Por @Wicho — 8 de Mayo de 2024

Hace unas horas la misión china Chang'e 6 llevaba a cabo con éxito la maniobra de frenado para entrar en órbita alrededor de la Luna. Esa maniobra la ha dejado en una orbita elíptica de 200×8.600 kilómetros con un periodo de 12 horas.

Desde esa órbita liberará el CubeSat ICUBE-Q. Y después, en los próximos días, otros dos frenados la dejarán en una órbita circular de 200 km. Será en esta órbita cuando se produzca la separación del aterrizador, que a su vez porta el módulo de ascenso, y que se colocará en una órbita de 15×200 km.

En contacto con el satélite Queqiao-2, que hará tanto de relé de comunicaciones como de estación de control para obtener datos precisos de posición y velocidad, iniciará el descenso hacia la superficie de la Luna. Su objetivo es posarse en la Cuenca Aitken, donde por todo lo que sabemos están los materiales más antiguos presentes sobre la superficie de nuestro satélite.. Pero no tiene programado un punto determinado para hacerlo sino que el sistema de navegación autónomo buscará un punto adecuado para ello.

Una vez sobre la superficie de la Luna tiene dos días para tomar muestras antes de que el módulo de ascenso se separe para acoplarse al orbitador, transferirle la cápsula de muestras, e iniciar el camino de vuelta. En total serán 53 días de misión hasta que, si todo va según lo previsto, la cápsula de muestras aterrice en la Tierra el próximo 25 de junio.

Infografía con las distintas fases de la misión
Fases de la misión – Administración Espacial Nacional China (CNSA) | Traducción de Daniel Marín

Por cierto que cuando la CNSA por fin publicó fotos de la sonda después del lanzamiento se ha podido ver que el aterrizador porta una especie de rover adosado a uno de sus laterales. Y nadie fuera de la agencia tiene muy claro para qué sirve. A ver cuándo nos sacan de dudas.

Chang'e 6 con el rover sorpresa marcado en rojo
Chang'e 6 con el rover sorpresa marcado en rojo – CNSA

Chang'e 6 es, con diferencia, la sonda espacial más pesada de la CNSA hasta el momento, con 7,2 metros de altura y 8 toneladas de peso.

Si la misión tiene éxito será la primera vez que consigamos traer a tierra muestras del lado oculto de la Luna. Aunque no es la primera vez que China consigue traer muestras de la Luna; ya lo hizo con la misión Chang'e 5. Así que no es nada descabellado pensar que todo terminará bien.

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Por @Wicho — 6 de Mayo de 2024

Portada del libroDecidido. La ciencia de la vida sin libre albedrío. Por Robert Sapolsky. Capitán Swing Libros (25 de marzo de 2024). 707 páginas.

Sapolsky es un defensor acérrimo de la idea de que no existe el libre albedrío. Es una postura opuesta a la que defiendo yo. Pero como él lleva años estudiando el tema y yo, si he de ser sincero, defiendo su existencia fundamentalmente porque es lo que quiero creer, decidí que podía ser muy interesante leer este libro en el que expone sus argumentos. A fin de cuentas si sólo escuchas o lees a quien piensa como tú lo estás haciendo mal.

Pero tras leer muy atentamente un poco más de dos tercios de este libro –más abajo explicaré esto– sigo creyendo en la existencia del libre albedrío.

Aunque en el muy improbable caso de que Sapolsky llegara nunca a leer y mucho menos a comentar esta reseña lo que diría es que mucho antes de que yo creyera decidir leer este libro ya estaba decidido que no iba a cambiar de opinión. Pero mucho antes en este caso quiere decir desde el Big Bang o así.

Y es que según él

Para saber de dónde viene la intención, solo hace falta saber qué te ocurrió en los segundos o minutos anteriores a que tuvieras la intención de pulsar el botón que quisieras. Y también lo que te ocurrió horas y días antes. Y años y décadas antes. Y durante tu adolescencia, tu infancia y tu vida fetal. Y lo que ocurrió cuando el espermatozoide y el óvulo destinados a convertirse en ti se fusionaron, formando tu genoma. Y lo que les ocurrió a tus antepasados hace siglos, cuando formaban la cultura en la que te criaste, y a tu especie hace millones de años. Sí, todo eso.

