Por @Wicho

Hace apenas un par de horas un cohete GSLV-F16 despegaba del Centro Espacial Satish Dhawan en la India para poner el órbita el satélite de observación terrestre NISAR, un proyecto conjunto de los Estados Unidos a través de la NASA y de la India a través de la Agencia India de Investigación Espacial (ISRO).

NISAR, de NASA-ISRO Synthetic Aperture Radar, Radar de Apertura Sintética NASA-ISRO, lleva a bordo dos radares de apertura sintética, uno de banda L y otro de banda S. Los dos operan a través de nubes, humo, o lo que les eches, y permiten medir con precisión de milímetros la distancia entre el terreno que sobrevuela y el satélite. Da igual que sea sobre tierra, mar, o hielo.

Desde su órbita sincrónica al Sol de 747 kilómetros NISAR revisita cada metro cuadrado de nuestro planeta cada doce días. Comparando las mediciones obtenidas entre sucesivos sobrevuelos mediante una técnica conocida como interferometría se pueden medir los desplazamientos y cambios que se vayan produciendo.

Esto incluye movimientos causados por terremotos como por ejemplo el de esta pasada madrugada en Kamchatka, uno de los de. mayor magnitud desde que tenemos datos, o aquellos causados por la actividad humana como puede ser el del terreno alrededor de una presa. Así que la idea es que sirva tanto para ayudar en la respuesta frente a fenómenos naturales como en la planificación y prevención en cuanto a usos del terreno.

Es una misión muy similar a la de los satélites Sentinel 1 del programa Copérnico de la Agencia Espacial Europea (ESA), que también portan un radar de apertura sintética, aunque en este caso de banda C. Ahora mismo está en funcionamiento el Sentinel-1A; el 1C está ya en órbita pero aún en fase de puesta en marcha; y está previsto el lanzamiento del 1D este mismo año. El 1B falló en diciembre de 2021.

NISAR también es capaz de medir la humedad del suelo, lo que será de ayuda con la gestión del agua en agricultura, la prevención de incendios forestales, y la vigilancia de enfermedades transmitidas por vectores como mosquitos o la prevención de desastres naturales que tienen relación directa con el nivel de humedad de suelo.

El satélite está ahora mismo ya en comunicación con el control de la misión. Pero vienen unos días de mucha actividad que, con suerte, terminarán con el despliegue de su antena de doce metros en el día ocho después del lanzamiento:

La descripción
Fase inicial de la misión – ISRO

A partir de ahí vendrá la fase de calibración y puesta en marcha para una misión que tiene una duración prevista de tres años. Una vez en producción NISAR generará uno 80 terabytes de productos de datos por día, que serán de libre acceso.

Con un coste de 1.500 millones de dólares es el satélite de observación terrestre más caro jamás lanzado, algo que se aparta mucho de la frugalidad de la India con los lanzamientos espaciales, que ha sido capaz, por ejemplo de enviar una misión a Marte por 73 millones de dólares.

Se ve que todo se pega.

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Por @Wicho

Exposición de larga duración del lanzamiento en la que se ve el trazo del cohete al fondo y personas viéndolo en primer plano
Lanzamiento de la misión – ESA

Este pasado fin de semana un cohete Vega-C ponía en órbita el satélite MicroCarb del CNES, el Centro Nacional de Estudios Espaciales francés, cuya misión es monitorizar fuentes y sumideros de dióxido de carbono, CO2, el más importante de los gases de efecto invernadero. Fue el quinto lanzamiento de esta variante del Vega.

Lo hará desde una órbita sincrónica al Sol de 650 km de altitud con una precisión de una parte por millón en la columna de aire que esté midiendo en cada momento, que alcanza un máximo de 2×2 kilómetros. El tiempo de revisita es de 25 días. La duración prevista de la misión es de cinco años.

El satélite en el espacio con la Tierra en segundo plano por debajo de él
Impresión artística de MicroCarb en el espacio – CNES/ill./SATTLER Oliver, 2021

De la web del proyecto:

¿Cuáles son los principales sumideros de carbono de nuestro planeta: las selvas tropicales o los océanos? ¿Cuántas toneladas de CO2 liberan las ciudades, la vegetación y los océanos del mundo? Por sorprendente que pueda parecer, no sabemos cuánto CO2 se absorbe y se libera en determinadas partes del mundo, debido a la escasez de estaciones de medición terrestres. Tampoco sabemos cómo varían estas cantidades con las estaciones. Sin embargo, este tipo de información es crucial para comprender las causas y consecuencias del calentamiento climático, ya que el CO2 es el principal gas de efecto invernadero inducido por el hombre.

Para ello utiliza un espectrómetro de infrarrojos que analiza la cantidad de CO2 presente en la atmósfera analizando la luz solar reflejada por la superficie de la Tierra y los océanos.

