la sonda OSIRIS-REx aterrizaba en el desierto de Utah con muestras del asteroide Bennu. No había visto nada raro en la maniobra pero la NASA acaba de hacer público que un error en el cableado casi da al traste con la misión.

Parece ser que unas instrucciones poco claras llevaron a que los disparadores de los paracaídas fueran cableados en el orden erróneo de modo que las señales destinadas a desplegar el paracaídas guía se activaron fuera de orden.

Así, al pasar los 30 kilómetros de altitud, momento en el que debía haberse desplegado el paracaídas en cuestión, lo que se disparó fue el cortador del cable que lo tenía que haber liberado de la sonda. Pero el paracaídas aún estaba en su compartimento. Después, al pasar los 3 kilómetros, se disparó el mecanismo que tenía que haberlo sacado de su compartimento. Pero como ya no estaba sujeto a la sonda, el paracaídas guía se perdió en la atmósfera sin frenar ni estabilizar la sonda.

Afortunadamente todo estaba programado para que a continuación se desplegara el paracaídas principal, que no sólo resultó estar bien cableado sino que además estaba diseñado con el suficiente margen de seguridad como para permitir que la cápsula de muestras aterrizara intacta.

En esta ocasión todo terminó bien, aunque la agencia aún está peleando con dos tornillos díscolos para abrir la cápsula.


Tapa del mecanismo de recogida de muestras con todos sus tornillos aún sin quitar – NASA/Erika Blumenfeld & Joseph Aebersold

Pero recuerda mucho a cuando la cápsula de muestras de la misión Genesis se estrelló en ese mismo desierto porque alguien había montado los acelerómetros al revés. Eso hizo que el ordenador de a bordo nunca detectara el frenado causado por la entrada en la atmósfera, con lo que nunca activó la secuencia de aterrizaje.

Afortunada e increíblemente el equipo de la misión consiguió separar el material terrestre como de la mitad de las muestras –las otras resultaron totalmente destruidas– con lo que la misión al final no fue un fracaso.

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