La tesis principal de Sapolsky es que eso que creemos que es el libre albedrío el realidad no puede escapar de nuestra biología. Dice que cuando tomas –cuando crees tomar– una decisión eso ya estaba escrito unos milisegundos antes en tus neuronas, aún antes de que tuvieras conciencia de lo que ibas a decidir; y que el estado de esas neuronas depende de nuestro entorno sensorial inmediato; y por la combinación de hormonas presentes en nuestro organismo minutos y días antes de «tomar la decisión»; y por la estructura de nuestro cerebro, moldeada por nuestras experiencias, educación y entorno desde que nacemos, así como también resulta modificado el funcionamiento de algunas glándulas; por nuestros nueve meses en el útero materno; por la mezcla de genes que hemos heredado de nuestros progenitores, que a su vez vienen de los suyos, y cuya expresión epigenética se ve modificada también por nuestro entorno; por la (o las) culturas en la que hemos crecido y en la (o las) en las que han crecido nuestros antepasados.

Y así hasta el Big Bang. Parafraseando a una señora que una vez quiso convencer a Sapolsky y a unos colegas de que la Tierra flota en el espacio apoyada en una tortuga que a su vez se apoya en otra tortuga y que es todo tortugas hasta el final, es todo biología hasta el final.

Aunque más adelante dice que a pesar de lo que pueda parecer sí podemos cambiar influidos por la sociedad en la que vivimos. Sólo que, digo yo, será también un cambio determinado por la biología de quienes forman esa sociedad. Bilogía que determina esos cambios.

Pero lo más curioso es que después de explicar como cada una de esas cosas influiría en la no existencia del libre albedrío el mismo Sapolsky va diciendo que ninguna de ellas por si sola sirve para negarlo. Por ejemplo en el caso de los estudios de Benjamin Libet, que son los que supuestamente son capaces de predecir qué decisión vas a tomar unos milisegundos antes de que la tomes, reconoce que no aciertan más que en un 60 % de los casos. Lo que no es mucho más que el azar.

Aunque de alguna forma que no explica hemos de suponer que todos esos fenómenos de los que va hablando hasta el final del capítulo cuatro se combinan en lo que supongo que es una especie de caso inverso del modelo del queso suizo¹ para hacer que no exista el libre albedrío.

Una vez terminado el repaso biológico del asunto Sapolsky la emprende con el caos, los fenómenos emergentes, y la física cuántica, reductos en los que según él se refugian quienes defienden la existencia del libre albedrío. Y procede a poner una serie de ejemplos que, supuestamente, demuestran que tampoco ahí puede estar el libre albedrío. Hay que reconocerle que mencione estas ideas que se oponen a la suya. Pero no tengo claro que los argumentos y estudios que usa para desmontarlas se apliquen siempre. Ni que no esté haciendo trampas y quedándose con lo que le interesa.

De hecho ya hacia el final del libro cita un estudio del neurocientífico Simon LeVay que según dice demuestra que el cerebro de las personas homosexuales es diferente del de las personas heterosexuales. Y eso hizo saltar todas mis alarmas. Así que me fui a buscar más información sobre el estudio en cuestión y resulta que está bastante desacreditado. Algo que Sapolsky no menciona ni en el texto principal ni en ninguna nota a pie de página.

Y no es que se corte con las notas de página, ¿eh? Lo he contado en la edición para Kindle y resulta que ni más ni menos que un 32 % del libro está en las notas de página, que diligentemente me he saltado. No me parece de recibo que haya páginas de la edición en papel en las que hay dos o tres líneas del texto principal y todo lo demás sea una nota a pie de página… Que a menudo viene de la página anterior.

Eso me parece una enorme vagancia por parte de Sapolsky y una dejación de funciones por parte de quien haya editado el libro. Aunque entiendo que con un autor famoso igual hay que andarse con cuidado. Pero también me parece trampa porque para mí es un intento de apabullar a quien está leyendo el libro con datos. Datos que, como en el caso del estudio de LeVay, igual no son ciertos o han sido sometidos a un poco de cherry-picking.

