Por @Alvy — 13 de Mayo de 2023

TimeChain Clock

Condensando un montón de información en algo parecido a la esfera de un reloj, Timechain Calendar muestra datos en tiempo real sobre la cadena de bloques de bitcoin. Pero además de eso también permite revisar todo lo que sucedió en el pasado –desde el 3 de enero de 2009 que es cuando comenzó a funcionar la cadena– a lo largo de los a día de hoy 789.540 bloques que conforman lo que, originalmente, Satoshi Nakamoto denominó timechain (lo de blockchain vino después, en el paper ni aparece).

Entre la información que puede visualizarse están:

  • La altura de bloque que indica el último número de bloque añadido.
  • La fecha, hora y datos correspondientes a ese bloque:
    • Cuánto tiempo hace que se minó.
    • El número de transacciones (TX) incluidas.
    • El tamaño en MB.
    • El nombre de la entidad/grupo/minero que lo minó.
  • Las comisiones (fees) de la mempool:
    • Los valores bajos/medio/alto en Satoshis (cienmillonésimas de bitcoin) por bytes (vB).
    • Por debajo de qué valor se purgan.
  • Los datos sobre la mempool o lista de transacciones pendientes:
    • Cuál es el flujo de entrada (inflow).
    • Cuántas transacciones faltan por confirmar y qué tamaño tienen.
    • Cuántos bloques ocupan.
  • Cuánto tiempo se necesitó para minar el último bloque
  • Cuál es el tiempo objetivo de minado (normalmente, 10 min.)
  • Cuánto se ajustará ese tiempo para acercarlo al objetivo.
  • Cuál es el hashrate total de la red bitcoin, en hashes/s.
  • La época (210.000 bloques o unos 4 años, cuando se producen los halvings o divisiones por dos de las recompensas de bloques.)
  • El suministro (supply) de bitcoin (actualmente unos 19,4 millones) y su porcentaje sobre el total posible (21 millones).
  • El cambio respecto el dólar en los mercados (USD/BTC y SATS/USD).
  • Los bloques hasta el siguiente halving (círculo naranja).
  • Los bloques hasta el siguiente ajuste de dificultad (círculo rojo).

También hay unos botones para poder ajustar las preferencias sobre si mostrar cierta información o no, así como una explicación (info) sobre la terminología y las fuentes de que se extraen los datos, como Mempool.space.

Como bonus su creador nos regala enlaces al panel de Clark Moody con todo tipo de datos técnicos y de mercados, TimeChainStats y el explorador de bloques Bitfeed, entre otros sitios interesantes.

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Por @Wicho — 25 de Abril de 2023

Siguiendo la costumbre iniciada a principios de siglo, que año a año ha ido viendo cómo evoluciona España en este sentido, ya está disponible el informe Sociedad Digital en España 2023.

Estos puntos, sacados del resumen ejecutivo, son los que ha intentado tratar la edición de este año:

  • La digitalización es un fenómeno global imparable. En 2022, casi dos tercios (66,3%) de la población mundial era usuaria de internet. Este porcentaje es 3,7 puntos superior al de 2021 (62,6 %). En términos absolutos, existían más de 5280 millones de personas usuarias de internet, 338 millones más que en 2021.
  • La encrucijada abierta sobre la evolución de internet. El Foro Económico Mundial ha realizado un interesante ejercicio consistente en proyectar en cuatro posibles escenarios la evolución de las redes en 2027. Los dos ejes que configuran esta herramienta combinan la integración o fragmentación física y virtual.
  • La soberanía digital de Europa. Europa se perdió la primera ola tecnológica, pero debe aprovechar la siguiente, en la que cuenta con ventajas competitivas y debe desarrollar sus propias capacidades digitales. Aunque se ha convertido en un referente para numerosos gobiernos democráticos por su defensa de los derechos ciudadanos dentro de la transformación digital, la Unión Europea no puede seguir confiando solamente en su poder regulador, sino que debe convertirse en una superpotencia tecnológica por sí misma.
  • La sostenibilidad medioambiental de la economía digital. Las tecnologías digitales son una herramienta clave para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible planteados por la ONU para el año 2030. Dentro de estos objetivos, el número 13 hace referencia a la lucha contra el cambio climático, donde la economía digital tiene una misión y un desafío. La misión es conseguir que la transformación digital del resto de los sectores productivos les permita desarrollar sus procesos de forma más eficiente, reduciendo las emisiones de gases contaminantes y consumiendo menos energía. El desafío que se plantea al sector digital es lograr reducir su propia huella energética al tiempo que se incrementa de manera incesante el uso de tecnologías digitales.
  • Una contribución justa que garantice la sostenibilidad de las redes. Mientras que los ingresos de las telecomunicaciones disminuyen, el tráfico de internet crece rápidamente, un 35% anualmente y más del 50 % en el caso de los datos móviles. Solo seis grandes plataformas digitales globales impulsan este crecimiento y generan más de la mitad del tráfico total de internet. Esto se traduce en unos costes más elevados para los operadores de redes en la Unión Europea que no pueden recuperarse, ya que los ingresos permanecen invariables. Urge desarrollar una propuesta legislativa que aborde las asimetrías del poder de negociación en el ecosistema digital, de forma que los grandes originadores de tráfico paguen un precio justo y razonable por los servicios que se les prestan, incentivándoles a entregar el tráfico de una manera más eficiente.

Son 528 páginas en formato PDF con textos explicativos, datos y gráficas, y artículos, en riguroso orden de aparición, de Silvia Leal, Víctor Calvo-Sotelo, Ofelia Tejerina, Hungria Panadero, Sonia Casillas, Lucía Velasco, Verónica Pascual, Lorena González, Almudena de la Mata, Esther Paniagua y Sol Undurraga.

