Open Charge Map es una iniciativa sin ánimo de lucro a modo de mapa público, abierto y gratuito con la ubicación de puntos de recarga para vehículos eléctricos en todo el mundo. Una especie de Wikipedia de los enchufes. Su objetivo es evitar la fragmentación de mapas y aplicaciones independientes, aunque a estas alturas lo tiene difícil, pero puede acabar siendo un punto de referencia fiable y colaborativo para conductores, desarrolladores y empresas del sector.
Al igual que OpenStreetMap, o la Wikipedia, Open Charge Map se basa en un modelo abierto y colaborativo. Cualquier usuario puede contribuir con información, fotos, correcciones y comentarios, mejorando así la calidad y precisión de los datos disponibles. Si ves un error no vale con quejarse: hay que pasar a la acción, corregirlo y mejorar la información.
La plataforma se sustenta gracias al trabajo de la comunidad de voluntarios y algunos patrocinadores como Webprofusion. Entre ellos están el Instituto Catalán de Energía (ICAEN) y su XarxaRecarrega, el UK National Charge Point Registry, NOBIL (Noruega), Mobie.pt (Portugal), así como numerosas iniciativas privadas y públicas en todo el mundo. La verdad es que esto no sabría valorarlo muy bien porque la precisión y densidad de la información varía mucho de unos lugares a otros, así que tendrás que ver si te conforta, pero en principio parece bastante completo, con información de cargadores en centros comerciales y tiendas, gasolineras-electrolineras, aparcamientos públicos y demás.
Toda la información disponible está bajo licencias abiertas Creative Commons y OGL (Open Government License), lo que garantiza su reutilización para cualquier fin, desde el desarrollo de aplicaciones hasta estudios de movilidad sostenible. Todo un ejemplo de cómo la colaboración abierta puede impulsar la transición hacia un transporte más limpio y eficiente.
Fábricas chinas de coches que operan sin iluminación. Sencillamente, porque los robots no la necesitan.
Un coche eléctrico BYD U8 que lleva un dron DJI Mavic 3 Pro incorporado en el techo. Si estás en un atasco puedes hacerlo volar a ver qué narices pasa a tu alrededor.
Rusia fabricando drones kamikaze a mansalva. Modelo Geran-2 (Shahed-136 en el diseño iraní original) pintados de negro para operaciones nocturnas. (Muy propagandístico el montaje).
Este artículo se publicó originalmente en Tecvolución, el blog de Volvo en el que colaboramos desde hace una década, dedicado a las tendencias tecnológicas aplicadas al futuro de los coches, la sostenibilidad, la innovación y el ocio digital.
Esta es la historia de TJ Jones, más conocido como @Teejus en Twitter y ahora más conocido todavía como 1233130761 en Spotify. Jones es conductor de Uber, pero ahora se autodenomina también «Consultor musical» y «Curador de listas de música».
Su transformación comenzó el día que subió a Twitter un comentario acerca de que había empezado a conducir para Uber y la gente le felicitaba constantemente por sus excelentes selecciones musicales. Como cuando en España los pasajeros se quejan de que los taxistas no ponen más que Radio Olé… pero al revés.
¿Cuál era el secreto de Jones? Según cuentan había clasificado en plan genérico a la gente que se subía a su coche en unos diez tipos de clientes distintos. Persona que se subía a su coche, playlist que ponía en marcha tras echar un vistazo. De hecho ese «fenómeno clasificatorio» se ha estudiado muchas veces en márketing, sociología y en el mundo de la tecnología también: todos nos creemos especiales pero somos mucho más predecibles y clasificables de lo que creemos.
Los nombres de las listas que asignó a los variopintos grupos sociales que formaban sus pasajeros eran bastante peculiares, al igual que la propia música. Estas son algunas de las listas, a las que se puede acceder en Spotify:
Vista como un todo es básicamente música pop-rock de las últimas tres décadas, que combina grupos y artistas relativamente desconocidos con otros internacionalmente famosos como Kayne West, Amy Winehouse, Radiohead, Franz Ferdinand o Pixies. Los rangos de edad ayudan mucho a saber qué música puede ser la preferida de la gente (truco que conocen bien las emisoras radiofónicas), pues generalmente la nostalgia retrotrae a las personas a lo que sonaba cuando tenían entre 15-20 años.
Para disfrutar de estas listas sólo hace falta tener una cuenta en Spotify (de pago o gratuita) e idealmente hay que hacerlo en el coche, que es para lo que fueron concebidas. Muchas de las listas son enormes, con 50, 70 u 80 canciones así que es material más que suficiente incluso para los más largos viajes.
Tras convertirse en una especie de «fenómeno viral» y animado por los comentarios de Twitter de la gente que escuchaba sus listas Jones se vino arriba y comenzó a ofrecer sus servicios como consultor musical proponiéndose crear listas a medida para quien se lo pidiera. La clasificación original de «diez tipos de clientes de Uber» se fue ampliando con otro tipo de selecciones y para todo tipo de selecciones: para hacer gimnasia, pasear una tarde de domingo o para quien le guste el Jazz.
