
El Everest acumula cada temporada más de 10 toneladas de basura: latas, botellas, plásticos, bombonas de oxígeno y equipo abandonado. Todo un cerdolandia de las alturas. Así que además de los sherpas especializados, que suponen un riesgo, la empresa Airlift Technologies, que se dedica a los vuelos con helicópteros y drones, está probado a recoger la basura con un sistema de drones de carga pesada.
Dos DJI FC30, con capacidad de hasta 30 kg cada uno, realizaron en primavera 2025 más de 40 vuelos entre el Campamento 1 (6.065 m) y el Campamento Base (5.364 m), retirando unos 300 kg de desechos en pocos días. Iban pilotados por un especialista.
La eficiencia de los drones respecto a otros métodos es significativa: un trayecto de 3 km que a los sherpas les lleva 6 o 7 horas, los drones lo completan en 6 o 7 minutos. En cada vuelo se transportan 20 kg de forma segura (y hasta un máximo de 30 kg en condiciones extremas), frente a los diez porteadores que harían falta para mover el mismo peso.
Eso sí: los drones cuestan unos 70.000 dólares –algo menos dependiendo de los modelos– y necesitan de combustible para los generadores eléctricos, transporte hasta la montaña y logística en altura.
Además de la basura, los drones han subido oxígeno, cuerdas y escaleras a diferentes puntos de la montaña, reduciendo los cruces por el glaciar del Khumbu, considerado uno de los tramos más mortales de la ruta. En total, las expediciones de Airlift Technology han retirado ya más de 500 kg en dos años, aunque no está muy claro si alguien pagará para que sigan haciendo su labor. De momento, se van a otro sitio a seguir probando suerte.

