Por @Alvy — 20 de Julio de 2024

El clima en tu ciudad dentro de 60 años, probablemente el de un árido desierto

Me ha aparecido entre despiporrante y aterradora esta aplicación web titulada ¿Cómo será el clima dentro de 60 años? Básicamente contiene datos suficientes para evaluar qué ciudad del planeta tiene el clima más parecido al que marcan las predicciones para tu ciudad dentro de 60 años, hacia el 2080.

Esta especie de «máquina del tiempo», cronológica a la vez que atmosférica, está basada en un estudio publicado en Nature en 2019 [Contemporary climatic analogs for 540 North American urban areas in the late 21st century] solo que ampliado a todo el planeta. Los efectos caloríficos se deben a las emisiones de gases de efecto invernadero, que van de mal en peor.

Yo lo probé introduciendo Madrid y me dijo el sitio actual más parecido en cuanto a clima actualmente sería Córdoba, que está unos 300 km al sur en línea recta. Teniendo en cuenta que Córdoba siempre marca récords en verano con temperaturas más allá de los 40° e incluso los 45°, la pregunta para mi era obvia: Entonces… ¿qué lugar actual se parece más a la Córdoba de 2080? La respuesta fue Kazerun en Fars, Irán, un sitio no muy inhóspito pero con 41°C de promedio en agosto. Y el Kazerun 2080 sería Dogonbadan (también Irán), que ya es directamente desértico. Es divertido ir hilando lugares conocidos y desconocidos con esta herramienta.

Como dato optimista, los ajustes de la aplicación permiten crear proyecciones sobre si las emisiones de gases de efecto invernadero se mantienen o se reducen, lo cual alivia un poco el asunto (o alarga el camino al desastre, según se mire). También se puede crear un mapa de similitud que dibuja las zonas con climas parecidos, algo también interesante.

Bonus: Córdoba el domingo, mi meme favorito al respecto, rememorado estos días.

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Por @Wicho — 3 de Julio de 2024

Dos gráficos de colores que indican la densidad de partículas y su velocidad vertical en el interior de una nube
Primera imagen del radar de perfilado de nubes del satélite EarthCARE – JAXA/NICT/ESA

Menos de un mes después de su lanzamiento el satélite medioambiental EarthCARE ha enviado ya su primera imagen. En concreto se trata de una del interior de una nube obtenida por el radar de perfilado de nubes o Cloud Profiling Radar (CPR).

En la parte izquierda se ve la distribución de partículas dentro de la nube. Del azul que indica las zonas de menos concentración al granate que indica las de más. Como parece intuitivo la parte de la nube con más densidad de partículas es su centro.

En la parte de la derecha se ve la velocidad vertical de estas partículas. Del azul que indica que caen a la máxima velocidad al granate que indicaría que van para arriba, aunque en este caso apenas hay algunas zonas en amarillo. Las partículas de la zona superior son de hielo o nieve que están suspendidas en el aire o cayendo despacio. Las de la zona azul, que caen con una velocidad relativamente elevada, indican lluvia.

En las dos imágenes se aprecia una zona de transición clara a unos cinco kilómetros de altitud, que es dónde el hielo y la nieve se derriten y se convierten en agua que empieza a caer.

Los datos del CPR están superpuestos a una imagen obtenida por el satélite meteorológico Himawari-9 para darles contexto:

CPR tiene como objetivo estudiar la estructura vertical de las nubes y su contenido de agua en lo que se refiere a su velocidad de desplazamiento y distribución en cuanto a tamaño. Y parece que lo hará sin problemas. Este instrumento es la aportación de la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial (JAXA) a la misión.

No es la primera vez que obtenemos imágenes del interior de nubes mediante radar, pues radares instalados en aviones o en estaciones terrestres permiten obtenerlas. Pero llegan a donde llegan. Con CPR tenemos por primera vez un radar de estas características en órbita. Y como EarthCARE sobrevuela toda la Tierra gracias a que está en una órbita sincrónica al Sol de 393,14 kilómetros de altitud y una inclinación de 97,05 es la primera vez que podremos obtener estos datos sobre todo el planeta.

Pero EartCARE lleva otros tres instrumentos, puestos por la Agencia Espacial Europea (ESA) que permitirán obtener ese contexto de los datos de CPR en cuanto entren en servicio en las próximas semanas. Estos son:

  • El lidar atmosférico ATmospheric LIDar (ATLID) es, por decirlo así, un radar que funciona mediante un láser, que medirá la distribución vertical de aerosoles y nubes en la atmósfera en las zonas que vaya sobrevolando el satélite.
  • La cámara multiespectro Multi-Spectral Imager (MSI), que captará imágenes de alta resolución en múltiples bandas tanto en el espectro visible como en el infrarrojo, lo que permitirá diferenciar entre diversos tipos de nubes, aerosoles y la superficie de la Tierra y poner en contexto los datos obtenidos por el radar.
  • Y el radiómetro de banda ancha Broad-Band Radiometer (BBR), que permitirá medir con precisión la cantidad de radiación solar reflejada y la radiación térmica saliente emitida por la Tierra, lo que es conocido como el balance energético de nuestro planeta.

Los cuatro instrumentos nos permitirán entender mejor las muy complejas interacciones entre nubes, aerosoles y la energía que llega del Sol y la que luego es reflejada por nuestro planeta para así poder predecir mejor las futuras tendencias climáticas.