Revisar las listas y su música es toda una experiencia interesante. Hoy en día la tecnología y las redes sociales en las que exhibirse y compartir es lo más importante ponen fácil acceder a un selección de este tipo (antes sólo había selecciones en las emisoras de radio o si una amistad te regalaba una cinta personalizada). Y por cierto: la listas de todas las listas, la crème de la crème según Jones sería la que denomina Closet Pop, con 79 temazos.
Este artículo se publicó originalmente en Tecvolución, el blog de Volvo en el que colaboramos desde hace una década, dedicado a las tendencias tecnológicas aplicadas al futuro de los coches, la sostenibilidad, la innovación y el ocio digital.
El incómodo mareo que a veces sufrimos al viajar en coche es algo realmente peculiar. La ciencia no tiene una explicación definitiva sobre por qué se produce, aunque se conocen muchos factores que lo propician – algunos incluso genéticos. También se sabe que del mismo modo que afecta a algunas personas (se cree que hasta al 70% de la población en algún momento de su vida) afectará a todavía más personas todavía cuando se generalice el uso de los coches autónomos.
Curiosamente, Aunque existen diversos medicamentos para minimizar este padecimiento, no está muy clara su utilidad: en la mayor parte se consideran simples placebos. Por suerte científicos e ingenieros siguen investigando tecnologías que intentan minimizar la posibilidad de que los ocupantes de un coche se mareen.
Contradicciones de la percepción
Más o menos todas las explicaciones coinciden en que el mareo –técnicamente llamado cinetosis– tiene que ver con algo que se produce cuando hay una contradicción en nuestro cerebro entre la percepción visual y la percepción del movimiento, o incluso en la innata tendencia de nuestro cuerpo de intentar mantener el equilibrio en cualquier circunstancia. Cuando todo esto entra en conflicto (nos movemos pero no vemos bien qué sucede en el exterior, hay movimientos bruscos e impredecibles o parece que nos movemos sin que realmente haya desplazamiento) surgen los síntomas de la cinetosis: escalofríos, sudores o incluso nauseas. Tampoco está muy claro el porqué de esos síntomas exactamente: ¿por qué no dolor de cabeza o de oído? (el sentido del equilibro se localiza en el oído interno).
Sea como sea, hay algunas cosas que sí sabemos proceden de la experiencia cotidiana y las estadísticas: los niños son más propensos que los adultos al mareo; también más las mujeres que los hombres, y los asiáticos que los europeos. En un coche lo más probable es marearse al viajar en los asientos traseros (que es desde donde menos se ve el exterior), aunque a veces también se marea quien «copilota». Es casi imposible marearse siendo el conductor; se cree que porque además de tener la mejor visión del paisaje se toma parte activa en el control del vehículo y se puede por tanto predecir sus movimientos con anticipación.
Además de eso es muy normal marearse en barco, pero menos en avión y casi imposible en tren o en metro – que por otro lado suelen seguir trayectorias más rectas y menos bruscas. Dormir durante el viaje es un gran remedio para no sufrir cinetosis, pero leyendo un libro (o la tableta, o el móvil) es mucho más probable sufrir la incómoda sensación. De los astronautas que han subido a la Estación Espacial Internacional casi el 60% han sufrido mareos al poco de llegar. Cosas de la ingravidez, quizá.
Y… ¿cuando no tengamos que conducir?
En los coches completamente autónomos los conductores no tendrán que ir en el futuro atentos a la carretera y podrán ir haciendo otras cosas – incluso se han visto modelos con diseños de mesas, asientos girables, reclinables… ¿Qué sucederá entonces? Los estudios dicen que esto hará que alrededor del 10% de los ocupantes sufran mareos habitualmente, cifra que podría aumentar otro 10% «de manera ocasional». Unas cifras más elevada que la de los coches actuales y que como en el caso de otras tecnologías que afectan a nuestros sentidos (la realidad virtual inmersiva, por ejemplo) es difícil todavía evaluar con todas sus consecuencias.
En cuanto a las tecnologías para evitar la cinetosis hay empresas como ClearMotion trabajando en el desarrollo de sistemas de amortiguación electrohidráulicos de actuación rápida, capaces de minimizar –literalmente en milisegundos– los movimientos inesperados cuando en la carretera aparecen baches o irregularidades. También trabajan en un proyecto específico para reducir la sensación de mareo cuando los ocupantes del vehículo viajan con los asientos girados hacia atrás.
Otras soluciones tecnológicas sobre las que han trabajado otras empresas y organizaciones como la NASA son gafas estroboscópicas de luces parpadeantes apenas perceptibles o gafas como las de realidad virtual que «congelan» los fotogramas durante unos milisegundos para reducir el efecto del movimiento. Tanto esto como la utilización de música relajante pueden ser técnicas alternativas para evitar que quienes están viajando se vean afectados por el molesto problema, tan antiguo como la historia de los viajes.