Esta insólita noticia con tintes de leyenda urbana llega desde Gizmodo y trata sobre unos cables alargadores de corriente macho-macho que venden en Amazon.com. El invento parece un poco descerebrado, porque un cable así sólo puede proporcionar corriente de la forma equivocada, y no está muy claro ni para qué sirven. (Curiosamente en algunas descripciones de estos cables, de los que hay varios modelos, pone «conectores macho-hembra», pero las fotos muestran claramente macho-macho).
Pero la parte de leyenda urbana viene de que la agencia de Seguridad y Consumo de Estados Unidos ha tenido que emitir un aviso para pedirle a la gente que no compren estos alargadores por el peligro que suponen. Según parece cuando hay cortes de luz hay quien piensa que puede alimentar su casa con un generador eléctrico autónomo externo y un cable de estos: poniendo en marcha el generador fuera de la casa (suelen ser diésel) y conectándolo con este cable a cualquiera de los enchufes de la casa, que alimentaría a todos los demás. ¡Magia! Hogar electrificado.
La realidad, por supuesto no es esa: hacerlo así se saltaría todos los sistemas de protección eléctrica de los hogares, y en caso de que volviera la electricidad el cortocircuito podría ser fino filipino, con el consiguiente peligro. La advertencia además dice que como estos cables suelen ser cortos (parece que algunos ni están homologados) la gente tiende a colocar los generadores cerca de las casas, aumentando el riesgo de envenenamiento por monóxido de carbono.
En definitiva: no está claro si es un producto real, porque huele más a leyenda urbana que a invento existente, pero están ahí para quien quiera comprarlos, aunque igual reciben un alargador normal y corriente. Todo un producto para candidatos a Premios Darwin, por cierto. Raro es ya que exista y que Amazon todavía no los haya retirado. En Amazon España, por ejemplo, no es posible encontrarlos.
Desde hace décadas circula el chascarrillo –que igual hasta por aquí hemos repetido alguna vez– de que el famoso Error 404 que aparece cuando no se encuentra una página tenía un en el mundo real. Se decía que se correspondía con el «número de habitación» de una sala del CERN donde trabajaban los servidores y sus programadores. Sin embargo, en el artículo Page Not Found: A Brief History of the 404 Error(Wired) Robert Cailliau, uno de los pioneros de la Web de hipertexto, lo desmintió con rotundidad:
La decisión de elegir el 404 fue arbitraria. El 404 nunca existió como sala ni lugar físico en el CERN. Es un mito.
Esta decisión se tomó cuando se catalogaron las respuestas del protocolo HTTP, que están agrupadas por rangos:
Informativas (100–199)
Satisfactorias (200–299)
Redirecciones (300–399)
Errores de los clientes (400–499)
Errores de los servidores (500–599)
Al «Página no encontrada» le tocó el 404 y eso es todo.
Es interesante, empero, que aunque ese mítico lugar no existiera, programadores y técnicos han disfrutado haciendo la gracia de renombrar sus salas de servidores en empresas y escuelas como «404», de modo que ahora existir, existen.
Si te preocupan los supuestos efectos radiactivos de la calima o andas buscando pastillas de yodo en las farmacias con el mismo ansia que el codiciado aceite de girasol*, ¡cuidado! Tras estas dos crisis hay sendas desinformaciones que por desgracia están circulando mucho por las redes sociales cual leyendas urbanas maliciosas.
#1 – «Puedes comprar pastillas de yodo en la farmacia para protegerte de un ataque nuclear.» (Realidad: NO)
Básicamente las dosis de este medicamento son muy distintas en su versión comercial respecto a la versión «tras un ataque nuclear» que suministrarían –hipotéticamente– las autoridades sanitarias:
Las cápsulas o comprimidos de yodo potásico que se venden las farmacias no valen para eso. [Los farmacéuticos] sólo nos encargaríamos de participar en la distribución de las pastillas usadas en caso de accidente nuclear, pero no las tenemos. Sólo las fabrican un par de laboratorios en España y el Ministerio de Defensa. Y su presentación es distinta.
La información, reciclada de 2021, se basa en un informe francés que indicaba una actividad de cesio-137 de 80.000 Bq/km². Como referencia, un cuerpo humano de 70 kg de masa tiene una actividad radiactiva natural de unos 8.000 Bq.
Así que simplemente siguiendo las recomendaciones habituales de salud respiratoria para estos casos (mascarilla FFP2, reducir actividad, precaución en carretera y mantenerse hidratado) estarás bien.
