El planeta Anjiin está habitado por humanos. Que no saben cómo ni cuando llegaron allí pero siguen siendo muy humanos. De hecho la mayor preocupación de Dafyd Alkhor, el protagonista, son las intrigas entre grupos universitarios de investigación.
Hasta que un día las naves de los Carryx entran en órbita alrededor del planeta y les dicen que han sido conquistados. Y que por si hay alguna duda van a ejecutar inmediatamente a un octavo de la población escogido al azar, cosa que proceden a hacer.
Dafyd sobrevive a esa primera eliminación pero termina, junto con lo que los Carryx consideran lo mejor de la población de Anjiin, prisionero en un planeta en el que los conquistadores mantienen poblaciones de numerosas otras especies que han conquistado.
Y pronto descubre que si quieren sobrevivir, no sólo ellos sino también las personas que quedan en Anjiin, tendrán que demostrar su utilidad para sus nuevos señores o serán eliminados sin piedad. Aunque mientras simula hacer eso Dafyd, que cuenta con un aliado inesperado, empieza a ver la forma de terminar con los Carryx, aún a pesar de que parecen todopoderosos.
La piedad de los dioses es el primero de los supuestamente tres libros que formarán la serie La guerra de los cautivos y marca la vuelta de James S. A. Corey, el autor que no es uno sino dos de The Expanse, a la ciencia ficción, aunque en un universo que nada tiene que ver con aquel.
Pero está a años luz de distancia de la sorpresa que supuso el universo de The Expanse, con una humanidad a duras penas haciéndose sitio en el sistema solar. En esta los Carryx son unos alienígenas todopoderosos más, un tropo bastante manido, y Dafyd tendrá que intentar meterse en su forma de pensar si quiere conseuir sus objetivos.
En cualquier caso me ha parecido una novela entretenida, y sin duda me leeré lo que vaya viniendo.
_____ Los enlaces a Amazon llevan nuestro código de asociado, así que si compras el libro o alguna cosa más tras seguirlos es posible que obtengamos algo en forma de comisión.
Ya se puede descargar Comunicando ciencia con ciencia, un libro que «que tiene el objetivo de facilitar formación y recursos útiles sobre las estrategias y los modelos que, basados en evidencias, mejor funcionan en la comunicación social de la ciencia y que son más efectivas a la hora de acercar la ciencia a la sociedad.»
Su público objetivo son investigadores y docentes, periodistas y divulgadores. Pero yo creo que le puede interesar a cualquier persona mínimamente preocupada por el papel de la ciencia en nuestras vidas; creo que puede dar herramientas útiles a la hora de intentar razonar con «cuñaos» y similares sobre estos temas.
Aunque reconozco que mi opinión puede no ser la más objetiva del mundo ya que soy una de las 36 personas que han contribuido a escribirlo. 36 personas porque cada capítulo está escrito a cuatro manos, dos de alguien con un perfil más académico y dos de alguien más metido en el día a día.
De todas formas como el libro es gratis lo único que pierdes si te lo descargas y no te gusta es un poco de tiempo. Así que anímate a echarle un ojo. O los dos.
Comunicando ciencia con ciencia es una iniciativa de la Fundación Lilly, en colaboración con la Asociación Española de Comunicación Científica (AEC2) y The Conversation España, y forma y completa una trilogía junto con Enseñando ciencia con ciencia e Informando de ciencia con ciencia.
A finales del verano de 1944 el mariscal de campo Bernard Law Montgomery, más conocido como Monty, estaba inquieto porque se sentía desplazado por la excesiva atención y apoyo que, al menos en su opinión, el alto mando aliado estaba prestando a las tropas estadounidenses. Así que aprovechando unos días en los que Eisenhower estuvo un poco fuera de juego, aprovechó para montar y lanzar la operación Market Garden, probablemente una de las operaciones militares aliadas peor planeadas y ejecutadas de la Segunda Guerra Mundial.
La idea era establecer un saliente del frente de 103 kilómetros en terreno ocupado por Alemania en los Países Bajos para que las tropas aliadas –inglesas en este caso– pudieran cruzar el Rin y así disponerse a entrar en Alemania, en concreto en la importante para el esfuerzo militar cuenca industrial del Ruhr.
Para ello había que capturar y mantener una serie de puentes, en especial el que cruzaba el Rin en Arnhem. Con ese objetivo Monty organizó un asalto aerotransportado que los tenía que conquistar –Market– y un avance terrestre –Garden– que tenía que llegar a Arnhem tan sólo 48 horas después del aterrizaje de las tropas aerotransportadas.
Era un plan extremadamente complejo que dependía de muchos pasos que tenían que salir a la perfección uno tras otro. Pero ni el plan estaba especialmente bien pensado, pues entre otras cosas Monty desoyó a quien le decía que el terreno era inviable para un asalto mediante formaciones blindadas, además de hacer un uso de los paracaidistas nada adecuado para sus capacidades, ni fue especialmente bien ejecutado por muchos de los mandos involucrados.
Además de que ya se sabe aquello de que ningún plan sobrevive al contacto con el enemigo. Y este menos.
Como se temían quienes es oponían a ella lo que tenía que haber sido una operación de poco más de 48 horas según el plan de Montgomery terminó siendo una batalla de algo más de una semana. Y Market Garden terminó por ser un enorme fracaso en el que en especial la a 1ª División Aerotransportada británica, que era la que tenía que tomar el puente de Arnhem, resultó diezmada. Aunque el resto de unidades tampoco se fueron de rositas.
