Tal día como hoy pero en 1925 el planetario del Deutsches Museum en Munich hacía la primera proyección pública de uno de estos fascinantes aparatos que han servido para acercar un poquito el cielo a millones de personas desde entonces. El proyector era un Zeiss Modelo 1, que había empezado a funcionar en pruebas en 1923. Así que hoy cumplen cien años.
El Zeiss 1 del Deutsches Museum – Deutsches Museum
A lo largo de estos cien años su fabricante –que tampoco es el único aunque seguramente sí el más conocido– llegó a instalar más de 600 en planetarios de todo el mundo. Aunque en los últimos años, con eso de los avances en ordenadores e Internet muchos de ellos han sido sustituidos por modelos digitales conectados a la red capaces de hacer cosas impensables y casi inimaginables con aquel Zeiss 1.
Pero en muchos planetarios, como en el de la Casa de las Ciencias de los Museos Científicos Coruñeses, se ha optado por conservar y mantener en serviciotambién el proyector mecánico, pues tienen un encanto del que los modernos carecen.
Proyector Zeiss del planetario de la Casa de las Ciencias de los Museos Científicos Coruñeses – Wicho
Hoy en día hay más de 4.000 planetarios en todo el mundo, que siguen provocando esos «ooooh» de asombro que se pudieron oír por primera vez en aquella sesión en el Deutsches Museum. Así que aprovecha para acercarte a uno en cuanto te sea posible. Es toda una experiencia. Y da igual la de veces que hayas podido ir antes.
Impresión artística de Biomass en órbita con su antena desplegada – ESA
Un cohete Vega-C ha puesto en órbita hace unas horas el satélite Biomass de la Agencia Espacial Europea (ESA). Su objetivo es medir como nunca antes el papel que cumplen los bosques en la absorción del dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera.
Para ello monta un radar de apertura sintética de banda P, el primero que mandamos al espacio, que emite sus señales en 435 MHz. Esa longitud de onda, bastante baja para un radar, le permite penetrar en los bosques más densos y distinguir las hojas del tronco y las raíces. Es, por decirlo así, como hacerle un escáner a los bosques desde el espacio.
Eso a su vez permitirá hacer un perfil más detallado que nunca de los bosques, que suponen un 31 % de la cobertura de nuestro planeta. El saber qué proporción de ramas, tronco y raíces hay permitirá saber qué cantidad de CO2 absorbe cada una de las partes y cómo va cambiando esta cantidad.
La capacidad de penetración del radar de banda P permitirá a Biomass medir la geología que hay por debajo de la arena de los desiertos, en especial el cauce de antiguos ríos y lagos.
Y también permitirá ver la topografía que hay debajo de los bosques más densos, lo que servirá para entenderlos mejor.
Desarrollar la electrónica necesaria para esta misión no ha sido trivial. Igual que tampoco lo ha sido el desarrollo de la su antena, que tenía que caber plegada dentro de la cofia del cohete para luego desplegarse hasta los doce metros de diámetro y permanecer perfectamente estable en ele extremo de su mástil de 7,5 metros. De hecho el despliegue de la antena, que tendrá lugar en los próximos días, es uno de los puntos más críticos de la misión.
El satélite, de 10×12×20 metros, y con un peso de aproximadamente 1,2 toneladas ha quedado en una órbita sincrónica al Sol de 666 kilómetros.
Viene ahora una etapa de seis meses de puesta en marcha en la que se comprobará el funcionamiento de los sistemas de a bordo. También se compararán los datos que obtenga con otros medidos en tierra por diversos equipos para terminar de calibrar su procesado.
La misión tiene una duración inicial prevista de cinco años durante los que podrá medir ocho ciclos de los bosques.
La ESA contaba con la colaboración de la NASA y la NOAA en esta misión. Pero ahora mismo no tiene claro qué tipo de instrucciones tienen o tendrán por parte de la dirección de la agencia. Pero visto lo visto con la actitud de la administración Trump no parece que esa colaboración vaya a tener mucho futuro.