Estuve viendo algunos de los vídeos de mi Pila™ de YouTube –cientos ya¹– y me llamó especialmente la atención esta pieza de BBC Reel que había guardado tiempo acerca de la que es quizá la leyenda urbana más clásica de la historia de los videojuegos: Polybius. Básicamente describe cómo hacia 1981 había surgido una extraña máquina recreativa en un salón de videojuegos, en una caja negra sin marcas ni dibujos, que al jugar producía «locura, estrés, horribles pesadillas e incluso ideas suicidas». De la explicación de la Wikipedia:
Según la leyenda urbana, Polybius apareció en varios salones de videojuegos de los suburbios de Portland (Oregón). Parecía fabricado por una empresa llamada Sinneslöschen (en alemán «pérdida de los sentidos») y había sido programado por Ed Rottberg. En el juego se manejaba una nave y las fases se desarrollaban con una temática tipo puzzle (…)
Se formaban largas colas para jugar y al poco tiempo el juego produjo adicción en algunas personas (…) se hablaba de combinaciones de luces estroboscópicas y mensajes subliminales (…) afecciones neurológicas como mareos, tics nerviosos, vómitos, pérdidas de memoria, alucinaciones auditivas y ópticas, ataques epilépticos y terrores nocturnos (…) Muchos afirman haber oído voces y lamentos entremezclados con el fortísimo y confuso sonido del videojuego.
Lo más interesante no es tanto la historia como la metahistoria sobre cómo surgen y se difunden estos bulos y leyendas urbanas. En el documental se menciona incluso al proyecto secreto MKUltra de la CIA y se añaden otros factores típicos de las conspiraciones. ¡No falta de nada!
El caso es que investigando un poco llegan a la conclusión de que lo que era cierto es que en Portland se probaban muchos nuevos videojuegos en máquinas a veces sin marcar (con las cabinas «camufladas» en negro). Y también que en aquella época había auténticos maratones de videojuegos, con gente intentando batir récords en sesiones de 24, 48 e incluso 72 horas seguidas… lo cual no es nada recomendable para la salud, especialmente porque a partir de las 24 o 48h comienzan las alucinaciones y otros trastornos por falta de sueño. Explican cómo quizá hubo algún incidente de ese tipo, que se asoció con alguna máquina «de aspecto extraño» y que de ahí surgió la leyenda, creciendo con la rumorología local en detalles falsos, exagerados con todo tipo de ornamentos y extendiéndose como la pólvora. (El transfondo era claro: «los videojuegos son malos».) El juego por cierto se describía como bastante parecido a otro clásico: Tempest.
Hasta hace poco lo cierto es que yo no había oído hablar de la historia de Polybius, nada más que por referencias, quizá por aquello de que las leyendas urbanas más elaboradas tienden a tener poco alcance pero son intensas allí donde se generan. Es significativo que una de las entrevistadas dice que jamás había oído hablar de Polybius hasta que se lo explicaron, y eso que vive en Portland y visitaba precisamente en aquellos años el local en el que se supone surgió la leyenda.
Como buena leyenda urbana, la de Polybius ha sido ampliamente citada en todo tipo de videojuegos, cómics, series y películas, desde Armada, de Ernest Cline a Los Sims 3. Una de las últimas y más famosas es en una de las escenas de Loki (2021), la serie del universo de superhéroes y supervillanos de Marvel, en la que aparece al fondo de una de las estancias.
Para más coña, en 2017 se lanzó oficialmente un juego llamado Polybius para PlayStation. Además de eso en las investigaciones para el minidocumental surge un curioso personaje que publicó detalles sobre el juego y el «caso» en Internet y que podría estar asociado con el origen de la leyenda, aunque no queda claro si el tipo va de vacile, tuvo algo que ver con su surgimiento o si tan sólo quiere seguir agrandando una historia que ya es tan vieja que cada vez menos gente la conoce.
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¹ El otro día alguien preguntaba si además de La Pila™ o autobiblioteca de libros pendientes por leer existía La Pila de Películas™. No sólo creo que sí (yo tengo decenas marcadas en mi colección, porque según veo una mención la busco y la añado), sino que también existen –auque no sea en formato físico– La Pila de Vídeos de YouTube™ («Ver más tarde»), La Pila de Artículos por leer (que yo guardo en Flipboard, NetNewswire y marcadores) y seguramente decenas de otras Pilas™. Por definición, su vida es prácticamente infinita y como mínimo superará la de tu propia vida, quedando siempre libros inacabados en algún lugar de la casa, entre todo lo demás