Este libro cuenta de forma muy amena y detallada los preparativos de la operación, los días de lucha, y la retirada final de la 1ª, que fue sacrificada para nada, pues aunque los aliados mantuvieron el control del terreno liberado de la ocupación alemana hasta el final de la guerra, al no conseguir conquistar Arnhem no se pudo establecer esa cabeza de puente al otro lado del Rin.
Me parece especialmente interesante el relato que hace de las relaciones entre los mandos aliados y de cómo en un momento dado, viendo que aquello iba a terminar mal, muchos empezaron a escurrir el bulto para echarle la culpa a otros de que casi nada saliera como estaba previsto. También me interesó mucho la cobertura que hace de cómo la población civil se vio involucrada y sufrió todo este fregado.
En definitiva, un libro muy recomendable si te interesa la Segunda Guerra Mundial y que me ha dejado con ganas de volver a ver Un puente lejano, la película de 1977 que recrea la historia de esta batalla. Y de ver Theirs Is The Glory, una película británica de 1946 que se centra en la participación de la 1ª aerotransportada y que además de utilizar metraje rodado durante los días de combate fue rodada en los lugares en los que tuvo lugar la lucha y en la que más de 200 veteranos participan como actores, incluyendo a algunos de los civiles.
_____ El enlace a Amazon lleva nuestro código de asociado, así que si compras el libro o alguna cosa más tras haberlo seguido es posible que obtengamos algo en forma de comisión.
En el verano de 1942 el Ejército de los Estados Unidos aceptó la propuesta de John Mauchly y J. Presper Eckert para diseñar y construir un ordenador que fuera capaz de calcular las tablas de tiro de artillería. La idea era no sólo acelerar el proceso, que llevado a cabo por calculadoras humanas tardaba semanas en estar listo, sino de paso eliminar los errores que cada paso dado por una persona podía introducir.
El ordenador sería conocido como ENIAC, de Electronic Numerical Integrator And Computer, Computador e Integrador Numérico Electrónico. Y, según cómo lo mires, se puede argumentar que fue el primer ordenador de la historia. O al menos el primer ordenador moderno.
Pero como hoy sabemos, diseñar y construir el ordenador, algo en absoluto trivial, y mucho menos en aquella época en la que tan siquiera estaba claro que el concepto pudiera funcionar, es sólo la mitad del problema. Y es que sin el programa que le permitiera calcular las tablas en cuestión el ENIAC no iba a servir para eso. Ni para nada.
Esa tarea recayó en Betty Holberton, Kay McNulty, Marlyn Wescoff, Ruth Lichterman, Betty Jean Jennings, y Fran Bilas, seis licenciadas en matemáticas que formaban parte de los cientos de calculadoras que elaboraban las tablas en cuestión. Aunque no lo tuvieron nada fácil porque, por una parte, al principio no tenían acceso físico al ordenador. Y, por otra, porque cuando les encomendaron la tarea aún no existía ningún tipo de manual de programación para el ENIAC.
Así que armadas con los esquemas de cada una de las unidades que formaban el ordenador y la información de cómo se podían conectar entre ellas se pusieron a ello. Y no sólo consiguieron entender cómo funcionaba todo aquello sino que para el 14 de febrero tenían listo el programa de cálculo de tablas de tiro que en unos veinte segundos completaba el trabajo que antes llevaba semanas y cuyo funcionamiento fue demostrado en una presentación pública. Lo que las convierte en las primeras programadoras de la historia, con el permiso de Ada Lovelace. Aunque a diferencia de ella, las seis del ENIAC sí dispusieron de un ordenador en el que ver en acción su trabajo.
Sólo que el mérito del programa fue atribuido a Herman H. Goldstine, responsable del ENIAC por parte del Ejército de los Estados Unidos, y a su mujer Adele, que estaba escribiendo un manual de programación para el ordenador. Y aunque las seis programadoras reales aparecían en unas cuantas fotos publicadas en la prensa, sus nombres nunca aparecieron publicados. Al fin y al cabo en aquella época aún no se le daba la importancia que tiene al software, con lo que mucho menos a quienes se habían encargado de crearlo.
Y de hecho con el tiempo se fue olvidando el papel fundamental de estas seis mujeres en la historia del ENIAC en particular y de la informática en general. Hasta el punto de cuando la autora se presentó en el despacho de la Dra. Gwen Bell, en aquel momento directora del Museo de Ordenadores de Boston, para intentar averiguar quienes eran le contestó que simplemente se trataba de unas modelos.
Afortunadamente esa respuesta no la convenció y siguió indagando hasta sacar a la luz su verdadero y muy relevante papel. Este libro es el resultado de su empeño. No es una biografía al uso de cada una de ellas, aunque sí incluye una breve biografía de todas hasta que las reclutaron para programar el ENIAC y de lo que hicieron después. Pero también cuenta cómo, armadas sólo con sus intelectos –brillantes– y unas enormes ganas de saber, las seis consiguieron no sólo que el ENIAC calculara aquellas tablas sino que, durante años, sirviera para resolver numerosos programas.
Un más que muy recomendable libro. La única pena es que, hasta dónde sé, no está disponible en español.
_____ El enlace a Amazon lleva nuestro código de asociado, así que si compras el libro o alguna cosa más tras haberlo seguido es posible que obtengamos algo en forma de comisión.