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Por @Wicho — 26 de Junio de 2024

Esta pasada noche despegaba el décimo Falcon Heavy, el primero de 2024, que puso en órbita con éxito el satélite meteorológico GOES-U de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) de los Estados Unidos. Es el cuarto y último de la cuarta generación de estos satélites, conocida como GOES-R por el primero de ella.

Su instrumento principal es el Advanced Baseline Imager (ABI, Cámara base avanzada), que obtiene imágenes de alta resolución espacial y temporal de la Tierra a través de 16 bandas espectrales en longitudes de onda visibles e infrarrojas. Se utiliza para mejorar la precisión de las previsiones meteorológicas. También incluye un detector de rayos.

Y cinco instrumentos para monitorizar la meteorología espacial y el Sol. Son el Space Environment In-Situ Suite (SEISS), el Extreme Ultraviolet Sensor/X-Ray Sensor Irradiance Sensors (EXIS), el Solar Ultraviolet Imager (SUVI), el Goddard Magnetometer (GMAG) para medir la meteorología espacial, y el Compact Coronagraph (CCOR, Coronógrafo compacto), que se es novedad en el GOES-U.

Completa su conjunto de instrumentos un transpondedor (una radio) para retransmitir señales de balizas de emergencia de embarcaciones.

Ilustración del satélite y sus componentes
GOES-U y sus componentes – NOAA

Tardará unas tres semanas en alcanzar una órbita geoestacionaria sobre el hemisferio oeste de la Tierra complementando el trabajo del GOES-16. Una vez en servicio recibirá la denominación GOES-19.

Posiciones GOES West y GOES East – NOAA
Posiciones GOES (GOES-16) West y GOES East (GOES-17 y 18) – NOAA

Su vida activa debería llegar al menos hasta 2036, asegurando hasta entonces la continuidad de los datos de los satélites GOES, el primero de los cuales fue lanzado en octubre de 1975. Aunque es de esperar que antes de que deje de funcionar la NOAA haya lanzado sus sucesores.

Se pueden seguir sus andanzas en @NOAASatellites.

Por su parte, tras cumplir su misión, los dos propulsores laterales del Falcon Heavy volvieron de forma simultáneamente en las Zonas de aterrizaje 1 y 2, lo que sigue pareciendo magia. Los dos volaban por primera vez. El cuerpo central, que también era nuevo, no era recuperable debido a las necesidades del lanzamiento.

El próximo lanzamiento de un Falcon Heavy está previsto para el 10 de octubre de 2024. Será en encargado de poner en camino hacia Júpiter la sonda Europa Clipper.

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Por @Wicho — 5 de Junio de 2024

Hace unas horas un cohete Electrón de Rocket Lab ponía en órbita el segundo y último satélite de la misión PREFIRE de la NASA para estudiar las emisiones de calor de los polos. Se trata da un par de CubeSat de seis unidades que orbitarán la Tierra en una órbita polar de 525 km de altitud y 97,5° de inclinación.

Junto con el primer satélite de la misión, lanzado en mayo por otro Electrón, tienen como objetivo ayudarnos a entender cómo afecta al clima de nuestro planeta el comportamiento de las nubes y el vapor de agua en las regiones polares de la Tierra.

Uno de los PREFIRE ya unido a la etapa superior del Electrón que lo puso en órbita
Uno de los PREFIRE ya unido a la etapa superior del Electrón que lo puso en órbita – Rocket Lab/NASA

De la página de la NASA sobre la misión:

La Tierra absorbe gran parte de la energía del Sol en los trópicos, y el clima y las corrientes oceánicas transportan ese calor hacia los polos, que que reciben mucha menos luz solar. El hielo, la nieve y las nubes, entre otros elementos del entorno polar, emiten parte de ese calor al espacio, gran parte de él en forma de radiación infrarroja lejana. La diferencia entre la cantidad de calor que absorbe la Tierra en los trópicos y la que irradian hacia el exterior el Ártico y el Antártico es una influencia clave en la temperatura del planeta, que a su vez influye de forma considerable en las dinámicas del clima y la meteorología.

El nombre de la misión viene de Polar Radiant Energy in the Far-InfraRed Experiment, Experimento de energía radiante polar en el infrarrojo lejano. Claro que fire en inglés significa fuego. Así que el nombre se puede leer como prefuego. Por si acaso no nos damos cuenta de lo que le estamos haciendo al planeta.

Los dos satélites montan sendos espectrómetros infrarrojos que les permitirán tomar medidas en las longitudes de onda que van de los 3 a los 54 μm. Son medidas que hasta ahora no se han hecho sistemáticamente porque, básicamente, nadie vive en los polos ni tenemos instalaciones permanentes que nos puedan permitir tomar esas medidas.

Los instrumentos podrán detectar nubes en gran medida invisibles para otros tipos de instrumentos ópticos. Y son lo suficientemente sensibles como para detectar el tamaño aproximado de las partículas y distinguir entre gotas de líquido y partículas de hielo.

Los dos satélites PREFIRE sobrevolarán los polos durante la menos un año para ir cubriendo esa carencia de datos sobre lo que pasa en los polos. Los datos que obtengan mejorarán los modelos informáticos que utilizamos para predecir cómo cambiarán el hielo, los mares y el clima de la Tierra.

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