MicroCarb viene a dar continuidad a los datos obtenidos por el satélite OCO-2 de la NASA, lanzado en julio de 2014 para una misión nominal de dos años. Aún sigue en funcionamiento once años después, y todo indica que aún tiene cuerda para rato. Pero siempre es mejor tener otro satélite en órbita antes de que deje de funcionar.

Los datos de ambos se podrán combinar, además, con los que en breve empezará a recoger BioMass, una misión de la Agencia Espacial Europea que estudia el papel de los bosques en el ciclo del carbono.

Junto a MicroCarb también fueron lanzados los cuatro satélites de la misión CO3D de Airbus, que generará mapas 3D de la Tierra con una resolución de 50 cm en una misión de 6 años.

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Por @Alvy

Recientemente se identificaron 3.300 barriles con deshechos nucleares por parte de una expedición científica francesa en el fondo del Atlántico, más cerca de hecho de Galicia que de Francia. A raíz de esto Sabine Hossenfelder, nuestra física teórica de cabecera –ahora metida a youtuber de noticias científicas noticiosas– ha hecho un vídeo sobre cómo era hasta hace poco la situación, algo que a mi me ha indignado cada vez más a medida que lo iba escuchando.

El caso es que los barriles encontrados están a 4.000 metros de profundidad, pero ya se han podido detectar fugas de lo que probablemente es el aglutinante utilizado para sellarlos. De momento no hay señales de fugas radioactivas, pero se han recogido muestras de agua, sedimentos y fauna marina para analizarlas en el laboratorio.

Vigilando el fondo del mar

En todo esto está trabajando una misión llamada NODSSUM (Nuclear Ocean Dump Site Survey Monitoring), cuyo objetivo es cartografiar y estudiar las zonas donde, entre los años 1946 y 1993, varios países europeos —Reino Unido, Bélgica, Países Bajos, Suiza y posiblemente Francia— vertieron legalmente más de 200.000 barriles de residuos radiactivos al mar. Algo que hoy en día nos puede parecer más propio de Cerdolandia, pero que durante décadas se consideraba una «solución barata y conveniente». Shit yourself, little parrot.

Esta práctica se prohibió en 1993, gracias a $deity. Que se sepa, los residuos arrojados al océano eran de radioactividad baja o media: sus periodos de semidesintegración son de varios siglos, no de milenios. Aunque el riesgo inmediato es bajo, a los científicos les preocupa el deterioro de los barriles y el posible impacto ecológico y la acumulación de partículas radiactivas en la cadena alimentaria. Como dice Hossenfelder: ¿Atunes fosforescentes en el futuro? Pues veremos.

El otro tema indignante es el hecho de que aunque recuperar los barriles es técnicamente posible resulta extremadamente costoso. Pero –atención– más que nada es algo «políticamente delicado». ¿Para qué remover un problema si simplemente puedes hacer como que no existe, ahorrarte debates políticos y pasarle la patata caliente –o radioactiva– a la siguiente generación? Es algo que llamaría demasiado la atención… algo que no siempre resulta conveniente.

Nuestro cerdísimo comportamiento dice mucho acerca de nuestra despreocupación por el medioambiente en el pasado, pero también lo hace acerca del presente y probablemente del futuro. De momento el problema plantea el dilema de si simplemente ignorar lo que ya está ahí abajo o es mejor enfrentarse al trabajo (y al coste) de solucionarlo. Mientras tanto, esos tristes barriles siguen ahí, oxidados, y esperando.

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Por @Alvy

Campo con aerogeneradores (cc) Alvy

¡Feliz Día del Exceso de la Tierra (Overshoot Day)! (O no tanto…) Los expertos han calculado este año con datos de diversas agencias oficiales que fue ayer, 24 de julio.

Eso quiere decir que en algo menos de 7 meses hemos consumido todos los recursos ecológicos que genera la Tierra a lo largo de los 12 meses del año. Estamos bien jodidos como sigamos con esta tendencia, a un ritmo 1,8 veces mayor que la capacidad de la Tierra para renovarlos.

A día 24 de julio ya hemos consumido todos los recursos que necesitamos de la Tierra en un año

El día actual marca el récord más chungo de todos los tiempos, que había estado en el 29 de julio en alguna ocasión. En 1987 era algo tan idílico como el 19 de diciembre, una fecha mucho más apropiada para marcar el ritmo natural de consumo de esos recursos.

Desde el aspecto económico, la situación es una especie de fallo de mercado global; los recursos están infravalorados, lo que incentiva abusar de ellos. Corregir este fallo es esencial para evitar un colapso ambiental y económico.

La buena noticia es que hay soluciones disponibles y rentables en cinco grandes áreas: ciudades, energía, alimentación, población y planeta. Por poner un ejemplo, reducir las emisiones de CO₂ a la mitad podría retrasar el Día del Execso de la Tierra hasta tres meses. Ya estamos tardando.

Para saber más sobre el impacto de nuestras actividades:

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