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Por @Alvy — 15 de Abril de 2023

El tipo que robó 50.000 bitcoins / DOJSilk Road fue un famoso mercado negro de la Dark Web donde se podría comprar básicamente de todo: desde drogas ilegales a tarjetas de crédito robadas, datos personales o piezas para fabricar armas. También se podía contratar servicios de sicarios y cosas mucho peores. Pues bien: en ese lúgubre lugar digno de película de investigadores privados chungos alguien tuvo los santos redaños de robarle el dinero a quienes negociaban por allí. Básicamente timando y estafando a la gente, hasta el punto de que consiguió acumular 50.676 bitcoins, que era una de las monedas de uso corriente allí.

Silk Road cerró hace una década y como se sabe Ross Ulbritch («El terrible Pirata Robert», su creador) cumple condena de por vida desde 2013 por lavado de dinero, crackeo de ordenadores y narcotráfico en Silk Road.

Al tipo que robó los 50.000 bitcoins aquellos también lo pillaron, un tal James Zhong, detenido hace unos años, en noviembre de 2021. Ahora, según cuentan en Business Insider, lo han condenado a un año de prisión. Al parecer no fue muy hábil explicando cómo había podido obtener tal fortuna cuando le investigaron.

El tipo que robó 50.000 bitcoins / DOJLo más estrambótico del caso es que los bitcoins los tenía escondidos en una lata de Cheetos Popcorn de dos sabores, en una caja fuerte de su sótano, junto a 661.900 dólares en efectivo, varios lingotes de oro y plata y bitcoins físicos en monedas Casascius. Los 50.000 bitcoins valdrían unos 1.500 millones de dólares a día de hoy –lo justo para llenar un buen carro en el Mercadona, euro arriba euro abajo– pero habrían llegado a valer unos 3.400 millones cuando el bitcoin estuvo en máximos a finales de 2021. Una parte se la había pulido ya el amigo en inversiones inmobiliarias, clubes nocturnos, Lamborghinis y hoteles de lujo, que sólo de Cheetos no se puede vivir en tu cueva.

Lo más curioso del asunto es que aunque se declaró culpable de fraude y la fiscalía pedía el máximo de 20 años, la condena ha sido únicamente a un año y un día, por la «naturaleza atípica» del asunto. Lo que viene a decir que aunque robó, robó a ladrones, y eso es un poco distinto que robar a gente honrada. Así que entre que no parecía un tipo peligroso, se comportó bien, se declaró culpable y –suponemos– el Estado confiscará esos apetecibles bitcoins, todos contentos. Un extraño caso en el que no queda muy claro si se cumple aquello de «el crimen no compensa».

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Por @Wicho — 10 de Abril de 2023

Portada del libro en cuya parte inferior se ven unos cuantos edificios entre la niebla desde un punto de vista elevado mientras al fondo se ve un tsunami que se abalanza sobre ellosHistoria del futuro: Utopías y distopías después de la pandemia. Por Pablo Francescutti. Editorial Comares (28 de diciembre de 2021). 198 páginas.

Desde unas fracciones infinitesimales de segundo después del Big Bang –la ciencia no es capaz de asegurar lo que pasó antes– el universo y, por ende, todo lo que contiene avanzan hacia el futuro a una velocidad constante de un segundo cada segundo, efectos relativísticos aparte.

Pero según se nos cuenta al principio de este libro nuestra especie no parece haber aprendido a pensar en el futuro hasta hace unos 8.000 años. El otro día si tenemos en cuenta que a nuestros antepasados más remotos se les atribuyen unos 315.000 años. El otro día por la tarde si nos quedamos con la cifra de unos 160.000 años que se atribuye a la aparición de la modernidad conductual.

Antes, nos limitábamos al día a día, a las necesidades más inmediatas. Pero a partir de entonces fuimos capaces de pensar en lo que puede pasar no sólo mañana sino semanas, meses, o años después. Incluso de pensar más allá de nuestra propia muerte. Y no en el sentido de una vida en el más allá sino de lo que puede suceder en el «más acá» cuando ya no estemos.

Aunque nuestro conocimiento del mundo tardó aún varios miles de años en ser lo suficientemente firme como para poder empezar a pensar en el futuro apoyándonos en la ciencia, algo que se puede datar en el siglo XVII. Antes recurríamos a augures, profetas, y, por supuesto a lo que nos decía la religión.

Sólo que el contar con el apoyo de la ciencia tampoco nos aseguró nada, como sabemos a ciencia cierta por la cantidad de predicciones fallidas que ha habido en todos los campos. Ni el big data ni la inteligencia artificial -entre otras herramientas– son la panacea. Por mucho que se pueda argumentar que al menos así acertamos más que interpretando las tripas de algún pobre animal o los posos del café.

Pablo hace en este libro –actualizado post-pandemia– un interesante viaje del pasado al presente que habla precisamente de cómo descubrimos que existía el futuro y de qué herramientas nos hemos dotado para pensar y, quizás influir en él. Con no pocas referencias a la ciencia ficción, uno de mis géneros favoritos que no sólo sirve para pensar sobre lo que es ser humano sino también sobre los posibles futuros que vienen y si podemos o queremos hacer algo al respecto.

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El enlace a Amazon lleva nuestro código de asociado, así que si compras el libro o alguna otra cosa tras haberlo seguido es posible que cobremos algo en forma de comisión. Pero eso es casi más difícil de dilucidar que el futuro. Pero si lo compras en tu librería local también nos parecerá estupendo.

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Un libro de @Alvy y @Wicho

Se suponía que esto era el futuro | un libro de Microsiervos, por Alvy y Wicho

Se suponía que esto era el futuro
Ciencia, tecnología y mucho más
www.microsiervos.com/libro