Aunque hablando de trampas, me parece que la más enorme del libro, digna del más taimado tahúr del Mississippi, es que Spolsky pueda terminar la primera parte del libro, en la que explica por qué no puede existir el libre albedrío pasando de puntillas por la existencia de la inteligencia, la consciencia o el yo. De hecho de la consciencia dice que «No entiendo qué es la consciencia, no puedo definirla. No puedo entender lo que escriben los filósofos sobre ella. Ni a los neurocientíficos.»

Creo que si las ignora es porque no sabemos cómo funcionan. Y en ese desconocimiento puede estar la base de ese libre albedrío que se supone que no existe. Que no digo que lo esté, pero no lo sabemos. Y Sapolsky tampoco.

La segunda parte del libro está dedicada a responder la cuestión de

¿Y si todo el mundo empezara a creer que no existe el libre albedrío? ¿Cómo se supone que vamos a funcionar? ¿Por qué nos molestaríamos en levantarnos por la mañana si solo somos máquinas?

Pero yo diría, que precisamente gracias a los ejemplos que va utilizando Sapolsky para reflexionar sobre el tema sirve también para preguntarnos lo mismo en el caso de ser ateos, por ejemplo y creer que no hay ningún ser todopoderoso preocupado por si somos buenos o malos.

Aunque ya con la sospecha –o más bien el convencimiento– de que Sapolsky salpimenta su libro con unas dosis más o menos fuertes de cherry picking me costó un poco tomármelo en serio. Por mucho de que llegue a conclusiones que se alinean con lo que yo pienso.

Me parecen especialmente mal traídos los ejemplos en los que, mediante un gusano de mar, por ejemplo, pretende demostrar de nuevo que no puede haber libre albedrío en nuestras decisiones. Creo que funcionamos –al menos para esas cosas llamadas consciencia, inteligencia y yo– a un nivel muy diferente.

También me parece mal traído utilizar la epilepsia para decir que «La mayoría de la gente del mundo occidentalizado ha sustraído el libre albedrío, la responsabilidad y la culpa de su pensamiento sobre la epilepsia. Se trata de un logro asombroso, un triunfo de la civilización y la modernidad.» Afortunadamente hemos aprendido mucho sobre esta enfermedad y por eso hemos dejado de estigmatizar –tanto, aunque no del todo– a las personas que la sufren. Pero gracias a que ahora sabemos más; creo que eso tiene poco –o nada– que ver con el libre albedrío.

En fin, que no me arrepiento de haber leído el libro, aunque sólo sea porque a ratos me ha hecho repasar mis propias convicciones con una intensidad que de otra forma quizás no habría hecho. Y eso es algo importante. En esto le daré la razón a Sapolsky:

Este libro tiene un objetivo: hacer que la gente piense de forma diferente sobre la responsabilidad moral, la culpa y el elogio, así como sobre la noción de que somos agentes libres. Y también que se sienta diferente con respecto a esas cuestiones. Y sobre todo, cambiar aspectos fundamentales de nuestra forma de comportarnos.

Pero tengo muchas dudas de que vaya a hacer cambiar a nadie de opinión. Lo que, en cualquier caso, ya viene predeterminado –por cierto que creo que Predeterminados habría sido mejor título– desde el Big Bang. ¿No?

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¹ No, el gruyer no tiene ojos. Tendría que ser emmental, por ejemplo. Si Sapolsky pone pies de página yo no voy a ser menos.

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Por @Wicho — 3 de Mayo de 2024

Vista de la plataforma con los motores del cohete recién encendidos
Despegue de la misión – Administración Espacial Nacional China (CNSA)

Tras un lanzamiento sin problemas y su inyección en una trayectoria de transferencia lunar la misión china Chang'e 6 ya va camino de la Luna para traer muestras de su lado oculto. Más en concreto de la Cuenca Aitken, donde todo parece indicar que están los materiales más antiguos presentes sobre la superficie de nuestro satélite.