Donaldjohanson visto por el instrumento Long-Range Reconnaissance Imager (L’LORRI) de Lucy – NASA/Goddard/SwRI/Johns Hopkins APL/NOIRLab
Lanzada el 16 de octubre de 2021, la sonda Lucy de la NASA tiene como objetivo estudiar los asteroides troyanos de Júpiter. Está previsto que comience su misión en 2027. Pero en su camino hacia su destino el pasado domingo 20 de abril de 2025 sobrevolaba el asteroide 52246 Donaldjohanson. Y ya hemos empezado a recibir imágenes del encuentro, aunque aún faltan semanas para que lleguen todas porque la cobertura 5G allí no va muy bien.
Tras su lanzamiento Lucy ha usado dos asistencias gravitacionales de la Tierra para coger velocidad y modificar su trayectoria de cara a su llegada a 3548 Eurybates, el primero de sus objetivos. Pero la trayectoria ha sido diseñada de tal forma que ya el 1 de noviembre de 2023 hizo un sobrevuelo del asteroide Dinkinesh. Y para que sobrevolara 52246 Donaldjohanson.
Trayectoria de la misión – Southwest Research Institute
Estos dos encuentros le han servido como ensayo general de sus futuros encuentros con los asteroides troyanos que va a estudiar, ya que no lleva combustible a bordo como para frenar cuando se acerque a ellos ni mucho menos para acelerar de nuevo para irse a otro.
De hecho en total pasará unas 24 horas observando sus objetivos a lo largo de los 12 años de su misión. Si al terminar este recorrido le queda combustible y los sistemas de a bordo siguen funcionando correctamente es posible que se prorrogue su misión para visitar más asteroides.
En el caso de Donaldjohanson llegó a una distancia mínima de 960 kilómetros del asteroide, moviéndose a una velocidad relativa a él de 13,4 kilómetros por segundo. Así que para observarlo correctamente ha tenido que maniobrar con la suficiente agilidad como para poder mantenerlo en el campo de vista de sus instrumentos. Y no parece haber tenido problemas con ello.
Las observaciones hechas desde tierra sugerían una forma alargada y un tamaño de unos cuatro kilómetros. Pero ahora sabemos que en realidad mide 8×3,5 kilómetros, con lo que sale cortado en las imágenes tomadas más de cerca. Así que no lo veremos entero hasta que vayan llegando más datos.
Lo que es más una sorpresa y una casualidad casi cósmica es que ha resultado ser un asteroide de contacto formado por la fusión de dos asteroides distintos, igual que Dinkinesh. Y que el asteroide que Lucy descubrió en órbita alrededor de Dinkinesh. Eso sí, los que los forman parecen dos asteroides historias muy diferentes, ya que uno parece bastante más acribillado por impactos que el otro.
También ha sorprendido la forma que tiene el asteroide en la parte que une sus dos mitades, que en palabras de la NASA recuerda un par de conos de helado metidos uno dentro de otro.
Donald Johanson, por cierto, es el paleoantropólogo que descubrió los restos fósiles bautizados como Lucy que dan nombre a la sonda de la NASA. Y fue el equipo de la misión el que escogió el nombre para el asteroide allá por 2015, mucho antes de que la agencia tan siquiera hubiera aprobado la misión.
Es un homenaje a su buen hacer –consiguieron montarla y lanzarla en tiempo y presupuesto a pesar de la pandemia de covid– que hayan podido finalmente visitarlo.
Impresión artística de ACES ya instalado en el exterior del laboratorio Columbus de la Estación Espacial Internacional – Agencia Espacial Europea
Esta mañana un cohete Falcon 9 de SpaceX ponía en órbita la cápsula de carga Dragon 32 rumbo a la Estación Espacial Internacional (EEI). A bordo de ella, además de suministros para la tripulación y otros materiales varios van los relojes atómicos ACES de la Agencia Espacial Europea.
ACES, de Atomic Clock Ensemble in Space, Conjunto de Relojes Atómicos en el Espacio, es un proyecto de la Agencia Espacial Europea que busca, entre otras cosas, compartir el estándar de la duración del segundo alrededor del mundo. Y como del segundo se derivan todas las demás unidades físicas eso permitirá aumentar la precisión con la que se miden y estudian infinidad de cosas.
También permitirá reafirmar, una vez más, que la gravedad ralentiza el tiempo, tal y como predijo Einstein, ya que los relojes de ACES irán más despacio que los otros relojes atómicos en tierra con los que se compararán sus mediciones.