Vista del control de la misión con la pantalla roja de éxito en un gran muro de momnitores
La pantalla roja en el centro de control indica el éxito del lanzamiento – CNSA

Serán en total 53 días de misión divididos en once fases que incluyen la entrada en órbita alrededor de nuestro satélite; el descenso del aterrizador; la toma de muestras; el ascenso de la cápsula con ellas y su transferencia al orbitador; su vuelta a la Tierra; y el descenso de la cápsula. Así que aún queda camino por recorrer. Pero es un buen augurio que el lanzamiento haya ido a la perfección.

En ella jugará un papel importante el satélite Queqiao 2, que lleva en órbita alrededor de la Luna desde el pasado 12 de abril. Su misión es actuar como relé de comunicaciones para la misión, pues si no no hay forma de mantener el contacto con ella en cuanto se pose en el lado oculto de la Luna. Pero también, lo que no es menos relevante, se encargará de tomar medidas de la velocidad y la posición del aterrizador para ayudar con su entrada en órbita y posterior descenso.


Impresión artística de Queqiao 2 con su antena parabólica de 4 metros desplegada y en órbita alrededor de la Luna – CNSA

Si todo va bien la cápsula de muestras, las primeras que consigamos del lado oculto de la Luna, llegarán de vuelta el próximo 26 de junio.

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Por @Wicho — 2 de Mayo de 2024


El cohete que va a lanzar la misión listo en su plataforma – Administración Espacial Nacional China (CNSA)

Todo está aparentemente listo en el centro de lanzamientos espaciales de Wenchang para el de la misión china Chang'e 6 para traer muestras del lado oculto de la Luna. Se encargará de ponerla de camino un cohete larga Marcha 5. La ventana de lanzamiento va de las 11:17 a las 12:18, hora peninsular española (UTC +2), de mañana, 3 de mayo de 2024. Se podrá seguir a través de Internet.

Su objetivo es aterrizar en la Cuenca Aitken, donde por todo lo que sabemos están los materiales más antiguos presentes sobre la superficie de nuestro satélite. Se puede ver el borde de la cuenca desde la Tierra con un telescopio en ciertos momentos según la libración de la Luna. Pero no su interior.

Si todo va bien la cápsula de muestras debería estar de vuelta en la Tierra sobre el 25 de junio. Será la primera vez que consigamos muestras del lado oculto de la Luna.

La misión utiliza el hardware de reserva de la misión Chang'e 5, que en diciembre de 2020 consiguió traer una muestra de 1.731 gramos de la cara visible de la Luna.

Además de lo necesario para cumplir con su misión principal Chang'e 6 lleva instrumentos aportados por otros países, de ahí la presencia de logos de otras agencias en la cofia del cohete aparte de la CNSA.

Uno de ellos es el instrumento francés DORN (Detection of Outgassing Radon, Detección de las emisiones de radón) para estudiar el transporte de polvo lunar y otros volátiles entre el regolito lunar y la exosfera lunar; otro es el instrumento italiano INRRI (INstrument for landing-Roving laser Retroreflector Investigations, INstrumento para investigaciones sobre retrorreflectores láser de aterrizaje-despegue) que consiste en un retrorreflector láser pasivo que se utilizará para la detección a distancia mediante láser del módulo de aterrizaje; el instrumento sueco NILS (Negative Ions on Lunar Surface, Iones negativos en la superficie lunar), un instrumento pensado, como su propio nombre indica, para detectar y medir los iones negativos presentes en la superficie lunar; y el orbitador pakistaní ICUBE-Q, un CubeSat que lleva dos cámaras ópticas para obtener imágenes de la superficie lunar.

Chang'e 1, lanzada en 2007, fue la primera sonda que China puso en órbita alrededor de la Luna; Chang'e 2, lanzada en 2010 fue otro orbitador lunar con algunas mejoras; Chang'e 3, lanzada en 2013, fue la primera en aterrizar en la Luna, llevando además un rover; y Chang'e 4 hizo lo propio en 2019 pero en el lado oculto de la Luna.

Todas ellas reciben su nombre de la diosa China de la luna, Chang'e.

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